Ruta de los Acantilados: un recorrido entre el océano, playas y fauna local
Detalles y postales de los paisajes de la Ruta Provincial Nº1, la arteria secreta que une dos puntos cardinales en la Argentina.
La Ruta Provincial Nº1 bordea poco más de 200 kilómetros del litoral atlántico y nos ofrece un trayecto inundado de paisajes marítimos que combina bahías, médanos, fauna y oleajes. Se extiende desde la ciudad de Viedma hasta el Puerto San Antonio Este, uniendo así, dos puntos cardinales.
Emprender este camino implica estar acompañado por el océano, a varios metros de altura, sobre un suelo de costa de rocosa vertical que data de millones de años.
Además, los animales son parte fundamental de estos espacios donde las extensas playas se van abriendo paso a medida que se avanza y las multitudes cesan.
Es por eso que, aprovechando el calor primaveral y en plena conexión con el mar, te mostramos puntos estratégicos de esta ruta para disfrutar durante toda la temporada de sol.
El Cóndor
Allí, donde comienza el acantilado costero patagónico, encontramos este balneario, el primero de una sucesión de playas a las que se acceden por esta ruta. La historia cuenta que este lugar fue nombrado después un barco danés, conocido como “El Cóndor”, que naufragó a finales del 1800.
Sus sobrevivientes se refugiaron en una estancia que, para sorpresa de todos, también estaba administrada por daneses. De hecho, a partir de este incidente, es que se construyó el Faro Río Negro, reconocido como Patrimonio Histórico de la Humanidad.
Aquí las playas son muy amplias y bastante desérticas, sobre todo, fuera de temporada y muchos turistas se acercan para practicar surf, windsurf, kitesurf y bodyboard. Los acantilados son hogar de la colonia de loros más grande del mundo por lo que, si lo que estás buscando es absoluto silencio, es mejor ir en otra dirección.
Un dato no menor es que en esta villa marítima se inauguró el Memorial Malvinas, una obra para homenajear y recordar a los caídos y ex combatientes de la Guerra.
Bahía Creek
Este balneario está ubicado en uno de los extremos del Golfo San Matías, puntualmente, en la costa norte. En este sitio, los acantilados comienzan a perder altura por lo que su declive es mucho menor y los llaman “activos”, puesto que retroceden algunos centímetros cada año. Sin embargo, es aquí donde las aguas se tornan más claras (azules cristalinas) y calentitas y la arena es mucho más suave.
Si bien aún no hay servicios públicos, hay algunas proveedurías para abastecerse, un hostel o refugio y un camping, muy popular entre los jóvenes, con agua caliente. La tranquilidad que ofrece este lugar no tiene comparación, son muy pocos los habitantes (cinco según un último registro del INDEC de hace algunos años) y los turistas no abundan por lo que reina la paz y el descanso.
A tener en cuenta: el acceso a la localidad está condicionado a los factores climáticos ya que para llegar a la bahía, el camino es de ripio y las lluvias y vientos podrían generar modificaciones.
Punta Mejillón, Río Negro
Un dato curioso de este sitio es que, en verdad, se llama Pozo Salado. Incluso, algunos carteles viales todavía lo identifican así, pero es popularmente conocido por el nombre de Punta Mejillón. Esta área natural protegida, que se encuentra en la costa norte del Golfo de San Matías, se destaca por regalar playas vírgenes de arenas extensas resguardadas por imponentes acantilados.
Sus aguas, algo tibias y de color turquesa, tienen muy poco oleaje. Es una de las joyas de este recorrido para aquellos que buscan paz y tranquilidad. Hay muy pocas casas y muchas de ellas fueron sepultadas por las arenas de los médanos vivos. Aquí se pueden ver varias especies de aves playeras y un apostadero de lobos marinos.
Es un lugar con un acceso de dificultad media, por eso no es muy visitado por los turistas. Los valientes que emprendan la aventura de llegar, tienen que proveerse de todo porque ahí no encontrarán un área turística, pero también serán recompensados con una de las playas más bellas, serenas e íntimas del país.