Asado, pastas, picadas y pulperías: 4 pueblos bonaerenses que se destacan por su oferta gastronómica
1. Uribelarrea
Sólo 84 kilómetros separan a Uribelarrea de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En una hora de auto, la ruta 205 lleva a este pueblo perteneciente al partido de Cañuelas y fundado en 1890 (también se llega en micro o tren), que en los últimos años -gracias al boca a boca- se ha convertido en una especie de meca gastro.
Ese desarrollo relacionado con la comida está apoyado en restaurantes de campo, charcuterías, pulperías, casas de té y ferias de emprendedores, pero es preciso también mencionar actividades paralelas como caminatas y paseos a caballo, ya que, en conjunto con las propuestas culinarias conforman un despliegue de ofertas que hacen que el combo cierre a la perfección.
El pintoresquismo de sus calles tiene reflejo en edificios emblemáticos, como la Iglesia Nuestra Señora de Luján (diseñada por el célebre arquitecto Pedro Benoit) o la Escuela Agrotécnica Salesiana “Don Bosco”, cuyos alumnos producen y venden dulce de leche, quesos, huevos, mermeladas, escabeches y chacinados.
También la Plaza Centenario, el Museo de Maquinaria Agrícola o la vieja estación de tren invitan a hacer un paneo –breve, son sitios para visitas cortas- por la historia de este pueblo de una zona agrícola/ganadera de la Provincia de Buenos Aires.

Por supuesto que el gran atractivo de Uribelarrea está en los locales relacionados con la gastronomía, una treintena de espacios donde se mezclan sabores tradicionales con ambientes camperos que hacen la experiencia completa.
Una de las citas obligadas para tomarle el pulso a este desarrollo es Pueblo Escondido (Don Bosco 499), un bodegón de campo que está abierto desde 2003 y donde se afina el arte de la buena charcutería, basada en recetas italianas heredadas de la familia de los propietarios. También ofrece la oportunidad de sentarse a degustar una picada, pastas o hamburguesas caseras ahí mismo.
Otros de los imperdibles del pueblo es La Pulpería de Uribe (Hermana Gufani 365). Lugar pequeño pero con espacio al aire libre muy disfrutable, es bar de mate –sí, bar de mate- y, haciéndole honor al mote, vende recipientes de todo tamaño y material, además de termos y bombillas. A los productos típicos regionales hay que sumarles los alfajores de elaboración propia, de esos souvenires que hay que llevarse sí o sí de Uribelarrea.
2. Carlos Keen
Otro nuevo clásico de las escapadas gastro (aunque su auge es anterior a el de Uribelarrea ya que en 2003 dio comienzo su desarrollo como polo especializado) es esta pequeña localidad perteneciente al partido de Luján. A sólo 75 km de CABA, es ideal para disfrutar el aire libre ya que se destaca por sus lindos paisajes y el despliegue de muchas actividades, además de las relacionadas con la gastronomía.
En ese sentido, como muchos de los pueblos rurales bonaerenses, mezcla un caserío antiguo con grandes extensiones de campo. El primero está presente en las fachadas de las construcciones típicas de fines del siglo XX. Fácilmente transitable (su extensión apenas abarca 6 a 8 cuadras de largo por 2 a 4 de ancho) es un lugar para visitar entre el mediodía y las primeras horas de la tarde.

Fundado en 1888 al servicio del ferrocarril -las locomotoras debían cargar agua a la salida de Luján- lleva el nombre de un abogado, periodista y militar argentino que murió muy joven por fiebre amarilla, contraída en su participación en la llamada Guerra de la Triple Alianza.
Para llegar en auto hay que tomar Acceso Oeste, bajar en el kilómetro 72 y luego transitar 10 kilómetros por un camino rural conocido simplemente como el acceso a Carlos Keen. Y si bien no hay transporte de larga distancia que llegue al pueblo, sí existe una combinación de colectivos: la línea 57 hasta la terminal de micros de Luján, y de ahí el 503.
Antes de sacar cuchillo y tenedor, se pueden recorrer brevemente (aquí es todo a pequeña escala) la Plaza Central, la vieja estación de tren y la feria artesanal. También la Capilla de San Carlos de Borromeo (inaugurada en 1906), el Museo Rural (frente a la estación de tren), la Sociedad de Fomento o el Granero Museo.

En referencia a lo gastronómico, el pueblo se prodiga en más de una veintena de locales aunque su fuerte son las parrillas. Una de las más recomendadas es La Casa de la Ñata (General Paz y San Carlos), donde ofrecen carnes a las brasas, picadas y pastas. Y también Lo de Tito (Bernardo de Irigoyen 251), una parrilla libre que se halla un poco retirada de la zona de restaurantes y ofrece tranquilidad con sus mesas al aire libre, que dan la posibilidad de comer en un lugar amplio y relajante, bajo los árboles.
3. Tomás Jofré
Una hora y media de viaje en auto (también por Acceso Oeste, aunque en combinación con la RN 5) separan CABA de Tomás Jofré, pueblito muy cercano a Mercedes y ubicado a 98.9 km de Buenos Aires. Es, como los nombrados arriba, uno de esos lugares que durante los fines de semana cambia su fsonomía al recibir la visita de miles de personas.
También el ferrocarril es responsable en gran parte de su buen destino, ya que el abogado mercedino cuyo nombre bautiza a la estación de trenes (el pueblo por catastro se llama en realidad Jorge Born, pero esa es otra historia) intervino para que el trazado ferroviario pasara por la zona. Un acto de justicia que no va en desmedro de Born, efectivamente fundador del pueblo.
La cercanía con Mercedes hace que Tomás Jofré sea no sólo un destacable y muy concurrido polo gastronómico sino también escenario de la célebre Fiesta Nacional del Salame Quintero, a la que acuden visitantes de todo el país y del extranjero. Y aunque no posee un variado desarrollo edilicio, ofrece también una pintoresca feria artesanal, y, por supuesto, la chance de hacer paseos en sulky o cabalgatas.

Si bien la cantidad de espacios gastronómicos habla de uno de las localidades bonaerenses con mayor desarrollo al respecto, no hay guía que no señale a Silvano (esquina de calles 804 y 807) como el restaurante pionero de la zona. Y sin discusión: Juan Domingo Pedro Silvano lo inauguró como almacén en 1924. El arranque en este lugar emblemático es con una entrada con jamón crudo casero, queso Pategrás y salame mercedino, acompañados con galletas de puño.
A la hora del principal, como cuenta la periodista experta en gastronomía y viajes Silvina Beccar Varela, “la especialidad son los raviolones de verdura con estofado de pollo, receta original de su esposa Enriqueta, quien cocinó de 1931 a 1963”.
Almacén Fronteras (Calle 812 y Boulevard A), por su parte, alterna menú libre (entrada de quesos y fiambres, pasta –con los consabidos ravioles, uno de los platos repetidos en cada restó de Tomás Jofré-, parrilla, guarniciones y postres, con bebida incluida) con menú a la carta. Entorno natural, juegos para chicos –incluso animales de granja para alimentar- y mucho espacio tanto interior como exterior, para un restaurante de campo que tiene las mejores reseñas en los sitios especializados en turismo.
4. San Antonio de Areco
En constante movimiento siempre, la localidad de San Antonio de Areco es palabras mayores en desarrollo gastronómico (se dice que hay alrededor de 70 locales dedicados al rubro, lo que la hace un lugar de verdadero privilegio). Hace muy poco la chef Paula Méndez Carreras inauguró Corazonada, su nuevo espacio, por dar un ejemplo concreto.
Pueblo al que se accede por la RN 8 tras 110 km de recorrido, es uno de los más tradicionales de la Provincia. La memoria de Ricardo Güiraldes y su "Don Segundo Sombra", el casco histórico, los museos que guardan la tradición gauchesca, los talleres de artesanos, las platerías, las estancias, los bellos hoteles y hospedajes, las cabalgatas, el trekking, las actividades náuticas en el río Areco (y el Puente Viejo, que lo cruza), las excursiones en bicicleta, son sólo algunos de los sitios y actividades que ofrece uno de los pueblos más antiguos de la Argentina, fundado en 1730.

Sintetizar la oferta gastronómica es imposible. Tierra de pulperías, tiene en el boliche de Bessonart (Zapiola y Segundo Sombra) un fiel representante de esta estirpe: 150 años de historia, muy buenas picadas y excelentes empanadas. Nada más, nada menos.
Otros a tener en cuenta, de características similares: El Batará (Arellano 59) y Pulpería Lo de Tito (Matheu 411). El bar Tokio, frente a la plaza principal, es mas terrenal acaso pero respira una innegable mística. Para el cierre dulce se impone visitar la chocolatería La Olla de Cobre (Matheu 433) y llevarse sus respetados alfajores.