Cómo es 'Imagine Van Gogh', la impactante exposición inmersiva que ya vendió 150 mil entradas
Por Mercedes Ezquiaga
Hay expectativa y ansiedad por adentrarse en este tipo de exposiciones –ninguna del estilo se ha visto antes en el país–: son 200 obras en total del pintor neerlandés Vincent van Gogh (1853-1890), desmenuzadas en más de 3.000 imágenes que se verán en simultáneo, en formato de gran tamaño gracias a 48 proyectores de video láser de alta definición sobre las paredes, el suelo y los lienzos de ocho metros de altura distribuidos en el predio de mil metros cuadrados.
Pero aunque los números hablen por sí solos, los cálculos y las cuentas son lo primero que el visitante dejará a un lado y olvidará una vez que cruce la puerta de acceso a la exhibición. Porque “Imagine Van Gogh” es una muestra que invita a sentir, que potencia los sentidos, que deja de lado lo racional para poner en primer plano lo emocional.
Hay que pensar en cada obra de Van Gogh como una pantalla de cine, inmensa, en un espacio casi a oscuras, una danza coreografiada de imágenes, más la música clásica envolvente que sale desde los parlantes. La tecnología de esta muestra en particular se llama Imagen total y nació en Francia, allí donde el artista pintó muchos de sus paisajes.

Tecnología inmersiva, la clave
Hay no menos de 50 exposiciones inmersivas de Van Gogh itinerando por el mundo, pero es la primera vez que una de ellas llega a la Argentina. ¿Y por qué tantas? Hay varias razones para esto, pero además de que las obras de Vincent Willem van Gogh han pasado a dominio público y forman parte del patrimonio cultural común, era un apasionado de pintar paisajes, de analizar los colores, de razonar las paletas cromáticas.
Así, “Imagine Van Gogh” permite, gracias a la tecnología, adentrarse literalmente en La noche estrellada, una pequeña pintura que alberga actualmente la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York, de 70 centímetros de alto. Tan sólo un ejemplo de los múltiples paisajes que el atormentado artista pintó a lo largo de su vida.
La muestra que el productor Daniel Grinbank decidió traer a la Argentina fue presentada por primera vez en La Cathédrale d’Images, en Francia, en 2008. Desde entonces, no detiene su marcha alrededor del mundo. El arte inmersivo explora las emociones, los mecanismos de la percepción y los estados de la conciencia en un entorno transformado, distinto del que acostumbramos. En la era de las redes sociales y del “yo estuve ahí”, pareciera ser la combinación perfecta de una story o un feed. Hashtag Van Gogh.

Un éxito inmediato
En la Argentina, apenas salieron a la venta, se agotaron 50 mil entradas anticipadas en menos de diez días. Y ya se vendieron 120 mil. Todo un récord. En el mundo lleva vendidas un millón de entradas, en las principales ciudades capitales. Además, este tipo de muestras en espacios amplios permite cumplir con el distanciamiento social, lo que lo convierte en un espectáculo a tono con los tiempos de pandemia.
Hay muestras inmersivas de artistas como Frida Kahlo o Gustav Klimt en otros países del mundo, pero en el caso de Van Gogh la combinación con lo inmersivo no podría ser más eficaz: paisajes y más paisajes, terrenales y celestiales; en este caso, los que creó durante los últimos años de su vida, entre 1888, cuando se traslada a Arlés, en el sur de Francia, hasta su muerte, en Auvers-sur-Oise, en 1890.
Paisajes que palpitan
Son bien conocidas las cartas que Van Gogh escribía asiduamente a su hermano Theo, misivas apasionadas donde describe cada uno de los cuadros en los que trabajaba. Los paisajes que veía, la manera en que los percibía; no alcanza con poner manchas blancas en un fondo negro para pintar una noche estrellada, según sus propias palabras: “A menudo me parece que la noche tiene aún más colores que el día, teñidos de violetas, azules y verdes más intensos. Si miras con atención, verás que algunas estrellas son de color limón, otras tienen un brillo rosa, verde, nomeolvides, no azul”, detallaba el artista.
Y sí, algunos pueden imaginar que los acordes de un cadencial reggae podrían sonar luego de esa peculiar descripción. Pero es justamente esa genialidad, esa manera tan particular de ver, lo que convierte un espectáculo con sus obras en lo que será uno de los hitos del año. Paisajes que palpitan, como con movimiento, en un espacio agitado. La noche estrellada fue pintada en el pueblo de Saint-Rémy, en el sur de Francia, donde pasó un año en un hospital psiquiátrico, pintando compulsivamente y escribiendo con el mismo ahínco cartas a su hermano Theo.

En la exposición, el público podrá adentrarse también en Los girasoles, Los lirios o dejarse llevar por la intimidad de El dormitorio en Arlés, una de las obras más famosas, llevada a cabo en la ciudad donde Van Gogh soñaba con crear una comunidad de artistas. Incluso llegó a alquilar una casa para tal fin, la llamada Casa Amarilla, en donde se encontraba la habitación representada en el cuadro. Paul Gauguin llegó a mudarse allí brevemente. “El color debe predominar aquí, dando con su simplificación un estilo más grande a las cosas y llegar a sugerir el reposo o el sueño”, le escribiría el pintor a su hermano para contarle cómo sería ese cuadro en el que estaba trabajando. Y que se verá en La Rural.
Una exposición con 200 cuadros proyectados
A la espera de la inauguración, vale la pena volver a ver en plataformas Loving Vincent, una obra maestra de la cinematografía y una de las más bellas películas de animación dedicada al universo del arte, realizada completamente con pinturas animadas. La primera película de la historia del cine realizada al óleo, a través de 65 mil fotogramas animados, muestra a un joven Armand que debe entregar a Theo la última carta escrita por su hermano Vincent antes de morir.
En los últimos días, y en reiteradas oportunidades, escuché dos preguntas que me hicieron amigos y conocidos: si pensaba visitar la exposición de Van Gogh –claro– y por qué la entrada es tan cara. Acá he sido ambigua. Sé que tres mil pesos es mucho dinero y sé que vale la pena el precio. Tal vez sirva la explicación de los organizadores: “Esta selección de obras de Van Gogh, sencillamente, no podría coincidir físicamente en el mismo lugar y al mismo tiempo”.
Trasladar obras de arte es caro, hay costos de seguro y transporte. Además, los 200 cuadros proyectados en nuestra muestra forman parte de colecciones de distintos países, como el Museo de Orsay de París, la Galería Nacional de Arte de Londres, el Museo Van Gogh de Ámsterdam o el Museo Metropolitano de Nueva York.
El desembarco de “Imagine Van Gogh”, por otra parte, podría significar el inicio de la llegada de muchas otras exposiciones inmersivas, una tecnología que gana cada vez más adeptos en el mundo.
Cómo conseguir entradas
Los tickets se venden en bloques de media hora con aforo limitado, aunque la permanencia en la exhibición no tiene un tiempo preestablecido. Se consiguen en laruralticket.com.ar y en la web oficial imagine-vangogh.com. Vale $3.000 por persona; $2.000 para menores de 12 años, y un pack familiar para dos adultos y dos menores de 12 años, por $8.000. Niños de hasta tres años no abonan entrada.

Créditos
Fotos: Prensa Imagine Van Gogh