Música para camaleones
La banda sub-23 irrumpió en los circuitos independientes con pura mística heredada del rock vernáculo más tradicional. Una lírica de la nostalgia con el potente sonido de estos tiempos.
La escena artística independiente está llena de grandes proyectos, incluso, muchos que ya son realidad. Dominó, por caso, levanta la bandera de esta nueva generación de talentosos rockers que, influenciados por los inmensos Jeff Buckley, Radiohead, Spinetta y Serú Girán, revalidan su arte. Su joven líder, vocalista y primera guitarra, Jerónimo Romero, de 20 años, dice: “Dominó fue la primera banda donde sentí que podía dejar todo por la música. Tal vez eso sea lo que estoy haciendo ahora. La formamos con Federico Giordano (guitarra y coros, 19 años); Manu Dengis (piano y voz, 19); Gonzalo Moreno (bajo y coros, 22) y Nachito Benati (batería, 19). A pesar de tener perfiles muy disímiles, congeniamos bien en todo. Nuestra primera idea fue refugiarnos en un concepto musical en el que nos sintiéramos cómodos. Y como todo, tuvimos que tocar mucho hasta descubrir un lenguaje común”.
Después apareció la oportunidad de grabar en un estudio de Calafate y así surgió Domino, su primer trabajo discográfico. Fue una apuesta osada, pero ellos se repiten como un mantra: “Para lograr lo imposible hay que apretar bien las muelas e imaginarnos que podemos ser los mejores del mundo”.
Esa es la mística de Dominó, nombre que proviene de “dominar” – aclaran– y también del juego, porque el efecto dominó concuerda con la idea musical de la absoluta relación entre las partes y de cómo cada cambio o alteración puede repercutir en el resto. Quien escuche alguna de las canciones de su disco Domino, como la potente “Tanatofobia” o la displicente balada “Desde la memoria”, puede creer que está ante una perla inédita de alguna agrupación clave del efusivo y urticante rock nacional de los 70. En ellos, todo suena entre vintage y moderno. La lírica pasada, mixturada con el potente sonido de estos tiempos, entre esos polos fluctúan de la forma más precisa. “Nuestras letras son como monólogos internos, frases y líneas aleatorias que parecen fragmentadas y desconectadas, porque creemos que es así como funcionamos los jóvenes –petardea Jerónimo, siempre pragmático–. Lo que vuelve a traer incertidumbre es cómo tomará el público el próximo disco, si uno compone desde lo que siente. La pregunta es ‘¿cuánto de eso tiene algún sentido para alguien?’.”
Gastados todos los bares y pubs de Buenos Aires, Dominó supo también cautivar al teatro El Cubo y al Roxy. “Tocar en vivo es la tentación de caer en algo egocéntrico y estúpido. Nadie está libre de eso y por ende hay que vigilarse mucho. El momento antes de empezar el show, a pocos segundos de tirar el primer acorde, es hermoso: nos miramos, nos ponemos en sintonía y arrancamos. Los nervios y ansias hacen que todo se potencie más y la euforia sea enorme”, reflexiona la banda que está en su punto exacto: con el éxito de su primer trabajo y lista para pasar a lo que viene.
El segundo capítulo de esta historia ya está por comenzar: “Tenemos una nueva idea del sonido –se entusiasman–. Musicalmente, el primer disco es un poco más violento y en cierta manera más infantil. Con este, llevamos un año y medio de trabajo a full, con climas totalmente diferentes y más comodidad entre los arreglos. Verá la luz en el verano y sabemos que estamos frente a algo grande. Lo vemos venir, lo sentimos cuando escuchamos cada uno de sus pasajes”.