Pablo Bernasconi: cómo es la última gran muestra del ilustrador argentino 

Dibujos originales combinados con música y poesía, esculturas, collages e instalaciones inmersivas intentan abarcar los confines conceptuales del universo.

El infinito fue primero un libro, hermoso, del ilustrador argentino Pablo Bernasconi. Textos y poesías brevísimas, como haikus, para acompañar sus ilustraciones en un intento de poner en palabras lo inabarcable.

“El infinito es una cajita musical llena de silencios”, se lee, por ejemplo, en una de sus páginas. En los márgenes de las hojas, en un color tenue, casi pasando inadvertidas, se ubican algunas fórmulas o ecuaciones que ayudan en la intrincada labor. E=mc2 es la teoría de la relatividad, y 1,68033987 es phi, o el número áureo, pero también asoma tímido B612, el planeta donde vive el Principito en la novela del francés Antoine de Saint-Exupéry.

Porque no solo de ecuaciones y fórmulas se puede aprehender el mundo, sino también de poesías y metáforas. Y es con esta idea, y con base en este libro finalista del prestigioso premio Hans Christian Andersen, que nació la exposición El infinito, hasta el 9 de octubre en el Centro Cultural de la Ciencia (C3) de Buenos Aires.

Cómo es la muestra de Pablo Bernasconi

Este lúdico recorrido por la exposición se puede pensar como una ampliación interactiva, en el plano físico, del libro publicado en 2018 por Sudamericana: un intento de abarcar los confines conceptuales de este universo desde la metáfora y la retórica para fundamentar lo inexplicable, lo inasible, dándole escala humana y apelando a la poesía visual y escrita.

Además de exhibir las 30 obras originales y sus textos, la muestra se complementa con “artefactos metafóricos”, en palabras de Bernasconi (esculturas, pinturas, collages, instalaciones y dispositivos), que colaboran con el entendimiento del concepto “infinito”.

El infinito es una suerte de ensayo donde intenté desde muchos puntos de vista asomarme a este concepto que es tan complicado, tan inasible, tan misterioso y tan mágico. Hablar del infinito nos excede en nuestra condición de humanos, entonces lo que hice fue invocar, como hago siempre, a la poesía ilustrada. Lo hice de una manera interdisciplinaria, por eso en la exposición incluí la física, la astrofísica, la filosofía, las matemáticas, la música y otras artes”, cuenta Bernasconi, radicado en Bariloche, en diálogo con El Planeta Urbano

La ciencia, la literatura y la filosofía dicen presente puertas adentro de la exposición, pero también lo absurdo, lo lúdico y lo humorístico. Ya en el ingreso a la exposición sorprende una imagen que sobresale de la pared, como intentando atravesarla: un inmenso unicornio intenta emerger detrás de una delgada pero resistente tela blanca, que se estira por la fuerza de su cuerno erguido, generando una imagen tan fantasmal como febril. 

“Si hay un principio antes tuvo que haber un fin, y eso es una cosa cíclica, entonces el infinito tiene dos extremos; no es solo hacia adelante, sino también hacia atrás. Y si hay un infinito hacia atrás y un infinito hacia adelante, las posibilidades son infinitamente posibles, por estadística. Entonces, yo pensaba: si pudiese sacar la mano al final de lo que llaman la frontera de última dispersión, el último registro de nuestro universo, ¿qué pasa del otro lado?, ¿qué hay al final de todo? Bueno, puede haber un unicornio que sale de una pared, perfectamente”, dice Bernasconi, divertido, sobre esa obra que da la bienvenida.

Una exposición que mezcla la filosofía con lo absurdo

Una vez dentro de la exposición hay violines destrozados, algunos dados (de esos con los que Dios no juega, según decía Einstein), un universo de lápices de distintos colores, una arveja que intenta representar el sol a ínfima escala junto a una cinta métrica, una escalera que conduce a ningún lado y cables que penden del techo buscando conectar sitios hacia donde se extienden los puntos del infinito. Frente al bálsamo de la poesía, nada queda afuera.

“La muestra es interactiva por el hecho de que involucra todos los sentidos. Lo que tenemos que hacer para asomarnos a la idea del infinito es tratar de expandir nuestros sentidos, porque el intelecto se queda muy corto a la hora de intentar tomar este concepto”, asegura el ilustrador sobre la exhibición pensada para ser visitada por público de todas las edades (se recomienda a partir de los 10 años), ya que permite múltiples lecturas. Cada visitante construirá significados a partir de sus conocimientos, intereses y experiencias previas. 

“Todo el universo es una gran broma”, decía el músico estadounidense Frank Zappa, tal como se lee en una de las paredes de la sala, porque no solo de textos de divulgación científica se construye el recorrido sino también de citas de la literatura y otras artes. Pensamientos y reflexiones de Jorge Luis Borges, Alejandra Pizarnik, Franz Kafka o Clarice Lispector en torno al tiempo, el espacio, la inmensidad, la pequeñez y hasta la misma muerte van salpicando distintos tramos del itinerario.

“¿Cuánto tiempo es para siempre?”, pregunta Alicia, la heroína de Lewis Carroll. “A veces, solo un segundo”, le responde el conejo blanco, tal como se lee en otro de los muros de la exhibición. “Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito”, escribió William Shakespeare, y Bernasconi trasladó la cita del papel de su libro a la sala expositiva. Para Isaac Newton, del universo “lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos, el océano”.

“Hablar del infinito nos excede en nuestra condición de humanos, entonces lo que hice fue invocar, como hago siempre, a la poesía ilustrada. Lo hice de una manera interdisciplinaria, por eso en la exposición incluí la física, la astrofísica, la filosofía, las matemáticas, la música y otras artes.”

La ciencia detrás

La muestra cuenta con el asesoramiento científico de especialistas del Instituto Balseiro, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), la Universidad Nacional del Comahue y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Por eso, todos los “artefactos” u obras suponen un portal, una entrada, una interpretación artística de un concepto científico complejo, que además está fundamentado en paneles que acompañan cada instalación. 

“Es como definir el infinito desde el lugar más pequeño pero también desde el lugar más grande, el más instintivo, el más afectivo, el más angustiante, el más pasional, o sea, desde un montón de espacios, siempre desde lo poético. Sobre todo porque es una excusa perfecta a la hora de plantearse el alcance de las metáforas”, desmenuza el artista, nacido en Buenos Aires en 1973, autor de Rebelión en Tortoni, El sueño del pequeño Capitán Arsenio y Mentiras y moretones, entre otros.

Un cucharón enorme, pero con una rejilla en el medio, evoca el concepto de los agujeros negros, mientras que las raíces de un árbol emergiendo de una pared buscan representar la materia y energía oscura, que integra el 96 por ciento del universo y no tiene representación en el plano de lo visible. 

Algunos otros conceptos que se abordan desde la metáfora son los multiversos, la edad oscura del universo (astrofísica), Spinoza y la teoría de los modos infinitos, Schopenhauer y la voluntad, la caverna de Platón, Pascal y los dos infinitos (filosofía), la melodía infinita de Wagner, Jorge Luis Borges (arte), la serpiente de uróboros, los laberintos, el Ave Fénix y el Karma (simbología). Siempre con la ayuda del arte, porque en definitiva el arte y la ciencia son por igual esferas de la creatividad humana. Y es innegable la validez y pertinencia de la práctica artística para pensar el mundo en el que vivimos. 

El infinito se puede visitar de viernes a domingos, de 12 a 19, en el C3, ubicado en Godoy Cruz 2270, del barrio porteño de Palermo, con entrada libre y gratuita.

Por Mercedes Ezquiaga

Fotos: gentileza prensa El Infinito 

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