Daniel Santoro, entre el mito y la justicia social: "No existe un arte peronista"

Su pincel, como su universo intelectual, está atravesado por las grandes pasiones argentinas pero bien lejos de una visión sesgada. En esta charla mano a mano en la intimidad de su atelier, da cuenta de ello posicionándose como un artista polémico, y desafía: "Me gusta estar en desacuerdo y poner incómodos a todos".

Quizás más conocido por sus obras inspiradas en la mitología peronista, Daniel Santoro se vale de ella para contar sus propias historias. Apartado de los clichés de “artista del pueblo”, su producción está cargada de sentidos: desde la reivindicación de los más pobres hasta el futuro del planeta, siempre con una mirada entre surrealista e ingenua. Comprometido con las ideas de la justicia social, Santoro prefiere siempre mantenerse al margen, pero del lado de adentro del ideario justicialista, para contar la parte más incómoda, la que nadie quiere ver, del movimiento.

–¿Cuál es la intención de su arte, más allá de la iconografía peronista?

–En realidad uno hace las cosas y después, quizás, reflexiona; no tiene tanto el sentido de una búsqueda concreta. Siempre me concentré en temas mitológicos e intenté construir una mitología. Mis obras tienen la ambición de asumir una pretensión icónica, y el ícono es una figura que construye el mito: todo mito tiene un ícono, y ese mundo mitológico necesita expresarse en íconos.

–¿De ahí surge su relación plástica con el movimiento?

–Sí. Tomé algunas cosas que me parecieron que poseían calidad icónica, sobre todo la figura de Eva; su imagen me parece que es la más pregnante en ese sentido, incluso mucho más que la de Perón. Eso me sirve como argumento para desarrollar mi obra.

“Tomé algunas cosas que me parecieron que poseían calidad icónica, sobre todo la figura de Eva; su imagen me parece que es la más pregnante en ese sentido, incluso mucho más que la de Perón.”

–¿Es una identificación más plástica que política?

–Exactamente. Mi obra no está en función del devenir político del movimiento peronista, sino que va por una vía autónoma, que es, precisamente, la vida del mito. A partir de ahí construyo un mundo.

–Su mirada también se posa sobre las ciudades.

–Sí, yo había empezado a trabajar con los bares. Había hecho una muestra muy grande en el Palais de Glace que se llamó “Recuerdos del Billiken” para la que trabajé con la historia argentina. También hice otra que se inspiró en la avenida Corrientes en la que quise mostrar todo lo que pasaba en las librerías, los bares y demás locales.

–¿En ese momento tenía las mismas intenciones conceptuales?

–Sí, quise referirme al bar que no existe, el que está en mis recuerdos y en las acciones que ocurren en esos bares, como la conversación con determinado filósofo que podría ser Horacio González, Germán García o David Viñas. Son todas conversaciones fundantes de un pensamiento. Y todo eso también se construye míticamente. Son lugares que tienen una carga extra que no está a la vista, pero se puede expresar en imágenes.

Hice la entrada de Oscar Masotta en La Giralda, él traía a Lacan, que aparece en ese cuadro como una especie de cabeza anamórfica de Freud. Entonces, la obra tiene capas de lectura que quizás podrían entenderse desde el psicoanálisis. Mi pretensión es que sea polisémica.

“¿Leonardo Favio hace cine peronista? Hizo una linda película que habla mucho del peronismo, pero es un cineasta. Yo me identifico más en ese lugar, soy un peronista que pinta.”

–Cuando las referencias son al peronismo quizás no haya tanto handicap para la libre interpretación.

–Claro, inevitablemente concitan adhesiones, aunque mi obra es polémica hacia afuera y hacia adentro del peronismo.

–¿Eso le plantea algún conflicto ideológico?

–No, me gusta no estar en el lugar justo, sino corrido, porque dentro del movimiento también suelo ser polémico. Cuando pinté a Eva comiéndole las entrañas al Che Guevara se generó mucha controversia en el partido y, por supuesto, en la izquierda. Me gusta estar en desacuerdo y poner incómodos a todos. En eso me diferencio de Carpani: él celebra el sujeto histórico, para él es la figura que va a hacer la revolución, que sirve para hacer afiches, para convocar a marchas, etcétera.

Lo mío no sirve para eso porque no adhiero a la celebración, sino a la oscuridad y la duda. En definitiva, esos son los motores de mis trabajos.

–¿Por esa razón sus obras no pueden ser usadas como propaganda política?

–Claro, queda totalmente desactivada por poner el ojo donde hay problemas.

–¿Nunca lo invitaron a formar parte del ala cultural del movimiento?

–Me han invitado, pero mi actitud no sirve mucho. Colaboré en los retratos de Eva que se exhiben en dos fachadas del edificio de Acción Social, pero no la promociono mucho porque no siento que sea parte de mi obra; trabajamos con fotos, ahí no está mi subjetividad. Lo que sí hubo fue la elección de un diseño gráfico y me gustó hacerla porque es una obra emblemática.

“Los chicos de la Selección son millonarios que viven en Europa y tienen una visión del país más compatible con la clase media actual. Ahí hay algo de cierto olvido del ser, que Maradona siguió sufriendo como un pibe de barrio.”

–A pesar de las divergencias, los argentinos suelen reconocerse con el peronismo, aunque más no sea para diferenciarse. ¿Vivimos en una cultura peronista?

La definición de argentino implica necesariamente una alusión al peronismo. Por otro lado, si uno es peronista seguramente es argentino, incluso desde un lugar no político, es imprescindible para la argentinidad, y además, su definición política se expresa en la Argentina.

–¿Eso supone que hay un arte peronista?

No existe un arte peronista, hay pintores que trabajan con sus ideas, pero no necesariamente se identifican con ellas. Decir que hay un arte peronista, como si hubiera un arte marxista, comunista o fascista, es un problema grande porque no se puede sostener. No se pueden establecer límites.

Un retrato de Perón con bigotes ya es una ironía, entonces es antiperonista. ¿Leonardo Favio hace cine peronista? Hizo una linda película que habla mucho del peronismo, pero es un cineasta. Yo me identifico más en ese lugar, soy un peronista que pinta.

–Es conocido su interés por crear espacios. ¿Cómo influye en su obra esta predilección?

Soy maestro mayor de obra y trabajé mucho en estudios de arquitectura haciendo perspectivas. Así construyo mis mundos. Cada obra siempre se construye como un escenario habitable, un espacio en el que pueden ocurrir acciones dramáticas. No puedo ser bidimensional.

"El peronismo actúa desde adentro funcionando como la gran fábrica de la clase media. Todos los grandes impulsos de crecimiento de la clase media se dan en el peronismo."

–¿Y cómo se relaciona esta inclinación con las ciudades infantiles concebidas por Eva Perón?

–Son los espacios donde los más chicos podían aprender a hacer cosas de ricos, como ir al banco o manejar un auto, esa era la voluntad de Evita. La ciudad infantil es anterior a la República de los Niños y era como un orfanato donde los chicos más vulnerables tendrían la posibilidad de deshacerse de la marca de pobre, es decir, cambiar su destino. Fue un proyecto político muy ambicioso que generó mucho odio.

–¿La idea era convertir al pobre en burgués?

–Exactamente. Esa es la diferencia con las corrientes de izquierda, que pretenden destruir directamente el capitalismo desde afuera. El peronismo actúa desde adentro funcionando como la gran fábrica de la clase media. Todos los grandes impulsos de crecimiento de la clase media se dan en el peronismo.

–Existen casos famosos de personas que salieron de la pobreza, pero que no pudieron superar la contradicción que les planteaban sus orígenes humildes.  

–Maradona, por ejemplo, no renunció a su origen, él fue un batallador; habría que ponerlo en un lugar distinto. Pero eso no les pasa a los chicos de la Selección de estos tiempos, que son millonarios que viven en Europa y tienen una visión del país más compatible con la clase media actual. Ahí hay algo de cierto olvido del ser que Maradona siguió sufriendo como un pibe de barrio.

–Otro caso parecido podría ser el de José María Gatica.

–Claro, va más para el lado de los ídolos populares sufrientes.

"Me encargaron un dibujo que se llama 'Los últimos días de la Tierra' y será un eje de tiempo pensando en qué podría pasar cuando empiecen los desastres naturales."

–El problema es saber qué hacer con la contradicción.

–Claro. Esa angustia existencial se traduce en una actitud para combatir ese destino, porque siempre el destino es una amenaza más allá de las mieles del éxito. Ellos no perdieron la conciencia de que venían desde otro lado; en cambio los ídolos deportivos actuales se asumen rápidamente, viste, y Maradona en muchos sentidos nunca fue como esos otros. Él se metió la guita en la nariz y resistió. Es un destino trágico, uno no debería tener una opinión al respecto, son actitudes que no se pueden evaluar.

–¿Cuáles son los vectores que lo mantienen activo y creativo?

–Lo que estoy haciendo sobre la vida en la Tierra, porque es una problemática que está a la vista. Me encargaron un dibujo que se llama “Los últimos días de la Tierra” y será un eje de tiempo pensando en qué podría pasar cuando empiecen los desastres naturales.

Mientras que la tecnología está mandando, la naturaleza está llegando a su límite, las pestes están marcando ese límite. Ya lo dice el Eclesiastés cuando habla sobre los hombres que están a cargo de la administración de la Tierra. El gran interrogante es quién quedará a cargo.

Fotos: Alejandro Calderone Caviglia

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