El destino con playas y termas que pocos conocen y queda a menos de 4 horas de Buenos Aires
Una periodista de El Planeta Urbano viajó a Colón, Entre Ríos, y te cuenta su experiencia. Es una ciudad que tiene de todo: playas, aguas termales, deportes acuáticos, sitios históricos y un increíble parque nacional con bellezas naturales únicas en el mundo.
Son las 7 de la mañana. En la estación terminal de Retiro está empezando a amanecer y ya sale el micro de Flecha Bus que me llevará a esta escapada a Colón, Entre Ríos.
Quién habrá sido el que impuso en turismo esa idea de “escape” de un lugar para pasarla bien en otro. Y, para mí, en este viaje funciona ese concepto: tomarme un tiempo de relax, escaparme del cemento para sumergirme en agua (literal) y naturaleza.
Esta ciudad entrerriana tiene todo para vivir esta experiencia, está sólo a unos 320 kilómetros de Buenos Aires, cruzando el puente Zárate Brazo Largo, y subiendo por la ruta 14.
Para mí el viaje en bus es más que llegar al destino, es mi momento de conexión conmigo misma. No se trata de llegar rápido sino de disfrutar cada momento del trayecto. Tengo unas horas para mí, para organizar mi agenda, ver los contenidos que voy a hacer en el destino, leer, descansar y relajarme mirando los paisajes por la ventanilla.
La mirada se limpia. Los caminos se vuelven pueblos en algún momento, la vegetación muta en cada trayecto. El cambio también es interno, como si el vértigo citadino se fuera perdiendo a medida que el micro avanza en la ruta.

La llegada a Colón, Entre Ríos
El relax no sólo viene de mirar por la ventanilla, también hay que ayudarlo con aguas tibias y masajes, y para esto es ideal este destino. Estoy alojada en el hotel & spa Costarenas, fue muy fácil reservar a través del WhatsApp que aparece en su web. Y, si se puede, es ideal para una escapada entre semana. Placer total.
Ya las vistas desde las ventanas del cuarto del hotel relajan. Los dos rectángulos vidriados son obras vivas: las hojas de las palmeras que bordean la calle del hotel y la costanera, el río Uruguay que corre detrás de la baranda costera. La postal perfecta. Y esto recién comienza.
Una caminata corta me lleva al Parque Quirós. Está sobre la costanera, en la parte más alta de la ciudad, en una barranca con escaleras entre árboles frondosos.
La vista desde aquí es increíble, y sobre una de las paredes me llama la atención un gran mural con imágenes de animales autóctonos, es una pintura comunitaria, iniciativa de la empresa Flecha Bus y Pinta Argentina. Le da el toque de color al parque.

Día 1: Relax en las termas de Colón
El día se nubló, pero eso no impide que vaya a las Termas de Colón (por el norte de la ciudad), eso es lo bueno del turismo termal: se puede disfrutar con diferentes climas, todo el año. La temperatura de sus aguas va desde los 35 a los 40 grados.
Al ser mineralizadas, bicarbonatadas, sódicas, y cálcicas traen beneficios para la salud. En total hay 13 piletas frente al río Uruguay. Me gustó mucho que las que tienen sistema “hidrojet” son con encendido por sensores de movimiento, una forma de cuidar la energía. Cada sector cuenta con un refugio vidriado de uso libre. Agua, agua, agua que fluye tibia y relajante.

Día 2: Inmersión en la naturaleza en el Parque Nacional El Palmar
El 2do día me levanto emocionada. Porque me espera una visita al Parque Nacional El Palmar, un lugar que tenía pendiente. Está a unos 45 minutos de viaje desde el centro de Colón. En la entrada me encuentro con Nahuel Abdala, de Parques Nacionales, para guiarme en el recorrido.
Me asombra que las palmeras butia yatay más altas pueden tener entre 250 y 300 años. Están dispersas en las 8.213 hectáreas que ocupa el parque, creado en 1966.
Comenzamos por el sendero La Glorieta, la selva en galería forma una verdadero techo, es una caminata corta y sin dificultad, la temperatura baja, ya que posee un microclima. Cierro los ojos, y escucho los sonidos de la selva, el canto de los pájaros, el agua del río El Palmar que atraviesa el parque, se siente verdadera paz.

La otra caminata lleva a la playa sobre el río Uruguay, y al Sendero histórico, para recordar el paso de los jesuitas por estas tierras, se ven las ruinas de una calera, donde trabajaban los charrúas, habitantes originarios, las de un horno, también las Cañoneras donde se luchó contra la invasión portuguesa.
Y en todo el trayecto siempre aparece un carpincho con su envidiable parsimonia. Un dato, no se puede entrar al parque con mascotas.

Spa y relax en el Hotel Costarenas
Para despedirme de Colón y completar el relax, luego de estas caminatas, toca conocer el spa del Hotel Costarenas, donde me alojé. Está en el subsuelo, hay varias piscinas con agua entre 35 y 37 grados (hay una con agua fría, para los valientes), masajeadores de agua por chorros, sauna seco y húmedo, ducha escocesa, reposeras y camastros dobles para relajarse y por supuesto, masajes.
Luego de esta cálida experiencia acuática-sensorial, donde se equilibra el cuerpo y la mente, se siente más energía y qué lejos quedó el estrés.

El tiempo es otro de los valores de Colón, no surge el apuro, mis pasos se hacen más lentos para caminar la ciudad, conocer sus plazas: la San Martín o la Washington, la calle principal 12 de abril, el edificio de la Biblioteca Municipal, la ex estación fluvial frente al puerto, donde desde 1981 funciona la Secretaría de Turismo de Colón, donde me ayudaron con información y recomendaciones para este viaje increíble. Me voy renovada, y con ganas de seguir conociendo nuevos lugares.
Encontrá más información en @hotel.costarenas.spa @flechabusoficial y https://www.colonturismo.tur.ar/