La increíble historia de Diego Rivero: el artista que volvió de la muerte para cambiar el arte urbano
Diego Rivero -más conocido como ninja.arte- es un artista urbano que está dejando su marca en varios puntos de la ciudad. Después de una experiencia extrema se dedicó por completo a su pasión y recientemente participó en la creación del concurso #FilaWallpaper, con el que podés ganar entradas para Lollapalooza 2023 y más premios. Mirá toda la info en esta nota.
Diego Rivero es muralista y diseñador gráfico. Cuando cumplió 20 años, notó que su cuerpo se apagaba a pasos agigantados y nadie encontraba un diagnóstico exacto de lo que acontecía en su organismo. Después de varios meses tortuosos, le encontraron tres tumores en el cerebro. El tratamiento fue largo, agresivo y doloroso, pero logró atravesarlo, encontrando la fortaleza sumido en un profundo caos.
Haber sobrevivido al cáncer lo llevó a replantearse su vida y dejó de hacer lo que debía para comenzar a hacer lo que quería. Así fue como se reconectó con su gran amor: el arte. Hoy, sus obras decoran las paredes y fachadas del barrio porteño de Palermo y forma parte del team Fila. Participó en la creación del concurso #FilaWallpaper, cuyos ganadores verán sus diseños exhibidos en el stand que la marca tiene preparado el 17, 18 y 19 de marzo en el marco del festival Lollapalooza Argentina 2023.
– ¿Cómo ves el crecimiento del arte callejero en Buenos Aires?
–Cada vez me gusta más porque cada vez hay nuevas propuestas. La gente empieza a volar y empieza a hacer cosas increíbles, más locas. Por ejemplo, estuve viendo que hay gente que pega cosas de cerámica en la pared, tipo una cabeza de cerámica incrustada en la pared. Mini figuras o estatuitas de acrílico o espejo que salen de la fachada de algún espacio… Si bien también sucede en San Telmo, por Palermo hay un polo importante de arte.
– ¿Cómo fue tu primer contacto con Fila?
–Ellos ya había visto que yo pintaba zapatillas. Tengo una cuota de locura, como todos creo, y dije “voy a hacer algo distinto”. Yo no iba a pintar las zapatillas que tenía ahí tiradas en mi casa, todas viejas, como hacen todos y después tirarlas. Fui y me compré un par nuevo, las abrí, las pinté y grabé el video. Y así hice un par de veces. Al tiempito salió una expo de chicos que pintábamos zapatillas, íbamos cinco artistas, Fila era sponsor y ese día empezamos a conectar más fuertemente hasta el día de hoy, inclusive.
–¿Y cómo fue tu participación en la creación del #FilaWallpaper para el Lolla?
–Fue muy lindo porque nos convocaron a varios artistas para que cada uno, con su impronta, lo arme conectando la música con la marca a través del arte. Yo primero pensé en dibujar alguna zapa pero lo que me gustó fue que me dijeran que me sienta absolutamente libre para dibujar lo que yo amara, algo que me representara bien.
Y de ese trabajo nació “Love Fila”, que si vos lo ves, tiene mucho de lo que me gusta a mí: direcciones y flechas, que simbolizan vida y movimiento, palabras que me interpelan, el emoji de mi imagen…Y seguramente ahí esté el finde del Lolla, junto a mi obra, en el stand de la marca.
La consigna del concurso #FilaWallpaper es simple: armá tu poster relacionando a FILA con la música, subilo a Instagram etiquetando a @filaar y con los hashtags #DejaQueHablen y #FilaWallpaper para participar por entradas para el Lolla, kits de ropa FILA, y que tu wallpaper esté presente en el stand de FILA en el Lolla. El 13 de marzo, un jurado de expertos seleccionará los ganadores.

– ¿Qué significa esa palabra que tenés tatuada en el cuello?
–Mi mamá pintaba y firmaba los cuadros con este nombre, “Amir”. Recuerdo estar en casa y decirle que me quería tatuar algo de ella porque fue ella quien me inculcó todo lo que es el arte en mí. Miré la pared de mi habitación, vi sus cuadros colgados y me detuve en su firma. Cuando se lo mostré no entendía nada, se asustó.
– ¿Tenés un vínculo especial con ella?
–Sí, la verdad es que con ella pasamos muchas cosas fuertes y a los 20 años nos vinculamos de una manera diferente. Yo estuve muy enfermo, tuve cáncer en el cerebro y la única persona que tuve al lado siempre fue ella. Si no fuese por ella, yo no estaba acá hoy. La tengo allá arriba, siempre.
Además, yo no pintaría si no fuese por ella porque ella lo hacía antes que yo. Es más, el cuadro este que miré donde estaba su firma, lo pintó tres meses después de que yo nací. Los recuerdos de los lápices con los que jugaba eran todos de ella, la que me compraba los blocks de hojas, las fibras, todo, era mi mamá. Yo me crié con eso, el arte para mí es como un cable a tierra total.

– ¿Producto de haber sobrevivido a tu enfermedad es que empezaste a hacer lo que realmente querías?
–Seguramente me vas a escuchar decir esto muchas veces y también vas a escuchar a mucha gente que pasó por lo mismo decir algo similar. Pero cuando vos sentís que estuviste al borde de la muerte o no sabés realmente cuánto tiempo más tenés, lo único que te importa es vivir lo que te queda haciendo lo que amás.
Cuando me recuperé, empecé a estudiar diseño, me recibí, fui ayudante de cátedra en la facultad, di talleres, y después empecé a salir a pintar a la calle. Hace un año y medio recién que dejé el trabajo de oficina porque vivía con una dualidad. Yo decía que tenía la vida de Bruno Díaz porque en la semana tenía mis horarios de oficina y después, o durante el finde, venía el espacio para el arte, iba a los eventos, pintaba, estaba con gente, era Batman. Un día dije basta, me voy, hago sólo lo que quiero y eso me fue muy gratificante.
–La dualidad entre lo que tengo que hacer y lo que quiero hacer.
–Claro, y mirá que estuve muchos años metido en esa pero cuando tomé la decisión de quedarme sólo con el arte fue una satisfacción absoluta porque tenía 10 horas más por día para hacer lo que amaba.
Antes no hubiese podido aceptar hacer un mural de 5 días saliendo a las 19 hs de un trabajo. Y una de las cosas que más me gustan de pintar es hacerlo en vivo. Es como estar en el teatro: tenés la reacción de la gente ahí, en el momento.
– ¿Te alimentás mucho del feedback de la gente?
–Mucho. Cuando yo pasé lo que pasé, y no me refiero solamente a mi enfermedad, hace poco se prendió fuego mi casa y perdimos todo, sentía que de alguna manera tenía que devolver todo el amor que recibí.
Cuando pasan cosas tan pesadas, yo sólo puedo ver la mano de la gente y no puedo dejar de pintar, no sólo para que las personas puedan ver y disfrutar de lo que hago sino para devolver un poco de todo lo que me han dado.
No tengo manera de conocer a todos los que me ayudaron, ni tampoco saber la cantidad de gente que lo hizo, pero a través de mi arte siento que algo mío les llega. El día en que perdimos la casa, esa misma noche, ya teníamos dos millones de pesos juntados de gente que colaboró, una empresa se acercó para ayudarnos a construir de nuevo nuestro hogar, otra también se acercó para proveer los materiales, un señor pasó por la puerta y me dijo que me regalaba los sanitarios. ¿Me entendés?
Gente de otras provincias que me decía “yo no te voy a conocer nunca pero te pasé una donación”, o gente que me dice “no tengo una mango pero puse $30”. Y si bien fue muy malo todo lo que vivimos, hay un lugar en el que sentís que también estás haciendo las cosas bien cuando descubrís que te vuelve tanto amor.

– ¿Creés que haber atravesado y sobrevivido un cáncer te permitió actuar en función de lo que realmente querías?
–Sin dudas, no creo que sea quien soy hoy si no hubiese vivido lo que viví porque a mí me hizo un clic. Tenía 20 años cuando me pasó, yo sólo esperaba que fuese fin de semana para ir al boliche con mis amigos y nada más. Tuve que madurar de una forma muy rápida, todo cambió porque, a partir de mi enfermedad, yo lo único que quería era vivir, no tenía más deseos adolescentes. Pero si yo pudiese elegir, volvería a pasar por lo mismo.
Con todos los quilombos que tuve, sobre todo de salud. Fue muy difícil, pero la volvería a elegir. Otra cosa que también me pasó a partir de esto es empezar a conectar con la simpleza de la gente, empezás a ver más allá de todo. Y los abrazos. Que mis amigos hoy me digan que me ven bien, después de que me vieron pesando 50 kilos y casi sin poder moverme, para mí también esa es una manera de devolverles el amor que ellos me dieron, que invirtieron su tiempo en venir a verme a clínica todos los días.

– ¿Cómo fue convivir con la muerte?
–La verdad es que es tristísimo, no sabría cómo explicarte. Fue un año entero en el que me iba debilitando día a día, a veces me venía a buscar el papá de un amigo para llevarme a dar una vuelta a la manzana caminando. Y un día me acuerdo que hice dos pasos y le dije “no puedo más, no tengo fuerzas”.
Darte cuenta que no podés, es muy angustiante. Imaginá que después de todo eso, ¿cómo no voy a querer vivir? Perdí la vista también, no podía ver nada, no podía caminar, mi mamá me licuaba la comida para que yo pudiese alimentarme, fue muy triste.
Pero todo eso, hoy en día, me queda. Antes era un tema mucho más sensible, hablaba dos palabras y ya estaba llorando pero entre la enfermedad y el incendio, no sé de dónde saqué la fuerza necesaria para salir adelante. Creo que hoy en día ya no tengo miedo de arriesgarme a nada porque más abajo que eso que pasé, ya no hay.
Y está buenísimo que no me entiendas del todo cuando yo relato lo que viví porque para que me comprendas bien deberías pasar por algo así y no se lo deseo a nadie.
