Charly en el Colón
Una noche de lunes, el genial artista se presentó en el gran teatro porteño. El Gobierno de la Ciudad abrió las puertas del Colón y fueron pocos los afortunados en obtener el golden ticket para presenciar este capítulo en la historia del rock. Por eso, El Planeta Urbano estuvo ahí, antes, durante y después del espectáculo, para capturar este backstage inédito que desplegamos en ocho páginas de colección.
Ya había estado alguna vez, es verdad, pero tocando el himno en el show de otro, creo que de un bailarín o algo así. Ahora estaba Charly con su banda, The Prostitution.
Para los amigos, allegados, conocidos y demás cercanos, que tocara en el Colón tenía un sabor a legitimación definitiva, a consagración después de todo, a ganarse una página grande en la historia del rock argentino, termino periodístico que desprecio pero que acá viene a cuento.
Cuando me hablan de rock argentino llevo mi mano a la entrepierna disimuladamente y digo tres veces “Pugliese”. Pero bueno, para nosotros, los que tenemos un Charly tatuado en el corazón, al lado de un Spinetta, de un Litto Nebbia y de algún otro a elección personal, ver a Charly sentado con su piano en el Colón era, cuando menos, esperable.
Pero la verdad es que, aun sin ir al concierto, ver en las fotos a Fabián Quintiero, al Negro García López, a Samalea y hasta al interminable saxofonista genio Bernardo Baraj en el escenario de nuestro coliseo máximo, como dicen en Crónica, era para la emoción lagrimal.
Y ya que hablamos del rock de acá y el libro que algún día, dentro de un siglo, alguien va aescribir: esa noche de lunes en el Colón había muchas más historias entrelazándose que las del mítico García. Había muchas señales como para que todos los que caminábamos por estas veredas en los tumultuosos ochenta nos convenciésemos, de una vez y para siempre, que tantas y tantas noches hermosas y peligrosas vividas en conjunto no fueron en vano. No fueron la mierda que creen saber acerca de esas noches los que no estaban, los que llegaron a las radios y a la tele de nuestra mano y por eso creen saberlo todo.
Esa noche en el Colón, con Charly estaba toda la intelligentzia porteña abrazada por los láseres diseñados por la divina Renata Schussheim, y estaba toda esa parroquia de chicos que nos cruzábamos tarde en la madrugada saliendo de Palladium o de Prix D’ami sin saber que éramos la resistencia heroica que había sobrevivido desde los libros prohibidos y el rock, de acá y de todos lados, a los años de los dinosaurios.
Y con el Zorrito... tantas rutas transitadas juntos que hoy nos hacen, más que amigos, primos. Con él vi en el Colón desde las inolvidables noches en el Soul Café hasta esos shows en el Coliseo de Suéter y un montón de gallinas deambulando por el escenario, o las vueltas de sus giras con Soda Stereo.
¡Y cuanto más, Dios! Sé muy bien que allí, esa noche, en el Colón, Charly no presentó nada: ni nuevo disco, ni nuevos arreglos, ni siquiera nuevo vestuario. Pero no hacía falta. El que estaba allí es algo más que un hermano, el que estaba allí sentado esa noche es parte de nuestro ADN. Y los que le hacían la segunda son los amigos de verdad, los que siempre estuvieron, los que vimos arriba y abajo, bien y mal, volados y centrados, en buenos carros o comiendo de parado en El Cuartito.
Toda esa banda de desprolijos bien vestidos somos nosotros tocando en el Colón. Siempre pensé que el gran aporte que hizo el rock a la cultura de masas fue que, por primera vez, el que estaba arriba del escenario no era diferente del que estaba abajo. Y con Charly & The Prostitution en el Colón, eso quedó estipulado para siempre.
Como esas verdades que nos dijeron nuestros padres. Como esas cosas que sólo sabemos los que vivimos los ochenta yendo de la cama al living. Yendo de Palladium a Las Cuartetas.
Escuché muchas voces que se alzaban exigiendo cosas que Charly pudo prometer y no cumplió, otras que me dijeron que esperaban más, o menos, o lo que sea. Leí a un crítico de rock, con lo que detesto a los críticos, sobre todo de rock, comenzar su nota diciendo “No se deje engañar por Charly García”, y pensé: “Pobre tipo, no entendió nada”. García no puede engañar a nadie, porque no tiene por qué engañar a nadie. ¿Para qué?
Si no promete nada desde hace décadas, si nose erigió en ejemplo de nadie, si no se postuló jamás a ningún cargo público, si nunca necesitó ni rating ni promoción barata televisiva. Charly y unos cuantos amigos tocaron en el Colón. Un lindo broche para cancelar por siempre nuestra juventud ejercida en los ochenta. Y pensar en madurar de una vez por todas. Buenas tardes a todos.
Leí a un crítico de rock, con lo que detesto a los críticos, sobre todo de rock, comenzar su nota diciendo “No se deje engañar por Charly García”, y pensé: “Pobre tipo, no entendió nada”.
Un lindo broche para cancelar por siempre nuestra juventud ejercida en los ochenta. Y pensar en madurar de una vez por todas.
El que estaba allí es algo más que un hermano, el que estaba allí sentado esa noche es parte de nuestro ADN.