Silvestre y La Naranja, todo lo que está bien: "Somos parte de una escena que explotó en la pandemia"
Afianzado en una identidad que rehúye de las etiquetas, el cuarteto prepara la salida de su nuevo trabajo. “Hay que agarrar la guitarra y hacer las canciones que te salgan”, dice Justo Fernández Madero, voz cantante de esta banda que es parte de la usina creativa del Saldías Polo Cultural y acaba de cumplir diez años.
La música argentina siempre está en movimiento, y desde hace unos años existe una escena con bandas que resignifican el gen de la canción pop nacional. Suenan en las radios, en las apps de streaming, tocan en festivales, están ahí. Silvestre y La Naranja es una de ellas.
A fuerza de buenas melodías y con más de diez años de carrera, el cuarteto formado por Justo Fernández Madero (voz), Francisco J. Nicholson (guitarra), Lucas Grasso (bajo) y Fernando Laprida (teclados y batería) está en las playlists que son tendencia y crece en todo el continente (en marzo va a tocar en el Lollapalooza y en el Vive Latino en México).
El Planeta Urbano conversó con su cantante sobre el proceso de grabación del nuevo disco, cómo creció la escena nacional del rock pop en los últimos años, su relación con el Saldías Polo Cultural y la esencia de la banda.

–¿Qué se puede adelantar del nuevo disco?
–Este trabajo va muy de la mano del momento de la banda. Nos fuimos a grabarlo a Chile, a Estudios del Sur, un lugar sarpado, y fue un proceso muy diferente a los anteriores, que los grabamos en Buenos Aires, en los mismos estudios, con las mismas personas y producido por nosotros, algo que recontrafuncionó. Pero queríamos cambiar; hubo cambios desde el punto de partida y a nivel musical.
Nos fuimos los cuatro a grabar durante once días, y cuando estás metido en un estudio 24/7, tu cabeza gira en torno a eso y no hay nada más, es re intenso. Llevamos las maquetas bastante armadas porque no podíamos extendernos: el disco tiene once canciones, grabamos una por día.
–Muy diferente a Supersticiones (2021).
–Sí, porque Supersticiones lo empezamos a hacer dos semanas antes de que comenzara la pandemia. Ese disco fue otro proceso; más en la distancia, más individual, cada uno en la compu. Les metí mucho más a las letras, más cabeza, porque tenía más tiempo. No tenía la rutina normal de Buenos Aires. Aunque Supersticiones y Anim4les (2019) a nivel sonoro son muy parecidos, la diferencia fue que la pandemia cambió el proceso compositivo y creativo de cada uno.

–¿Cómo fue incorporar un productor?
–Estuvo buenísimo. Mateo Rodo es un capo, humana y profesionalmente. Musicalmente, es una bestia que te suma por muchas partes. Desde nuestro lado cambia mucho la ecuación, somos cuatro y somos pares: entra un quinto y es como el árbitro. Un productor, en ese sentido, está bueno, porque es la última palabra y te aporta creativamente, influye en todo. Son cucharadas estilísticas que no tenés, te agrega tres acordes que quizás te cambiaron el tema. Son detalles que marcan mucho la diferencia. Mateo fue el guía de la odisea sonora en la que nos metimos en Chile y fue clave para darle un audio distinto al disco.
–Ganaron mucha popularidad durante la pandemia. ¿Creés que pasó por formar parte de una escena determinada?
–El núcleo principal de todo artista es la música, pero sin duda que está enmarcado en el contexto de una escena que empezó a surgir un poco antes de la pandemia, en 2018, aproximadamente. Por un lado, el trap, lo urbano, explotó fuerte, y por otro, el rock pop, cada uno a su dimensión. Vos ibas a un festival nacional en 2013 y las bandas eran de los noventa y los dos mil. No había bandas nuevas que llevaran tanta gente. De repente, en 2019 empiezan a hacer festivales con todos artistas nuevos y los cierran quizás Fito Páez o Babasónicos. Eso es re loco, ese envión nos vino bien a todos y se destapó un recambio generacional.
–Muchas de esas bandas ensayan en el Saldías Polo Cultural. ¿Cómo es la experiencia de estar en ese espacio artístico?
–Es hermoso, hay dos cosas sarpadas: por un lado, la convivencia entre tantos artistas, nosotros compartimos sala con Isla de Caras y El Zar. Después, en otra sala, están los Bandalos Chinos, Lo' Pibitos... hay muchas bandas. Está esa convivencia, ese flujo de energías, de conversaciones, del día a día. Y después está el manto del Saldías Polo Cultural casi como institución y de Lucas Pombo, que está ahí y nos apoya brindándonos este espacio; hay una amistad con él a esta altura. Nos banca y nos junta con gente, nos consigue una movida. Es un padrino que simplemente te ayuda, no te pide nada a cambio. Y están los festivales, está buenísimo.

–A lo largo de su carrera, el sonido de la banda fue mutando. Empezaron haciendo folk en el primer disco, Silvestre y La Naranja (2012). Hoy hacen una especie de pop rock psicodélico. Pero en definitiva son una banda de canciones. ¿Estás de acuerdo? ¿Cómo fue ese proceso?
–Sí, somos una banda de canciones. El proceso fue natural, fuimos creciendo, escuchando diferentes cosas. El momento de la música iba cambiando y nosotros íbamos fluyendo y no nos casábamos con nada. Empezamos haciendo folk, estaba fascinado con ese género, pero en un momento dejamos de conectar con eso. Hay que agarrar la guitarra y hacer las canciones que te salgan, aunque ahora vamos pensando cada paso que hacemos. Pero no hay que perder esa magia de las canciones que te nacen, porque te vas refrescando. Hay bandas a las que les sale lo mismo, se mantienen ahí, y está bárbaro, pero desde mi lado me gusta no casarme con ningún estilo, ninguna etiqueta.
Fotos: Ignacio Chinchilla @Nastychinchilla