Porno mainstream: mitos y engaños de una industria que perpetúa estereotipos

Cómo se construyen imaginarios poco realistas con relación al placer. Cinco mitos del porno que dañan las relaciones sexuales.

Después del Día Internacional del Orgasmo Femenino y con las redes sociales inundadas de datos sobre la brecha orgásmica, un estudio publicado por la revista Psychological Medicine y realizado a cien mil hombres y mujeres heterosexuales, analizó el impacto de la pornografía en la vida sexual de las personas. 

Si bien en los últimos años muchos especialistas comenzaron a investigar el tema, preguntándose por la manera en que el consumo de pornografía modela el imaginario sexual, deseo y, por tanto, actitud a la hora de tener un encuentro, esta vez el foco se puso en un factor determinante: el género de cada uno de los encuestados.

“Los hombres y las mujeres suelen tener preferencias sexuales diferentes en promedio, por lo que parecía razonable pensar que podrían diferir en sus comportamientos sexuales luego de ver porno”, explicaron sus autores en la revista Aeon

Teniendo en cuenta que el estudio se concentró sobre todo en los efectos del porno heteronormativo o mainstream, y por tanto en un segmento de hombres y mujeres de entre 18 y 25 años hetero-cis (lo cual excluye a otras identidades de género y sexualidades), quizás uno de los hallazgos más interesantes sea que se identificaron dos patrones bien diferenciados.

En promedio, cuánto más porno tradicional miraban los varones, menos competentes sexualmente se sentían y menos satisfechas se encontraban sus parejas. Por el contrario, la frecuencia de consumo de porno en mujeres jóvenes estuvo asociada con una mayor “competencia” sexual y menos problemas sexuales, así como también resultó más positiva la respuesta de sus contrapartes masculinas. Pero… que nadie cante victoria.

“El porno mainstream es un modelo de consumo coitocentrista. En la ficción, la penetración es el centro de los encuentros sexuales, y todo lo que sea besos, roce o sexo oral se reconoce como ‘la previa’. Exigente, ¿no?”

Celeste Simón, psicóloga y sexóloga clínica

LADO H

“Para los hombres, el consumo de porno clásico puede sostener estándares inalcanzables, generando así un aprendizaje irreal sobre la satisfacción propia y de la persona con la que se tiene un encuentro sexual”, opina la licenciada Celeste Simón, psicóloga y sexóloga clínica.

Pareciera, irónicamente, que el porno tradicional (creado en una industria dominada por los hombres, que además busca saciar sus necesidades e imaginarios) opera como una amenaza psicológica en la medida en que prevalece la comparación con estándares poco realistas. Entre los principales problemas para los varones se encuentran la insatisfacción con el tamaño del pene, pensamientos intensivos sobre la performance durante el coito y problemas con la duración de la relación sexual. 

Como para corroborar estos miedos e inseguridades que se les presentan a los varones jóvenes, Simón desarrolla algunas de las características claves de la industria. “El porno mainstream es un modelo de consumo coitocentrista. En la ficción, la penetración es el centro de los encuentros sexuales, y todo lo que sea besos, roce o sexo oral se reconoce como ‘la previa’.

Exigente, ¿no? En el estilo de porno clásico, la eyaculación y el orgasmo son el objetivo (es decir, finaliza el video cuando el hombre eyacula), además de que sigue ofreciendo una genitalidad irreal (penes grandes, erecciones y coito prolongados). Esto genera lo que en la consulta clínica llamamos ‘ansiedad sobre el desempeño sexual’. Además, nunca se ve un preservativo. Estos estándares irreales podrían generar malestar y hasta evitación del encuentro sexual.”

LADO M

Si bien es interesante observar el impacto negativo del porno tradicional en los hombres, quizás también haya que relativizar los hallazgos en las mujeres, ya que se debería tener en cuenta el componente cultural con relación al rol de la mujer que se muestra en este tipo de porno y que la sociedad impone como regla. “Aunque la frecuencia de uso en mujeres se asoció con una mayor ‘competencia’ sexual autoinformada y menos problemas sexuales (es decir, cuanto más porno miraban las mujeres, más satisfechas tendían a estar sus parejas masculinas), la conclusión tiene mucho sentido si el rol de la mujer se basa en satisfacer a su pareja sexual”, contextualiza Simón.

ALGUNAS CONCLUSIONES 

Si se tiene en cuenta la última encuesta que la app de citas Inner Circle realizó en la Argentina, pese a que el 54% de los usuarios encuestados reveló haber fingido un orgasmo en algún momento, el 46% dejó en claro que prefiere hablar con el otro para que sepa que tiene que mejorar la dinámica. Todo indicaría que, pese a la brecha orgásmica que hay entre hombres y mujeres heterosexuales, existe un deseo genuino por una sexualidad más plena, proyectando un horizonte en el que más personas puedan hablar libre y honestamente sobre sus deseos.

Sobre la pregunta de si el porno es bueno o malo, quizás haya que entender primero de qué tipo de porno hablamos, y entender que la representación de otras identidades de género, sexualidades y cuerpos es fundamental. Algo en lo hace hincapié el porno feminista, un género que corre el foco del coito y reconoce a la mujer como sujeto sexual pleno. 

“¿Entonces, el porno está mal? No. El porno puede ser un recurso erótico para muchas personas. Pero el porno mainstream, si la persona que lo consume no recibió una adecuada educación sexual, puede construir una concepción alejada de la realidad”, concluye Simón.

Cinco mitos del porno que dañan las relaciones sexuales

1. La mujer siempre llega al orgasmo a través de la penetración 

Aunque el porno mainstream se encargue de perpetuar esta idea, es importante saber que la forma más efectiva de alcanzar un orgasmo para las mujeres es a través de la estimulación del clítoris. Esto puede darse de muchas maneras por fuera de la penetración: sexo oral, masturbación o estimulación con juguetes sexuales son algunas de las alternativas. 

2. Nadie se cansa o se distrae durante el sexo 

Lo primero que hay que tener en cuenta es que el porno es un género de ficción. Por lo que no solo se cortan y se editan escenas, sino que los que participan son actores. “En el porno nunca ves una dificultad, no hay penes que se bajen, no hay eyaculaciones antes de tiempo. Todo es poco real. La mayoría de las veces los actores están inyectados con un vasodilatador que mantiene la sangre en el pene para sostener la erección, por ejemplo”, explica la licenciada Cecilia Ce, psicóloga y sexóloga clínica. 

3. El orgasmo es el único objetivo del encuentro

En el porno clásico, la eyaculación y el orgasmo son el único objetivo del encuentro sexual, pero es importante entender que no todo tiene que ver con “llegar” (¿hasta dónde?), sino también con la exploración, el juego, los mimos, el cuddling, la fantasía y el consenso. “El orgasmo puede ocurrir y, sin embargo, podemos no sentir satisfacción; que aquello que nos hace sentir bien pase por otro lado”, propone Cecilia Ce. 

4. A mayor tamaño del pene, más placer

Este es uno de los mitos más perpetuados por la industria del porno y, según los especialistas, una de las consultas más habituales entre hombres. Sin embargo, muchas veces ocurre que, a mayor tamaño o profundidad de la penetración, lo que se obtiene es molestia o dolor. No olvidemos que hay una industria que lucra con las inseguridades masculinas.

5. El preservativo es invisible 

¿Alguna vez viste un preservativo en una película porno? Nosotros tampoco. Y las consecuencias están a la vista: según la última investigación de AIDS Healthcare Foundation, en la Argentina solo el 14,5% de la población utiliza preservativo en todas sus relaciones sexuales. Por esta razón, y por la seguridad de los actores (se han dado casos de contagios de enfermedades de transmisión sexual entre las estrellas porno), es que existe una gran polémica dentro de la propia industria con respecto a mostrar relaciones sexuales de riesgo. 

Ilustración: H Vargas

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