Jazmín Stuart, a fondo: "Es aterrador sentir que no podemos envejecer"
Con una buena colección de éxitos televisivos pateó el tablero convencida de que otra industria es posible. Actriz, guionista y directora, con unas cuantas producciones que dan cuenta de aquel compromiso inicial, sigue apostando por una ficción de calidad y afirma: “Si empezamos a transformar las historias que nos contamos, podemos transformar el modo en que vivimos”.
Su nombre en un proyecto es garantía de calidad. Delante o detrás de cámaras, Jazmín Stuart despliega su talento, aquel que descubrimos en la televisión y que hoy muestra con notable solidez en Fragmentada, el film de Facundo Escudero Salinas, en el que encarna a Irina, una policía que vuelve a su pueblo de origen y se involucra en la investigación del asesinato de la hija de una amiga, arriesgando su vida.
Además está estrenando La uruguaya, la película de Ana García Blaya, basada en la novela homónima de Pedro Mairal, donde encarna a la pareja del protagonista y narradora de la historia, y se prepara para el lanzamiento de la serie Medusa, en Paramount+, que la tiene como showrunner y directora.
En diálogo con El Planeta Urbano habla de los grandes temas que atraviesan la industria audiovisual y las decisiones que determinaron este presente de plenitud.

–¿Por qué soltaste la televisión?
–Mi hijo tiene 13 años y por eso sé que hace 13 años que no miro televisión... tal vez empezó antes, creo que cuando estaba embarazada, era la época de la gripe A y el tratamiento que se le daba a la gripe, siendo yo población de riesgo, me parecía tan perverso y tan amarillista que me enojé con la tele y no la vi nunca más.
Pero creo que ese disgusto ya venía desde antes porque yo dejé de trabajar ahí, tuve un paso muy intenso por la televisión desde mi primer trabajo a los 20 años y a los 27 me cansé. Después de seis años de hacer tira de forma ininterrumpida y prácticamente vivir ahí adentro –porque las jornadas en esa época no estaban del todo reguladas– y también iba a los programas y se hablaba de mí en los programas de chisme, empecé a sentir algo como de un micromundo, que yo decía en algunas notas y mucha gente me detestaba por eso.
Yo decía que la televisión es un instrumento tan potente y tan popular, con una llegada tan masiva, que se podrían hacer ficciones más elaboradas y noticieros que realmente dieran noticias y no sensacionalismo, que no subestimaran al espectador. No sé, reformular la televisión como herramienta de comunicación. Y empecé a decir que no a todos los proyectos de ese estilo, fue un salto gigante porque ahí fue que empecé a escribir, primero escribí teatro y dirigí una obra, después escribí un cortometraje y gané un concurso que me llevó a mi primer largometraje, y así.

Como actriz, empecé a elegir roles en proyectos que realmente me gustaran y volví a hacer televisión pocas veces en espacios donde sentía que iba a poder profundizar un poco más. Lamentablemente, hoy cuando enciendo la televisión o paso por algún lugar y veo un rato de tele, siento que está igual o peor y me da mucha pena.
–Decías que la maternidad hizo que no veas más televisión, ¿qué otros cambios te trajo?
–Un montón. Me ordenó mucho, el guión del primer largometraje que dirigí sola, que fue mi segunda película, Pistas para volver a casa, lo escribí en el pasillo de un jardincito rodante adonde llevaba a mi hijo.
Me sentaba con la laptop y avanzaba todo lo que podía porque era el único momento libre que tenía: esas dos horas, dos veces por semana. Y era tan limitado el tiempo que lo exprimía y en dos meses terminé la primera versión y con esa misma fuerza concentrada y muy limitada encontré la forma de realizarla, como que hubo algo de tener un hijo que acotó mucho el tiempo productivo y a mí eso me sirvió, me ordenó. A partir de ahí fui sistematizando mi trabajo, cuando no estoy actuando o no estoy diciendo, estoy escribiendo.
Cuando termino un guion, después de unos meses de esa práctica tan solitaria, digo “bueno, ahora quiero filmar, quiero reencontrarme con un equipo, en un set” y después quiero actuar porque dirigir es hermoso, pero es como invitar a comer a tu casa: tenés que estar al tanto de todo, poner la mesa, decir quién trae el vino, quién trae el hielo, hacer las compras, cocinar... y actuar es como ir a comer a la casa de otro.
–¿Cómo vivís el paso del tiempo y la mirada de la industria sobre eso?
–Es un tema, la película que acabo de escribir trata justamente sobre eso, cómo la cultura opera sobre la idea de envejecimiento, especialmente sobre las mujeres y, en el caso de la película que voy a filmar, especialmente sobre las actrices. Porque hay un fenómeno a nivel mundial en el que las actrices están empezando a decir basta y a desmitificar ese rol de impoluto y perfecto porque es aterrador sentir que no podemos envejecer o que si envejecemos no vamos a poder filmar más películas.

Creo que con más presencia femenina en la industria desde el lugar de la producción, el guion y la dirección esto va a ir cambiando. Es interesante poner el ejemplo de las actrices mujeres porque el cine nos educó en un montón de cosas: en lo vincular, en lo cultural, en qué se supone que es un hombre, qué se supone que es una mujer, qué se supone que es lindo, qué se supone que es feo, qué se supone que es gracioso, qué se supone que es dramático... No nos damos cuenta, pero estamos todos muy formateados por el modo en que nos contamos las historias, y, de la misma manera, si empezamos a transformar las historias que nos contamos, podemos transformar el modo en que vivimos.
–¿Te afecta individualmente?
–Personalmente, me siento al revés. O sea, sí, siento el juicio y la mirada externa sobre mi apariencia, la siento como cualquier mujer porque no hay manera de escapar de eso, pero por el contrario, por ejemplo, en mi oficio, estoy inmensamente feliz de estar creciendo porque tengo cada vez más aplomo, tengo cada vez más seguridad, me voy nutriendo cada vez más de herramientas y me voy acercando de a poco a poder usar esas herramientas de una manera más precisa y eso es muy placentero, lo único que quiero es eso, seguir madurando y equivocándome y corrigiendo y probando otra cosa y eso solamente viene con el tiempo y con el kilometraje.
–Con respecto a la industria, ¿cómo ves la huelga en Hollywood y a los actores uniéndose con los guionistas?
–Creo que en los Estados Unidos, que es una industria tan grande y que motoriza esos flujos gigantes de dinero, están habilitados a hacerlo. Están en un contexto en el que realmente si paran, se para un engranaje inmenso y es tan inmenso el engranaje que ellos saben el valor que tienen dentro de esa maquinaria y pueden hacerlo.

Acá estamos en otra realidad completamente distinta, es otro contexto, y más bien estamos todos cruzando los dedos para poder seguir filmando de la manera que sea. Nosotros estamos en otro lugar completamente distinto, pero en una industria tan gigantesca como la de los Estados Unidos me parece que está buenísimo y que deja una impronta que está buena, me gusta verlos con ese ímpetu, defendiendo su laburo, que ya viene pasando con actores que se unen y arman productoras, como Reese Witherspoon en Big Little Lies, asociándose con Nicole Kidman y diciendo: “¿Por qué no hacemos una serie que nos guste a nosotras y la armamos como a nosotras nos gusta trabajar?”.
Está empezando a suceder y me parece que está buenísimo, a mí me pasó cuando trabajaba en televisión y parte de frenar y salir de ese círculo fue decir: voy a empezar a generar, voy a empezar a buscar personas con las que resulte más fructífero y más interesante trabajar, pero también voy a empezar a generar proyectos propios. No voy a esperar, es duro para el actor estar siempre esperando que lo llamen, y en general me parece muy piola salir de ese lugar, juntarse con otros, armar proyectos con amigos, con gente que uno admira, ir a buscarlos, proponer y salir del lugar pasivo porque no está bueno.
Fotos: The Remake y Cris Zurutuza