Tinto de Verano: la tendencia que asoma en los bares porteños
Calor abrasador, tierra apisonada. Corre la transpiración, los labios se resecan. La tarde arde y, ahora, el famoso tinto de verano –histórica rueda de auxilio refrescosa de los españoles- sale de las costas del Mar Mediterráneo y llega hasta la República Argentina para acodarse en nuestras barras y cartas.
Bajo el clamor de las historias de sobremesa, verbenas, noches de santos patronos, abanicos, regocijos populares, chiringuitos y terrazas veraniegas, este combinado español que surgió a principios del siglo XX asoma como una alternativa artesanal, noble y práctica, pero con algunas vueltitas de tuerca.
Pariente de la sangría y del clericó, de preparación sencilla y abrazo del pueblo, el tinto de verano no tiene muchos yeites ni dobleces: vino tinto (preferiblemente tempranillo, de mesa; digamos, corrientes pero en buen estado, qué tanto), refresco de limón (o gaseosa, o sifón), mucho, mucho hielo y copón, copón, qué grande sos.
Así, ante la suba de las temperaturas, cuenta la leyenda que hizo zafar a los transeúntes que pululaban por la carretera del Brillante, en el noroeste de Córdoba, España. “¡Vámonos al Brillante a tomar un Vargas!”, escupían los sedientos cordobeses y enfilaban hacia Venta de Vargas, el sitio donde las cálidas tardes se refrescaban con un vaso de vino tinto (dicen que usaban el Valdepeñas, aunque cualquiera a mano estaba bien para menguar la fiebre) con gaseosa. Más tarde, en los ’60 también fue chiche moderno: los jóvenes y los turistas lo convirtieron en fetiche.

Y su desembarco oficial en la Argentina constituye tanto una oportunidad como, también, una bendición. Permite salir de las frituras con cervezas, de los gin tonics, de los vermuts, de los tragos pesados o con alta graduación alcohólica.
Y, fundamentalmente, viene a correr al tinto del lugar de estricto acompañante de las carnes y las pastas. Porque, sí, el vino tinto también puede tomarse en temperaturas más cálidas. Y, aunque le revuelva las tripas a los puristas y mañosos, su uso para cócteles no se yergue como un sacrilegio sino, más bien, todo lo contrario: es pura fiesta.
Por estos días, la tendencia de un vino refrescado está atada directamente a la moda del vino. Se están tomando vinos rosados, vinos naranjos, vinos rosados de malbec, vinos rosados secos. Vinos, vinos y más vinos. Incluso, dentro de los tintos, los tempranillos, aquellos vinos ligeros que permiten vivir la experiencia del encuentro. Vinos que permiten tomar dos o tres copas. Bienvenidos, vinos.
“Hoy en día se está consumiendo muchísimo más vino por copa. Anteriormente, estaba muy asociado a la comida. Hoy se está experimentando más como bebida de reunión: juntarse a tomar una copa de vino sin comer nada o, tal vez, apenas picando algo. Eso te da muchísima más amplitud al horizonte del vino. Le abre mucho el espectro de con qué acompañarlo”, explica Manuel Miragaya, chef y dueño de Growlers, que en sus siete locales ofrece una opción especial de este trago.
Ahí tienen en carta una versión especial y tirada del tinto de verano, preparado en un barrilado bajo una receta propia. “Lo hacemos a base de malbec, con un corte de bonarda. No usamos gaseosa industrial, sino que hacemos una base del cóctel con un cordial cítrico, un almíbar cítrico con dos partes piel de naranja y dos de limón y, después, va sodeado. Eso se embarrila y en los bares se sirve desde la canilla, con mucho hielo, una rodajita de naranja o pomelo, y romero. Eso nos permite tener un cóctel estandarizado y una propuesta artesanal y original replicada en todos nuestros bares”, cuenta Miragaya.

Y continúa: “El tinto de verano es una muy buena puerta de entrada al vino para todos aquellos que tengan un poco de rechazo o no les guste mucho el vino. Y tiene que ver con el cambio cultural de las comidas. La llegada del tinto de verano contribuye a ampliar el horizonte del público probando nuevas cosas”.
Sin marco teórico, los argentinos ya habían experimentado el rebaje de vinos populares –en damajuana, cartón o botellas de etiquetas económicas- con gaseosas. En la actualidad, los bares y restaurantes locales ofrecen versiones más sofisticadas, que van desde gaseosas de lima limón, garnish (acompañamientos, decoraciones, toques y detalles) como rodajas de limón, pomelo y romero quemado hasta quién sabe qué.
“Hay una tendencia de democratizar el vino. Hoy en día se vende hasta vino en lata. Las bodegas dejaron el tradicional vino por copa y se sirve en vaso, en lata, en distintos formatos. El hecho de democratizarlo acompaña esta noción de poder mezclar el vino con algún otro aditivo, como una solución de maracuyá, una solución cítrica, un almíbar y demás”, revuelve Valentino Fabre, socio fundador de PLTZ Street Pub (Arco 5, Av. del Libertador 3883, Palermo).
Allí, en PLTZ, ofrecen un tinto de verano creado con una fórmula exclusiva de la reputada bartender Inés de los Santos realizada en barriles de 20 litros, con vino malbec, almíbar de maracuyá especiado y una solución cítrica que, macerado y en barril, luego se sirve vía canillas.
Hoy está entre los tragos más vendidos. Siempre hacemos renovación de carta constante y este es uno de los pocos tragos que quedó vigente. Es un éxito y fue tal el suceso que, siguiendo la línea, empezamos a hacer un clericó de verano”, se explaya Fabre.

Sucede que la demanda por los tragos para el verano, esos ligeros, frutales y carbonatados, contribuye a la tendencia. “Por la tarde, no es lo mismo tomarte un trago sin tanta graduación alcohólica, que sea más ameno y más suave, a tomar algo de mayor complejidad y graduación alcohólica”, desgrana el hombre de PLTZ.
“Para los meses de más calor está buenísimo. Es una versión ligera. No tiene mucho alcohol, como 4, 5 o 6 grados como mucho. Es bien fresquito, es suave”, refuerza Gonzalo “Lonza” Álvarez, dueño de DOC Bar de Vinos (José A. Cabrera 4977, Palermo Soho). En este caso, hicieron una versión fácil de tomar y sabrosa, con almíbar de cítricos y especias. “Le fuimos cambiando la fórmula hasta dar con el punto justo.
Es bien fácil de tomar y sabroso. Además del almíbar de cítrico, del vino y las especias, está carbonatado: es decir, tiene gas. Se sirve en un copón grandote, mucho hielo y la rodajita de naranja que te da algo en nariz cuando lo tomás”, se explaya.
Agradable para todos los paladares, amigable, de consistencia ligera. “Está bueno porque es otra forma de tomar vino”, completa Lonza. Versiones caseras, remixes, clasicones, jugadas, bebida para todos los paladares: simple, fresca y rica. “La verdad que es un caño, está súper de moda”, celebra Miragaya. Lo hacían los abuelos, lo hacen los bartenders cool. Y, con el fenómeno ensanchándose delante de sus ojos, concluye: “El tinto de verano garantiza el consumo de la bebida durante todo el año. Te abre el espectro de la góndola con el producto enlatado y hasta tiene varias aristas para explotar. Veremos hasta dónde llega todo esto”.

Paso a paso hacer un buen tinto de verano:
1- Llenar la jarra de hielo hasta la mitad.
2- Echar la mitad de vino y de refresco de limón o gaseosa y remover toda la mezcla.
3- Antes de servir, agregar unas rodajas de limón o pomelo para decorar la jarra.
4- Levantar las copas, brindar y, ahora sí, disfrutar.
Destacado
“El tinto de verano es una muy buena puerta de entrada al vino para todos aquellos que tengan un poco de rechazo o no les guste mucho el vino.”
(Manuel Miragaya, Growlers)