Criptoarte: la revolución que llegó para quedarse

Los NFT son el nuevo modo de coleccionismo en activos digitales únicos que viene a desbancar viejas tradiciones en la transacción de arte y el consumo de última generación, planteando otro paradigma en el sector cultural.

Alguna vez hubo una primera persona en el universo que, después de haber mandado quién sabe cuántas cartas, puso “send” en un correo y envió un e-mail. Esa revolución, que conceptualmente hizo al mundo más accesible, significó un paso hacia adelante: adiós a las cartas, bienvenidos los e-mails. Lo mismo sucedió con la democratización de las tarjetas de crédito y de débito. ¿Y el dinero? ¿Dónde está mi dinero en papel?

Esas transiciones llevan tiempo, uso y mucha mucha costumbre. Y ahora, justamente ahora, estamos presenciando un nuevo cambio de paradigma con las criptomonedas, la blockchain y los NFT. Y, en ese entramado, el mundo del arte está virando desde lo físico –adiós a las cartas, al dinero en papel, etcétera– para darle paso al universo digital.

Para explicar sencillo lo que lleva tiempo, uso y mucha mucha costumbre entender, vale mencionar que la autenticidad de ese arte digital, de ese criptoarte, está brindada por un NFT (non-fungible token), una especie de certificado anclado a una blockchain. Y, a la sazón, es una suerte de pedigrí de quien lo posee y quien lo creó.

En internet ya hay galerías de arte digital que se convirtieron en enormes mercados

En criollo –si es que puede bajarse a tierra un concepto tan sinuoso–, un NFT podría funcionar como un certificado. Ese certificado, que históricamente fue otorgado en papel (esto es tuyo porque lo dice “acá”), ahora es digital y está distribuido en una red inviolable, imposible de falsear y extremadamente fácil de chequear. Los NFT son un activo “inimitable” en el mundo digital, que puede ser comprado y vendido como cualquier otro tipo de propiedad, pero que no tiene forma tangible en sí mismo.

Así, como los NFT llegaron para mover el paradigma de “lo coleccionable”, los artistas de diversas ramas ya están volcando su conocimiento, ganas y experiencia al cosmos digital. Ahora bien, como este arte está compuesto de puros ceros y unos, ¿alguien podría tomar una captura de pantalla de mi NFT y decir que también lo posee? Bueno, podría falsificarse o fotocopiarse un cuadro de Picasso, pero: ¿seguiría siendo un cuadro de Picasso? Fin al dilema: el NFT certifica tanto autenticidad como posesión.

“Me interesa la idea de feriar virtualmente, con material que antes quedaba excluido de ferias de fanzines, como los gifs y las animaciones en general.” (Francisco Negrello)

Y la rueda ya está girando. Por ahí, en abril de 2021, la millonaria pop Paris Hilton lanzó una serie de dibujos en NFT y recaudó más de un millón de dólares. Más allá, la actriz Mila Kunis colapsó ethereum con sus NFT llamados “Stoner Cats”, con los que recaudó unos USD 8.700.000.

Y más acá, en septiembre de 2021, el rapero Snoop Dogg reconoció que es uno de los más grandes coleccionistas de NFT del planeta, y bajo su alias Cozomo De Medici, ya lleva acumulados más de 17 millones de dólares. Algo está por pasar, algo está por venir.

“Me metí en el mundo del NFT para motivarme con la pintura y el dibujo, que era algo que hacía desde antes de la música. No le di bola durante un tiempo y el NFT me revivió las ganas de meterle”, reconoce a EPU el famoso rapero argentino Bhavi.

Bhavi, trapero y productor de NFT

“¿Qué es lo que no tiene de interesante el NFT? Es el nuevo mundo, la nueva manera de vender. Son tokens que le dan valor a cualquier cosa, con una propiedad digital. Es descentralizado, así que no dependés de ninguna multinacional. Es tremendo”, continúa el trapero, que acaba de publicar Cinema, su último disco.

Siempre me interesaron las criptomonedas, y cuando vi el arte mezclado con las criptomonedas me interesó un poco más. Lo que me cebaba es que me decían que funcionaba, que había gente que coleccionaba como figuritas pero ‘de cosas que hace uno’”, explica Ber Sektor, desarrollador de videojuegos de Shitty Games, uno de los estudios independientes más polémicos y geniales de la República Argentina.

Y sigue: “Lo más importante es esta especie de revolución del arte. Antes, la forma de promocionar tu arte, venderlo y sacar un rédito era bastante gede porque requería hacerlo muy a pulmón. Y no sacaba casi nada de rédito. Con este mundo es más fácil hacerlo por redes sociales, mostrando los NFT que tenés para que coleccionen tus piezas digitales”.

El criptoarte de Ber Sektor

En ese sentido, el ilustrador Francisco Negrello, alias Odioteodio, que acaba de publicar su libro La última invocación, coincide con Ber Sektor: “Me interesa la idea de feriar virtualmente, con material que antes quedaba excluido de ferias de fanzines, como los gifs y las animaciones en general”. Negrello se metió en el mundo de NFT por recomendación de algunos colegas y, aunque todavía no se volcó a full, ya le está sacando un rédito: “Supongo que mientras más arriba estés, más crédito le sacás”.

Y en internet ya hay galerías de arte digital que se convirtieron en enormes mercados. ¿El caso más emblemático? El de OpenSea, que en 2021 aumentó un doce mil por ciento los volúmenes de negociaciones, con un tendal de NFT de distintas características, precios y hypes. ¿Cuáles pican en punta? Los Crypto Punks, que, por lo menos ahí, se yerguen como los más caros. Sucede que, detrás de esos activos digitales, hay comunidades con usuarios que dan valor. Entretanto, estos tokens se convierten en una especie de recompensa a ese valor consignado.

Estamos presenciando un nuevo cambio de paradigma con las criptomonedas, la blockchain y los NFT

Por su parte, el trapero Bhavi, además de producir NFT, también colecciona algunas obras. “Tenés que saber moverte, como en todo”, avisa. “Primero lo tenés que hacer por amor, no podés entrar por la guita de una porque son movimientos de nicho y de culto, y si entrás para sacar guita, lo vas a hacer una vez y después… vas a quedar ahí, todo escrachado”, concluye. Por todo esto, si los caireles de la vida digital incluyen finanzas, economía, foros, videojuegos y redes sociales, el paso hacia una vida artística 2.0 era apenas cuestión de tiempo.

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