Julieta Ortega: "Me siento bañada de una energía totalmente nueva, que es sexual, que es sensual y que es erótica"

A días de despedirse del protagónico de la entrañable La fuerza del cariño, donde conmovía con su interpretación, la popular actriz asume el rol de la anfitriona de Sex, el éxito de José María Muscari. Un desafío nuevo y potente que muestra su versatilidad y facilidad de adaptación a los mundos que se propone habitar.

Hace apenas dos semanas encarnaba a Emma en La fuerza del cariño. Personaje de esos que son extremos: una joven madre que muere dejando dos criaturas. La obra vio interrumpida su continuidad por temas de salud de Soledad Silveyra, y Julieta Ortega, que en esa Emma plasmaba su solidez como actriz, patea el tablero y, subida a ese poder de transformación, se presenta de una manera completamente diferente en Sex, el espectáculo de José María Muscari que se ha convertido en uno de los fenómenos desde su irrupción en la oferta teatral porteña.

Con este nuevo desafío como excusa, El Planeta Urbano dialogó con Julieta sobre su exposición en el escenario, su relación con el sexo, y, también, el difícil momento por el que atraviesa el sector de la cultura en la Argentina.

–¿Cómo viviste estos primeros fines de semana sumándote a la experiencia Sex?

–Con muchos nervios el primero; pero disfruté más el segundo porque es el que vino después de mi debut, que obviamente no era el del resto del elenco. Sucedió que se me juntaban las fechas de estreno con el final de La fuerza del cariño y entonces me esperaron. Para mí era un compromiso grande salir a hacer lo que se llama un “toro”, porque la verdad es que me vi teniendo que correr más rápido para alcanzar a los demás. Y este era un espectáculo que me sacaba por completo de mi zona de confort.

Yo hice mucho teatro, obras de texto; y Sex no es una obra de teatro: es otra cosa, un formato en sí misma, una experiencia, tiene algo de teatro, algo de musical, algo de recital, algo de cabaret. Además, el público está integrado al espectáculo y el elenco rodea a ese público, lo que me agrega nervios extra, que aumentaron con el contenido de la obra: cierto contenido erótico que se habla de manera muy explícita y que yo no había hecho antes como actriz. Además, tengo que compartir el escenario con Diego Ramos, que hace este espectáculo hace cinco años; y es difícil alcanzar esa energía.

¿Qué es lo que te da más pudor, dirigirte a la gente o exponer tu cuerpo?

–Pudor no, son nervios de actriz. Va mucho más allá del tema del cuerpo, porque el vestuario lo armé yo con la ayuda de Caro Marafioti, bajo la supervisión de la vestuarista de Sex, con lo cual me armé la ropa que yo sentía que me iba a hacer sentir cómoda. Una conoce su cuerpo y sabe qué quiere mostrar y qué quiere tapar. Y si la consigna es un espectáculo sobre sexo, tenés que estar sexy, no podés estar toda tapada. A mí me interesaba estar bien como actriz, lo otro es totalmente secundario, porque cuerpos hegemónicos –y no tanto– al espectáculo le sobran, tampoco me están mirando a mí todo el tiempo. Lo importante era estar a la altura de las circunstancias.

¿Habías ido a ver el espectáculo antes de sumarte?

–Fui dos veces como espectadora, hace dos años. Cuando me llamó Muscari volví a verlo otras cuatro veces, pero ya prestando especial atención al que iba a ser mi personaje, que es el de la anfitriona junto con Diego.

¿Hablaste con las anfitrionas anteriores?

–No. La primera anfitriona fue Romina Richi; después fue Noelia Marzol y luego Andrea Ghidone. Yo vi la obra con Romina, y después, ya sabiendo que iba a asumir el papel, vi todas las funciones con Andrea Ghidone, que es la persona que entró a hacer el aguante hasta que hasta que yo llegara. Hablé con ella, pero más que nada se trataba de observar y tratar de engancharse en esa energía que el espectáculo tiene.

Con el que sí hablé mucho fue obviamente con Muscari, del que aparte soy amiga. Charlamos hasta cualquier hora, incluso después de las funciones. Que el director sea tu amigo tiene la ventaja de que le podés decir con total tranquilidad tu opinión sobre algo. Igual yo soy muy obediente con la letra, no agrego nada. Puedo proponer o puedo decirle: “Con esto no me siento tan cómoda”, pero él es un director muy activo, si ve que hay algo que no está funcionando te lo va a decir.

Te esperaron para que te sumaras a Sex. ¿Cómo fue el proceso de soltar un espectáculo y entrar enseguida en otro?

–Iba a ser peor de lo que fue, porque cuando terminara La fuerza del cariño ya a los dos días me tenía que incorporar a Sex. Pero por el accidente de Solita terminó un mes antes y me dio tres semanas para ir a ver la obra, buscar el vestuario, probar, ensayar. Tuve tiempo para prepararme sola, pero igual llegué muy nerviosa.

¿Qué vínculo tenés con los deseos? ¿Cómo es también trabajar esa parte que tal vez está reservada para la intimidad, pero en este caso dirigido al público?

–A mí eso me encanta porque siento que, más que llevarle cosas yo al espectáculo, el espectáculo me las trae a mí. Hace dos semanas que lo hago y me siento bañada de una energía totalmente nueva, que es sexual, que es sensual y que es erótica. Yo por ahí estaba en otra cosa, haciendo un espectáculo donde me moría de cáncer, o un podcast que hago con mis amigas y del que estoy preparando la segunda temporada, que grabo la semana que viene. Cosas mucho más introspectivas y superlindas, que por ahí hasta tenían más que ver conmigo que Sex. Y esto me obligó a meterme en una sintonía que para mí es recontra bienvenida, muy vital.

Hablábamos de "La fuerza del cariño", que en su momento fue bien de público. Ahora entrás a Sex, que es algo completamente diferente. ¿Cómo ves este momento del teatro en donde la gente está acompañando?

–Es que no está acompañando. Solo en algunos casos. Yo tengo amigos en todos los teatros que me dicen que los números no son buenos, la gente no tiene un peso y lo primero que corta es el entretenimiento. Y detrás del entretenimiento hay personas, puestos de trabajo. Obviamente, hay un top 10 de espectáculos a los que le va muy, muy bien, aunque no tan bien como el año pasado. Podés hablar con cualquier actor o con cualquier productor y te va a decir lo que cuesta llenar una sala hoy.

El tema con Sex es que tiene un público que tal vez no es el que habitualmente va al teatro. Es raro lo que pasa: según el día, hay desde chicas que se están despidiendo de la soltería con un grupo de diez amigas y van a gritarle Diego Ramos, o mesas de amigos que van a ver a las chicas en el caño, hasta parejas que están casadas hace 15 o 20 años, o gente de más de 70.

Es un público muy diverso. Y creo que eso hace que a nosotros nos siga yendo bien. Lo cual también fue una razón para decir que sí, porque cuando uno dice que sí a una obra de teatro, siempre es una apuesta. Voy a porcentaje, así que si nos va bien, me va bien, y si nos va mal, me va mal. Además no es que me vienen a ver a mí, vienen a ver el espectáculo.

¿Eso no te molesta?

–No. Aparte yo no siento que sea tan convocante como para sentir que me vienen a ver a mí, aunque hay gente que me dijo: “Nunca lo vi, pero ahora que estás vos voy a ir”. Pero son solo un par de personas, después la gente va por el espectáculo y eso me encanta. Yo no soy tan segura en ese sentido, nunca pienso que convoco: al contrario, soy bastante insegura cuando me llaman para algo, lo primero que pregunto es quién más está. De hecho hice mucha tele con elenco coral: Graduados, Disputas, El tiempo no para, Viudas e hijos del rock and roll. Me siento más segura así, me gustan mucho los grupos, creo en su fuerza.

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