Britto Romero: Energía vital
GENIO DEL MARKETING, INFLUYENTE Y CON UN OLFATO COMERCIAL UNICO, EL ARTISTA BRASILENO DE ORIGEN HUMILDE QUE LLEGO A LO MAS ALTO GRACIAS A SUS CREACIONES POPULARES ASEGURA QUE SU ARTE ES FRUTO DEL AMOR Y LA ALEGRIA DE VIVIR.
La marca Romero Britto se expande como una mancha que va coloreando todo Miami. La ciudad parece tomada por el arte de este brasileño: aeropuertos, tiendas y vidrieras lucen sus trabajos (pinturas, grabados, esculturas de todos los tamaños, piezas de merchandising) de trazos simples y pincel multicolor. Asegura Britto –quien jamás asistió a una escuela de arte– que genios como Picasso o Matisse son su influencia. También afirma que todo lo que plasma en sus obras lleva el sello de la alegría, el amor y el optimismo.
Se sabe, Miami es la meca mundial del arte. Sede del Art Basel y del Pérez Art Museum, amplía ese estatus –colmo de colmos– a un distrito entero: Wynwood. Allí, entre galerías y ateliers, Britto tiene, casi escondido, su búnker. Quince mil metros cuadrados que si bien por un lado parecen la extensión natural de Britto Central, su galería de Lincoln Road, por otro, son la representación exacta del conglomerado que encabeza este hombre nacido en Recife hace 52 años y que lleva casi tres décadas residiendo en Miami.
Britto alcanzó la puerta de entrada al mercado estadounidense en 1989 gracias a su trabajo para una campaña de Absolut Vodka. Lo que sería, también, su trampolín al resto del mundo. Retratos de famosos, reinterpretaciones de clásicos como La Gioconda y esculturas, como la enorme pirámide erigida en Hyde Park, están regidos por un arte absolutamente popular, vendedor –algunas de sus obras han llegado a cotizarse en un millón de dólares– y atractivo tanto para el gran público, celebridades de todo el mundo (en la pared de su estudio hay fotos con Bill Clinton, Michael Jackson, Bono, Shakira y el papa Francisco) como para las marcas comerciales. Con sus diseños, ha intervenido automóviles, valijas, aviones, guitarras y todo tipo de objetos. Ahora mismo está presente en las vidrieras argentinas con tres modelos exclusivos de heladeras Siam, en lo que es su primer trabajo para una marca argentina. Pero tanta trascendencia se desvanece cuando hace su entrada en escena y se presta, sonriente, a la charla.
–Tu estilo combina pop art, grafiti y cubismo, no sólo te dedicás a la pintura sino que también sos escultor. ¿Esa fusión busca un estilo original que escapa de las definiciones?
–Sí, quiero hacer algo distinto. En el pasado, y también hoy, en cierta forma, los artistas sólo eran reconocidos como tales si hacían cosas para colgar en muros o poner en pedestales.
–¿Considerás que en los objetos simples de uso diario hay un potencial creativo, algo que transmitir?
–Definitivamente, ¡hay tantas cosas hechas de forma hermosa! Pienso que cualquier elemento puede transformarse en arte, sólo tenés que exhibirlo como tal. Hay cosas en este cuarto que podrían estar en una exhibición; cosas de todos los días.
–¿Encontrás emocionante el hecho de intervenir objetos cotidianos, como es el caso de las heladeras Siam?
–Básicamente, allí la idea es que mi arte sea parte de todos los días de la vida de una persona. No entiendo cómo alguien no estaría emocionado con eso. Lo mismo me sucede cuando veo gente que se tatúa diseños o dibujos míos: me emociona.
–¿Pensás que eso es una manera de tener más libertad creativa?
–Sí, absolutamente. Hay artistas prejuiciosos que dicen: “Oh, Dios mío, no pondría mi arte en un auto”. Yo quiero poner mi arte en un auto, en un avión, un helicóptero. Ellos no harían algo como lo que yo hice en el show de apertura del Super Bowl junto con el Cirque du Soleil.
–Dicen que la alegría es propia de tu país, ¿los colores vibrantes y la energía vital de las obras que hacés reflejan el lugar en donde naciste?
–Sí, puede ser, suelo decirle a la gente que uno es el resultado de sus raíces. Creo que crecer en Brasil es algo que está muy impreso en mi personalidad y que si no hubiese pasado por lo que pasé no sería capaz de hacer lo que hago. Hay un momento en donde el artista –o la gente en general– puede ser el producto o resultado de su ambiente. Antes en Brasil no había muchos artistas creando arte tan colorido como el mío y ahora hay más gente inspirada en mis trabajos.
–Hiciste trabajos para celebridades, incluso para la reina de Inglaterra, ¿cómo fue la experiencia?
–Me encanta compartir mi arte, experimentar y crear algo físico sobre alguien único y especial. También es una gran oportunidad para traer a estas personalidades importantes a mi historia. Cuando vino el nieto de la reina de Inglaterra, Peter Phillips, a visitarme al estudio me dijo: “Romero, cuando vuelva a mi país voy a contarle a mi abuela que estuve con vos”. ¡Yo no podía creerlo!
–¿Por qué elegiste Miami para radicarte?
–Vine en 1986 a visitar a un amigo y luego pasé un año en Europa, pero allí me di cuenta de que tenía que estar en un lugar que fuera más dinámico. Y Miami es tan cálido que me encanta, así que decidí quedarme.
–¿Cuándo te diste cuenta de que lo que hacías era más grande y trascendente de lo que suponías? ¿Cuál es la diferencia entre ser un artista de atelier a ser casi una empresa?
–Bueno, pasó gradualmente, no fue como ganar la lotería. Pero yendo de aquí para allá tuve momentos en los que me decía: “No puedo creer lo que me está pasando”. Aunque la verdad es que estoy tan ocupado a diario que no pienso en eso.