Claudio Rígoli, una vida frente a la pantalla: "Cuando las luces se apagan y llegás a tu casa, estás solo y te encontrás con vos mismo"

Con décadas de trayectoria en los medios, el periodista y locutor al frente del noticiero central de El Nueve afirma que no cree en la suerte y reivindica el valor de la constancia. En esta entrevista repasa 37 años de carrera desde que llegó de Entre Ríos: el rechazo en el ingreso a Medicina, el recuerdo de Alejandro Romay y los altibajos hasta convertirse en una de las figuras más populares de la televisión argentina.

Habían pasado algunos meses desde que la Argentina consiguiera su segundo campeonato mundial, en México 86, cuando Claudio Rígoli entró en el mundo de los medios. Era un joven entrerriano que antes de sumergirse en la locución pasó por la Facultad de Medicina de La Plata. Lo suyo era la comunicación. Y hacia allí fue.

En esos primeros tumultuosos años que le siguieron a la restauración de la democracia le tocó cubrir todos los levantamientos militares contra el gobierno de Raúl Alfonsín y fue testigo de la grandeza y de la miseria humanas.

Desde el principio fue parte del staff de "Nuevediario", el noticiero más visto en la historia de la televisión argentina, con registros de audiencia imposibles de pensar en esta época.

Treinta y siete años después, Rígoli está al frente de Telenueve central en su edición vespertina (de lunes a viernes, a las 19) con la misma dedicación que el primer día, sabiendo que no debe dejarse cegar por las luces del éxito. Al fin y al cabo, dice, “siempre hay que estar preparado para volver a casa, quedarse en soledad y enfrentarse con la propia conciencia”.

Rígoli está al frente de Telenueve central en su edición vespertina (de lunes a viernes, a las 19) con la misma dedicación que el primer día, sabiendo que no debe dejarse cegar por las luces del éxito.

–Desde que estás frente a las cámaras en Canal 9, todas las administraciones te dieron un lugar destacado. ¿Sos irremplazable?

–Llevo muchos años frente a la pantalla, pero no creo que sea insustituible. Todos tenemos sustitutos en esta vida; no importa la profesión ni la vida que haya elegido. Sin embargo, después de estar casi 37 años en el canal y 27 de ellos al frente del noticiero, creo que tengo una marca indiscutible en la televisión argentina.

–¿Esa permanencia es un privilegio? ¿Creés en la suerte?

–Somos realmente muy pocos los que tuvimos el destino de llegar a un lugar como el mío. No creo mucho en la suerte porque el azar no influyó en mi carrera. Para llegar al lugar que ocupo invertí muchas horas de trabajo y sacrificio.

–Tu presencia al frente del noticiero durante tanto tiempo debe de ser un caso único a nivel internacional. ¿El canal se adaptó a vos o fue al revés?

–Sé que soy un sello indiscutible del 9. Empecé con Alejandro Romay y trabajé con él durante una década. A finales de 1997, cuando estaba por dejar el canal, me ofreció encabezar el noticiero.

–¿Por qué aceptaste?

–Porque sentí que ya era tiempo de asumir el desafío. Sentí que estaba preparado.

–No te querías quedar con la duda.

–Yo ya sabía que era capaz de sostener mi objetivo cotidiano de hacer el laburo de la mejor manera posible. También tenía la convicción de que era capaz y de que podía hacer bien el laburo. Si además se cultiva la humildad para aprender todos los días, el camino está marcado.

"Empecé con Alejandro Romay y trabajé con él durante una década. A finales de 1997, cuando estaba por dejar el canal, me ofreció encabezar el noticiero."

–¿Alguna anécdota con el Zar?

–Mirá, una vez le hice un paro, pensé que me iba a rajar. Había un reclamo salarial y el arreglo no llegaba, entonces dije que si al día siguiente el conflicto no se resolvía no iba a trabajar, esa era la posición que en ese momento había tomado la Sociedad Argentina de Locutores.

Una hora antes de que arrancara el noticiero, el gerente de Noticias me avisó que Alejandro quería hablar conmigo (yo era notero en ese momento). Me dijo: “Rígoli, andá a trabajar, todo se va a arreglar”. Yo le expliqué las razones de la medida de fuerza y le dije: “Esto se hubiese podido solucionar antes, ahora termino mi horario, me voy a mi casa y mañana Dios dirá si vuelvo o no”.

–¿No hubo represalias?

–No, yo solo había dicho la verdad, sin faltar el respeto a nadie, tanto es así que seguí en el canal hasta el día de hoy. Alejandro era un tipo que entendía las cosas.

–¿Se puede ser profesional sin caer en la soberbia?

–La soberbia y la intolerancia son dos de las actitudes humanas más detestables. Yo sé que estoy frente a una cámara porque este laburo no se puede hacer en otro lado. Entonces la fama o el reconocimiento que puede generar la exposición no me nublan el entendimiento. Mis padres me enseñaron a tener esta actitud ante la vida. Cuando las luces se apagan y llegás a tu casa, estás solo y te encontrás con vos mismo.

–¿Pasás ese examen de conciencia?

–Sí, me siento muy bien porque me desenvuelvo según mis principios. Puedo ser humilde y exigente al mismo tiempo sabiendo que puedo mejorar.

–¿Esa es tu idea de la perfección?

–La perfección del ser humano está, precisamente, en la imperfección que ejerce.

“Tengo esta voz desde los 16 años, la heredé de mi papá; mi hijo Santiago también la tiene. Cuando uno se familiariza con esa cualidad, todo lo demás es natural. Cuando me subo a un taxi me dicen que hablo igual que en la televisión.”

–¿A qué se dedicaban tus padres?

–Mi papá tenía un taller de reparación de radios y televisores, había sido militar de Comunicaciones, se retiró muy joven y después puso ese taller. Mi mamá era ama de casa; tenía ocho hijos, no le quedaba tiempo para mucho más. Yo soy el más chico.

–A través de la profesión de tu papá, la relación con los medios parece ser directa.

–Entré en el mundo de los medios porque era mi segundo gran amor, desde mi adolescencia quería ser médico.

–Hay puntos de contacto entre ambas profesiones.

–Sí, porque me toca difundir información y ayudar a los otros. Los noticieros también tienen una dimensión humanitaria.

–Nada es casual. También sos conocido por tu labor filantrópica.

–Colaboro con fundaciones y diferentes ONG en la conducción de los eventos, no cobro un peso por eso. No lo hago por obligación, la vida ha sido muy generosa conmigo. ¿Cuánto tiempo me lleva hacer un video o conducir una gala benéfica? Muy poco.

–¿La voz condicionó tu vocación?

–Desde los 16 años tengo esta voz, la heredé de mi papá; mi hijo Santiago también la tiene. Cuando uno se familiariza con esa cualidad, todo lo demás es natural. Cuando me subo a un taxi me dicen que hablo igual que en la televisión.

–¿En qué momento supiste que además de leer noticias podías buscarlas?

–Fue un proceso. Cuando me senté al frente del noticiero ya sabía entrevistar y entendía el ritmo de la calle.

–¿Tuviste algún maestro?

–No, porque el valor esencial es ser uno mismo. Esa es la condición para traspasar la pantalla, de lo contrario, se transforma en un Blindex.

“Desde que Romay vendió el canal pasaron más de ocho dueños: algo bueno debo de estar haciendo. Nunca me marcaron la línea de trabajo, seguramente porque conocían de antemano mis respuestas, ceder a esas presiones no es hacer periodismo.”

–¿Cuándo dejaste de ser simplemente “el señor de las noticias”?

–El día que empecé a manifestar mis emociones frente a la cámara. En 2006 hubo inundaciones terribles en Santa Fe, fui a cubrir la noticia y no solo vi muerte, pobreza y destrucción; también la miseria humana era moneda corriente. Era una tragedia. Me acuerdo de que estaba saliendo en vivo para un programa que conducía Oscar González Oro cuando veo cruzar a un hombre canoso llorando y se me vino la imagen de mi viejo, en ese momento me quebré.

–¿Por qué creés que permanecés en el imaginario de la gente cuando existe tanta oferta de información?

–Creo que tiene que ver con mi manera de asumir la profesión. El televidente que me elige sabe que estoy informando de forma seria, responsable y creíble. Nunca tuve escándalos, siempre preferí el low profile. También tengo oficio para preguntar cosas terribles de una manera amigable, no es fácil evitar los lugares comunes y los golpes bajos. El público de los noticieros debe de ser el más tradicional que tiene la TV abierta.

–¿Pasó de moda el profesionalismo?

–La juventud está comprometida de forma distinta. Es común ver a periodistas que se niegan a hacer una nota porque está agendada fuera de su horario de trabajo, pero cuando yo empecé había un compromiso que estaba por encima de otras cuestiones.

Lo que más me alarma es la falta de conocimiento; cuando me invitan a dar una charla en una facultad de Comunicación siempre sugiero que se vuelva a la lectura, no se puede ser comunicador sin leer los diarios. Es como estudiar Medicina y no conocer la anatomía del cuerpo humano: la lectura ayuda a enriquecer tu vocabulario, el estilo de escritura y alimenta el sentido crítico.

–¿Pasaste por otras situaciones en las que la imposición de un límite podría haber puesto en riesgo tu carrera?

–Desde que Romay vendió el canal pasaron más de ocho dueños: algo bueno debo de estar haciendo. Nunca me marcaron la línea de trabajo, seguramente porque conocían de antemano mis respuestas, ceder a esas presiones no es hacer periodismo. Lo mío es el formato clásico del noticiero con una acuarelas de temas necesarios y atrayentes.

–¿Los medios moldean la realidad?

–Es una exageración, pero debo reconocer que durante una hora de noticiero se muestra una visión parcial de la realidad que se vive. Al fin y al cabo, la mirada es individual y la pantalla no alcanza a reflejar toda esa variedad. Es imposible. Eso no quita que sean hechos de la realidad.

“He cubierto todos los alzamientos militares que hubo en la época democrática a partir de 1987, pasé por catástrofes naturales, vi gente morir, fui testigo de hechos altruistas y otros injustos. Habiendo visto todo eso, la vida me sigue sorprendiendo.”

–¿Estás acostumbrado al drama?

–He cubierto todos los alzamientos militares que hubo en la época democrática a partir de 1987, pasé por catástrofes naturales, vi gente morir, fui testigo de hechos altruistas y otros injustos. Habiendo visto todo eso, la vida me sigue sorprendiendo.

–¿La tuya es una profesión que da oportunidades?

–Permanentemente. La noticia, por un lado, no tiene espacio ni tiempo; ocurre cuando ocurre. Esta profesión permite atravesar el tiempo y el espacio sin tener un peso. Las experiencias que habilita el periodismo muchas veces son inalcanzables hasta para un millonario. Hay que ser capaz de contemplar el horror y la belleza hasta que un día te das cuenta de que podés decir “yo estuve ahí”. Eso es magnífico.

Fotos: Alejandro Calderone Caviglia

Producción general: Gimena Bugallo

Coordinación general y estilismo: Florencia Herrera @floriherrera2110

Agradecimientos: Perramus @perramusoficial, Teran @teranargentina

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