Elizabeth Karayekov, bióloga y cantante: "Creo que la artista y la científica van a terminar uniéndose"
Una niña juega a que es cantante. Son los años 80, ella pone un casete e imagina que una multitud la escucha. Estamos en el departamento de portería donde vive gracias al trabajo de su papá, encargado de un edificio en Villa Crespo. La banda de sonido tiene mucho de José Luis Perales, Sergio Denis y Franco Simone, los artistas que escucha su mamá mientras plancha. Así que es un misterio hasta el día de hoy cómo llegó aquel CD de compilados con el que descubrió a Ray Charles y escuchó por primera vez “Georgia on My Mind”.
Una niña quiere salvar al planeta. Las campañas de Greenpeace de la década del 90 y la conciencia del daño que se le está provocando al ecosistema calan hondo en ella, que empieza a interesarse particularmente en las plantas. La Biología toma protagonismo en su vida; tanto, que la elige como carrera al terminar el secundario.
La niña ya es una mujer: Elizabeth Karayekov, doctora en Ciencias Biológicas especializada en fisiología molecular de plantas, que trabaja en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario. Es también quien hoy lidera una big band que se presentará el 8 de septiembre en La Trastienda y que promete un show que es una invitación a viajar a otra época. “Trabajamos con arreglos musicales propios de canciones que están más cerca de la gente. Es un repertorio que cae mucho en los 80, 90, Madonna, Guns & Roses, y los hacemos jugar a que sonaron en otra época”, cuenta entusiasmada.

–Me interesa comprender cómo llegan a convivir una cantante y una bióloga en la misma persona e imagino que deberíamos comenzar con tu infancia. ¿Cómo la recordás? ¿Qué espacio tenían en tu vida esas disciplinas en ese momento?
–Yo lo que más recuerdo justamente son mis juegos musicales. De alguna manera siento que, al haberme desarrollado ahora profesionalmente en la música, la primera vez que me subí a un escenario de verdad, al frente de una banda, yo estaba materializando esos juegos de mi infancia, cantando en un escenario frente a un montón de gente. Ese era mi juego favorito, poner casetes y jugar a que estaba haciendo mi show. Y me la recontra creía obviamente.
Sí fui, por ejemplo, al casting de Cantaniño, que me llevó mi mamá. Tendría 8 años, pasé un par de rondas y no quedé. Pero después a la música yo siempre la dejé en ese lugar lúdico y cuando llegó el momento de decidir qué estudiar, reflexionando con la realidad de hoy, me parece que quizás al no haber tenido yo ningún modelo cercano donde la música o las artes fuesen una profesión, no pensé en eso como una profesión, no se me ocurrió.
Yo había quedado marcadísima por toda esa época de la ecología y Greenpeace, entonces ya desde muy chiquita sabía que quería estudiar Biología y dedicarme a salvar el planeta, una historia así. Yo veía que cortaban un árbol y me hacía mucho daño.
–Convengamos que el arte y el cuidado ambiental tienen como denominador común cierta sensibilidad.
–Sí, eso seguro. Me generaba mucha tristeza, mucha angustia pensar que se estaba dañando el ecosistema. Me empezaron a interesar mucho las plantas en particular, no sé bien por qué; tendría 15, 16 años. En los últimos años del secundario que hice en Uruguay me fui perfilando en esas orientaciones; elegí Botánica, Agronomía, ya lo tenía superclaro.
Después, estudiando la carrera y teniendo el abanico real de lo que esa disciplina involucra, me terminé perfilando hacia la Biología molecular de plantas. Entonces cuando volví a Buenos Aires me vine con una beca para hacer el doctorado en la Facultad de Agronomía en la temática de fisiología molecular de plantas.

–¿Y qué lugar tenía la música en ese momento de formación académica?
–Bueno, cuando me mudo para acá para hacer el doctorado lo primero que hice fue averiguar dónde había un coro gospel. Y encontré un coro que fue mi primera experiencia un poquito más formal dentro de la música. Y tenía que ver con esto que yo también ya sentía.
En algún momento de mi infancia yo me crucé con un CD que tenía un compilado de música y ese fue mi primer encuentro con la música afroamericana, con algo que tuviera esos colores, ese origen. Y después del coro, cuando se junta también con la finalización de mi doctorado, de alguna manera creo que se dio mi habilitación propia como para poder imaginarme una profesión en la música.
–¿Sentiste por parte de tus padres la libertad para poder elegir tu camino? ¿Si hubieras elegido la música desde el día uno te hubieran acompañado?
–Sí, yo creo que sí. Siento que a mí no se me ocurrió desde el día uno. Pensé en ese momento en algo de formación más académica; que igual la música lo tiene pero para mí, al no tener esa data por ahí, no me pareció, no me di cuenta. Pero me parece también que la manera que yo tengo de conducir mi carrera y la banda tiene mucho que ver con mi formación científica también; con la sistematización, la estructura, la planificación. Los shows son una planificación que a veces empieza tres meses antes.
Yo además de cantar, aprenderme las canciones, los pasos, las cuestiones escénicas o de hacer nuevos arreglos, tengo que organizar ensayos, los reemplazos de la gente, el catering del día del show, en paralelo con ir al laboratorio, con mi trabajo. Y ni hablamos del financiamiento. Porque mi disco bien podría tener el sellito del Conicet porque lo banqué con mis ahorros.

LO MEJOR DE DOS MUNDOS
–¿Sos consciente de la fortuna de haber encontrado dos vocaciones y haber podido desarrollar ambas profesionalmente?
–Sí. Esa es una satisfacción enorme, trato de valorarlo. Y eso me da orgullo porque sé que realmente todo eso lo hice sola. Es fuerte. Cuando empecé a cantar yo soñaba que iba a cantar en La Trastienda, era el lugar al que yo quería ir a cantar. Y estaba a años luz de eso pero llegué y de la manera que yo quería, que era agotando las entradas. Te juro que fue una semana muy difícil para mí de manejar porque era demasiada felicidad, no podía dormir, estaba totalmente sobrepasada.
–¿La Biología te dio momentos con ese nivel de felicidad?
–Bueno, cuando defendí la tesis y me recibí y cuando fui a buscar el título a la UBA, que para mí era un sueño, fue un momento de éxtasis, de no poder creer que realmente lo había hecho.
–¿Cómo reaccionan en el mundo de la Biología cuando decís que cantás y cómo en el mundo de la música cuando se enteran de que sos bióloga?
–Es inesperado en los dos ambientes (risas). En el mundo de la música y en el común de la gente, los que no pertenecen a la comunidad científica, cuando decís que sos doctora en Ciencias Biológicas es como: “¡Wooow, sos re inteligente!, ¿qué hacés cantando?” (risas). Y del otro lado si yo digo que canto no es para tanto al principio. Ahora, cuando ven que no es que canto en mi casa sino que me ven en la tele o algo así me dicen: “Ah, pero vos sos grossa, ¿qué hacés acá con nosotros?” (risas).

–En un formulario, ¿qué ponés en “profesión”?
–Depende (piensa). Soy las dos cosas. Pero también es cierto que a nivel personal siento que un poco la cantante va comiendo el terreno y a veces me encuentro con que ya no es que arranca la cantante el viernes a las siete de la tarde. A veces es martes a las nueve de la mañana y soy la cantante que está trabajando en Conicet porque sabe también de ciencia. Yo siempre tendí a separarlas, pero creo que indefectiblemente van a terminar fundiéndose. Y creo que es lo que tiene que pasar porque yo soy una, no puedo ser dos.
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Fotos: Alejandro Calderone Caviglia
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