Joaquín Furriel, el patrón del reino: "Más que salvarme, la actuación me sirvió como guía para no perderme tanto"
"Ya llega aquel examen del bien y el mal/
Ya llegan las noticias cruzando el mar/
¿No ves que el mundo gira al revés/
Mientras miras esos ojos de video tape?"
Supo cantar Charly García en una democracia incipiente, la Argentina tiene uno de sus dos premios Oscar gracias a El secreto de sus ojos y Kim Carnes logró conmover gracias a Los ojos de Bette Davis.
Resulta casi imposible pensar en Joaquín Furriel sin detenerse en sus ojos, de los mejores que retrató el audiovisual argentino en las últimas décadas. Un análisis más concentrado en sus condiciones interpretativas nos permitirá encontrar a un actor que, gracias a su formación, esfuerzo y talento pudo trascender aquella sentencia máxima de Laurence Olivier, cuyo consejo supremo era: “Aprendé la letra y esquivá los muebles”.
El reciente estreno de El duelo, donde Furriel muestra una faceta de comediante que lo emparenta con Ben Stiller y Peter Sellers, sirve como excusa ideal para dialogar con el actor. En esta película Furriel y la China Suárez establecen su propia versión de Perdidos en Tokio pero con el territorio uruguayo como espacio para sus aventuras románticas, con el amor y la muerte como caras de la misma moneda.
En un gran momento profesional y personal (concluyó exitosamente las últimas temporadas de El reino y El jardín de bronce), como si fuera un atleta olímpico dispuesto a batir su propia marca, se puso al hombro el rodaje de tres filmes que lo tienen como protagonista: El aroma del pasto recién cortado, Una muerte silenciosa y Descansar en paz, dirigidas respectivamente por Celina Murga, Sebastián Schindel y Sebastián Borensztein.

El Hamlet de nuestros tiempos supo vivir Entre caníbales, pelear como Caín y Abel, recibir Cien años de perdón, sufrir Las grietas de Jara, someterse a La quietud, cuando se complicaron las cosas se tomó un Taxi a Gibraltar y plantó El árbol de la sangre. Después de una Lluvia constante disfrutó de El sueño de una noche de verano y supo convencernos de que al final, La vida es sueño.
–¿Qué fue lo que te sedujo para protagonizar "El duelo"?
–Lo que me pasó fue que cuando leí el guion me di cuenta de que, como actor, no tengo muchas oportunidades para hacer películas de aventuras, con tintes de comedia y momentos más románticos. En general, en los últimos años, te diría que venía casi especializándome en thrillers, con personajes marcados por diferentes complejidades psicológicas y emocionales. Me interesó ver qué me pasaba en este otro contexto, ya sabía que la China estaba involucrada en el proyecto y me parecía que juntos podíamos armar una buena dupla para una película con estas características.
–Mencionaste a la China, una actriz que no pasa desapercibida. Ustedes tienen mucha química en pantalla, ¿cómo fue trabajar juntos?
–Yo a ella la conozco como ex pareja de mi amigo Benjamín Vicuña y siempre me había caído muy bien. Entendía que todo iba a fluir, es una piba fresca, muy presente a la hora de filmar, lo cual es buenísimo para este tipo de películas, y creo que nos divertimos, eso es muy importante en los rodajes. Con ella fue todo muy lúdico, esa química con Eugenia me parece que se transmite en la película.

–Vos tenés la posibilidad de elegir pero aunque el cine es un lugar de creación colectiva, ¿sentís la responsabilidad de que el producto final esté realmente bueno?
–Sí, siempre tratás de generar un buen contenido de alguna manera y en mi caso me gusta estar asociado a buenos proyectos. Son varios años en los que tomé muchas decisiones que tuvieron que ver con eso, pero después hay una zona que con el tiempo voy aprendiendo y es que como actor no podés tener el control de todo. Al menos en el cine es imposible porque no sabés cómo va a estar editada la película, qué música le van a poner... hay un montón de variantes que se escapan.
En definitiva, se trata sobre todo de armar un buen equipo de trabajo; después, el resultado final termina siendo anecdótico y, aunque siento que la intuición me guía bien, confieso que algunas veces cuando vi el resultado final no terminó coincidiendo tanto con mi percepción inicial.
–No damos nombres.
–(Se ríe) No, no, porque todo es aprendizaje y además estoy hablando desde la subjetividad. ¿Sabés las veces que yo desde mi subjetividad dije “esta película me parece tal cosa” y después tuvo un recorrido distinto donde otras personas le dieron un valor que yo no le di? Es muy difícil ser espectador de lo que uno hace. Cuando leo un guion hago el ejercicio de tratar de correrme un poco porque sino empezás a anclarte, a ser un actor pesado que tiene un lastre duro de llevar, y si tenés tanto que cuidar perdés libertad. No tengo interés de ser ese actor, prefiero andar liviano.
–"El duelo", "Puan", "Lennons", "No me rompan", "Casi muerta", "Blondi", "Norma..." ¿por qué pensás que este año coincidieron tantas comedias?
–Uf, te escucho y me estás dando una tremenda información para sumar (se ríe)... ¡La verdad que no lo sé! Estoy sorprendido porque venimos de una tradición fuerte de policiales, de thrillers, sin embargo ahora que lo decís con los tiempos que estamos viviendo meterte en el cine y disfrutar de una hora y media donde tu cabeza esté tranquila y pasarlo bien no es poca cosa.

–Tu personaje toma una decisión muy drástica que implica patear el tablero. Sin llegar a esos extremos, ¿te pasó alguna vez de decir: “Basta, no quiero más nada” o la actuación siempre te salvó?
–La actuación me salvó en muchos momentos, mejor dicho: más que salvarme me sirvió como guía para no perderme tanto. Hace un tiempo me agarró algo, como que me había aburrido de mí, esa cosa muy típica de la mediana edad donde te preguntás “¿en qué me convertí, en qué me transformé, qué hice?” Y empecé a laburar con eso.
Quizás uno como actor trabaja para el afuera, yo estudié en el Conservatorio, me gusta mucho el trabajo desde lo académico y en un momento empecé a cuestionar toda esa estructura, ese mecanismo que había armado y de a poco empecé a interesarme más en cuestiones espirituales. Ya desde hace un par de años arranqué un recorrido más interior, estamos viviendo una época muy para el afuera, donde se estimula mucho el narcisismo, el ego y, de repente, me cansé un poco del que era y fui por otro camino.
–En "El duelo" hay una paradoja: cuando tu personaje decide morir le encuentra sentido a la vida.
–Es así y es un tema muy delicado, en mi familia por ejemplo han ocurrido suicidios y cuando leí el guion dije: “Puta, ¿podré hacer esta película cuando en realidad es de aventuras y comedia?”. Pero me pareció que para mí era sanador entrar desde el terreno del humor en esa zona. Creo que cuando uno toma la decisión de terminar con la vida como le pasa a Ernesto, mi personaje, es una manera de volver a cero.

Hay suicidios simbólicos también, gente que deja todo para empezar de nuevo, maneras de matar un tipo de vida para descubrir que hay por fuera de eso. Por ejemplo, yo venía haciendo mucho teatro y el año próximo no voy a subirme a un escenario, estoy trabajando en un proyecto muy de a poco que para mí es importante y se hará recién en 2025. Es algo muy ambicioso, está en la línea de Hamlet, una obra de texto importante, un clásico. Ya van a pasar cinco años desde Hamlet, es el margen que necesito para involucrarme en proyectos como estos que te cambian un poco la vida y el tiempo.
FOTOS: MARTÍN BONETTO PARA BOURKE