Qatar 2022: a la fiesta del fútbol aún le faltan unos cuantos colores
Por Anuka Fuks
Nervios, murmullos, suspiros, tensión, predicciones. Todo eso trajo en los medios de comunicación y las redes sociales el reciente sorteo de la Copa del Mundo 2022, que se jugará en Qatar del 21 de noviembre al 18 de diciembre. Pero tres días más tarde, de nuevo la atención volvió a recaer sobre el contexto sociopolítico del país anfitrión.
Las autoridades qataríes encargadas del evento anunciaron que sacarán todas las banderas del orgullo LGBTIQ+ que haya en los estadios. ¿Sorpresa? Ninguna. El encargado de la seguridad policial, Abdulaziz Abdullah Al Ansari, dijo en una entrevista con la agencia AP que la medida será en función de “proteger” a las personas del colectivo de una posible agresión.

Las declaraciones van en sintonía con los anuncios que había hecho a fines del año pasado el presidente del comité organizador de la Copa del Mundo, Nasser Al Khater, cuando señaló públicamente que los hinchas del colectivo LGBTIQ+ “tendrán derecho a viajar al país y asistir a los partidos”. Sin embargo, en esa misma entrevista enfatizó que “las demostraciones públicas de afecto están mal vistas en todos los ámbitos”.
Sus afirmaciones suenan a esa canción de Sudor Marika que dice: “Está todo bien con que ustedes se casen/ Pero no da que se besen en la calle/ Está todo bien con que ustedes se casen/ Pero hijos no, porque raros les salen”. En ese momento, Al Khater había salido a responder los dichos del australiano Josh Cavallo, el primer jugador de fútbol profesional en hablar públicamente de su homosexualidad a través de un video en sus redes sociales. Él mismo, a finales de 2021, había asegurado tener mucho miedo de viajar a Qatar por la persecución al colectivo LGBTIQ+.
Según el informe “Homofobia de Estado”, realizado por la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA), en diciembre de 2020, de los 193 Estados miembros de la ONU, 69 continúan criminalizando la identidad de género y orientación sexual. De esos, la organización señala que en 34 países se han implementado activamente leyes de criminalización desde 2015, en donde las personas LGBTIQ+ pueden ser denunciadas y detenidas en cualquier momento, condenadas a prisión o a pena de muerte. Uno de ellos es Qatar.

¿Qué dice la legislación? El sistema judicial qatarí se basa en la Shari’a, que establece la criminalización de la sodomía con más de cinco años de encarcelamiento y hasta la pena de muerte para determinados casos. Además, señala que las personas extranjeras, frente a actos de homosexualidad, pueden ser deportadas. Otro punto es que el delito de adulterio (zina) hace que cualquier acto sexual de una persona fuera del matrimonio sea punible con prisión o con pena de muerte.
Esto mismo le sucedió a la mexicana Paola Schietekat, de 27 años. Había llegado a Doha en febrero de 2020 para trabajar junto con el gobierno qatarí en la organización de la Copa del Mundo. Después de un año y medio en el país, fue a hacer una denuncia por abuso sexual. Pero las autoridades la acusaron de tener “sexo extramarital”, le exigieron hacer una “prueba de virginidad” y luego la condenaron a siete años de prisión y cien latigazos. Como alternativa, le dijeron, podía evitar esa pena si se casaba con su agresor.
Machismo, políticas LGBTIQ+ odiantes, condiciones y tratos indignos de trabajadores inmigrantes. Este es el contexto para nada auspicioso en donde se jugará el Mundial este año; y en las declaraciones a la prensa, el jefe de seguridad Al Ansari fue muy claro: “No podemos cambiar las leyes. Uno no puede cambiar la religión durante 28 días de Copa del Mundo”.

SOPLAN OTROS VIENTOS Y FLAMEAN LAS BANDERAS
A la FIFA nunca le importó demasiado el contexto sociopolítico de los países anfitriones. Business is business. El derrotero es cada vez peor: de Rusia 2018 a Qatar 2022. Dos países con una marcada persecución y criminalización al colectivo LGBTIQ+. Antes de la edición rusa de la Copa del Mundo también existieron denuncias, reclamos y llamadas de atención desde la comunidad disidente por las políticas del presidente Vladímir Putin y por los llamamientos, exactamente iguales a los de las autoridades qataríes, a no mostrarse en público. ¿Qué sucedió? Varias personas fueron atacadas durante el Mundial.
Algo parece disonante en las elecciones de las sedes de la FIFA en relación con los avances y conquistas de derechos en todo el mundo por parte de los feminismos. El año pasado se realizaron los Juegos Olímpicos en Tokio y las banderas del orgullo LGBTIQ+ flamearon alto. Escuchamos al clavadista inglés Tom Daley decir: “Soy un hombre gay y también un campeón olímpico”. También la vimos a Nike Lorenz, capitana de la Selección alemana de hockey sobre césped, jugar con una cinta y medias con los colores del orgullo. Además, por primera vez en unos Juegos Olímpicos, participaron personas trans y no binaries. Como fue el caso de la levantadora de pesas Laurel Hubbard y de le futbolista canadiense Quinn, que además se llevó una medalla de oro con la Selección de Canadá.

En 2019, cuando terminó el Mundial de Fútbol Femenino en Francia, Megan Rapinoe, capitana del equipo estadounidense que resultó campeón, dijo bien claro: “No se puede ganar sin homosexuales en tu equipo”. Lo dijo riendo y levantando la bandera del orgullo. A ella se suman muchísimas futbolistas, sobre todo, que hablan abiertamente de su lesbianismo y lo hacen desde una reivindicación política. Lo hicieron las jugadoras Pernille Harder y Magdalena Eriksson (en pareja desde 2013), la argentina Macarena Sánchez y la neerlandesa Vivianne Miedema, entre otras. Las voces son muchas, y cada vez son más fuertes y claras. En vistas de estos avances y reclamos, también los clubes de fútbol toman decisiones frente al homo-lesbo-trans-odio. Sin embargo, la Copa del Mundo sigue quedando lejos de estos horizontes.
El Mundial de fútbol masculino es el evento más convocante del ámbito deportivo a nivel internacional. ¿Tiene sentido seguir exigiéndole a la FIFA que se lleve adelante en países donde se respeten los derechos humanos? ¿Se desarman estas lógicas entramadas en el seno del capitalismo y del patriarcado? Con suntuosas y lujosas torres, con autos último modelo y catalogado como el país más rico del mundo, Qatar (y su Mundial) no tiene atisbos ni siquiera de parecerse a una fiesta.