Martín Piroyansky: "Me di cuenta de que cada vez más me gusta escribir sobre personajes miserables"

Aunque dice que le gustan los personajes miserables, esta vez se puso en la piel del mítico Dr. Tangalanga, el héroe anónimo que se las ingenió para hacer de la broma telefónica una carrera. El peso de interpretar a un humorista que rompió paradigmas, la importancia de la libertad creativa en el trabajo y cómo escapar de la solemnidad sin morir en el intento, en este mano a mano.

Dueño de un talento y dominio del humor único, ya desde sus primeros pasos en el mítico Magazine For Fai, Martín Piroyansky demostró su histrionismo, pero también su lectura lúcida e irónica de la realidad. Exploró cuanto formato quiso y nunca dejó de lado su avidez por la comedia: desde su debut actoral en Cara de queso hasta su primera película como director (la siempre recordada Voley) y su consagración definitiva con Porno y helado, una deformidad hermosa en la que consiguió casi lo imposible: que Susana Giménez lo acompañara. “En cada cosa que hago trato de investigar y encontrar tonos nuevos, y Porno y helado tiene un tono nuevo para mí, mucho más delirante y absurdo”, dirá a lo largo de esta charla.

A punto de iniciar el rodaje en Uruguay de la nueva temporada de la serie, estrenó en cines El método Tangalanga, un proyecto de Mateo Bendesky en el que le tocó interpretar a Jorge Rizzi, un hombre gris y común que un día comienza a esconder su identidad tras un teléfono y descubre un talento único para las bromas telefónicas. Así, bajo el nombre de Dr. Tangalanga, logra sortear su timidez, alegrar a un amigo enfermo (Alan Sabbagh) llevándole grabaciones de las conversaciones al hospital y hasta conquistar a una mujer (Julieta Zylberberg).

Piroyansky encuentra su propio método para ponerse en la piel de un hombre que representó una época del humor popular (hasta se vendían casetes con sus llamadas) en una suerte de comedia romántica ambientada a principios de los años 60, algo que le permite explorar una zona de humor físico que hasta entonces no había mostrado. “Fue uno de los rodajes más lindos que tuve, lejos; lo recuerdo como un viaje de egresados. Había mucha buena onda en el equipo, laburamos un montón, pero era muy agradable, y eso es por Mateo. Si pasa eso en un rodaje, siempre es por el director”, asegura antes de dar inicio a esta charla.

Piroyansky encuentra su propio método para ponerse en la piel del Dr. Tangalanga, un hombre que representó una época del humor popular en una suerte de comedia romántica ambientada a principios de los años 60.

–¿Te dio miedo componer por primera vez a un personaje que existió?

–Sí, había un peso muy grande, lo sentía, sobre todo por lo que significa para la gente, que le tiene mucho cariño. Había una gran responsabilidad, pero trataba de no pensar tanto en eso porque, si no, no lo hacía. También pasa que la película es sobre otras cosas, es la excusa para contar una historia de amor, de amistad, es como un Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

–¿Cómo fue la preparación?

–Me dediqué a escuchar todas las jodas que están subidas a Spotify y YouTube, y traté de acercarme lo más posible al personaje. Igual, durante el rodaje, la familia de Tangalanga estuvo presente y nos dio indicios de la conexión real que teníamos con él. Por ejemplo, usamos una libretita muy parecida a la que él usaba, vimos sus notas, que anotaba en esa misma libreta, ideas rarísimas. Lo llamativo de él es que la gente lo tiene como el gran puteador, que lo era, pero lo más interesante eran los conceptos absurdos que manejaba.

–Siendo humorista, ¿cuál es el primer recuerdo que tenés sobre Tangalanga?

–Uh, qué difícil. No sé, pero me decís “Tangalanga” y pienso en Tangalanga de viejo; de hecho, todo aquel al que le contaba que iba a hacer la película, me decía: “Pero sos muy joven para hacer de Tangalanga”. Ahí me parece que está la originalidad de Mateo Bendesky, en contar el origen del personaje, cómo arranca a hacer las bromas telefónicas. Ese es el ángulo de la película.

“Durante el rodaje, la familia de Tangalanga estuvo presente y nos dio indicios de la conexión real que teníamos con él. Por ejemplo, usamos una libretita muy parecida a la que él usaba, vimos sus notas, tenía ideas rarísimas.”

–¿Cómo encontraste la voz del personaje?

–Lo más complicado fue componer a dos personajes en una misma película. Había algo de Tangalanga que no se armaba; volvía muy actual a la película el que hablara como hablo yo, y de pronto, un día se me ocurrió proponerle a Mateo hablar con ese código de época. Estaba seguro de que me iba a decir que no, pero le gustó y algo pasó ahí. Yo sentía que era muy forzado hacer a Jorge con mi voz normal y después pasar a hablar como Tangalanga, entonces pensé: “¿Qué pasa si hacemos el camino inverso?”. De Tangalanga había que sacar una voz para Jorge, en vez de forzar a que mi voz se transformara en la de Tangalanga.

–Hay una historia de amistad muy presente en el relato. ¿Cómo lo trabajaste con Alan Sabbagh?

–Fue fácil, y da mucha ternura, porque lo ves acostado en la cama todo el tiempo. Y lo mejor es que el personaje que está convaleciente es el que más chistes hace, eso me parece muy bueno.

“Hay algo de nuestra naturaleza que tiene que ver con ser malos. A través de algunos personajes me doy el permiso de ser leal a esa maldad original que tenemos todos.”

–Con Porno y helado rompiste esa tradición de que las series deben ser sobre temas “solemnes”. Fue un éxito y ahora se viene la segunda temporada. ¿Cuál fue el mayor desafío?

–En cada cosa que hago trato de investigar y encontrar tonos nuevos, y Porno y helado tiene un tono nuevo para mí, mucho más delirante y absurdo. Me gustaba tener un humor parecido a La pistola desnuda por momentos, un humor mucho más visual, hacer un chiste sobre dónde poner la cámara, armar un plano y cortar a algo gracioso.

El miedo que tenía era que en el guion convivían varios estilos de humor, eso me asustó mucho cuando grabamos la primera vez, pero pensé: “Lo filmo y después veo cuando lo edito”. Después me di cuenta de que funcionan, pero mientras lo filmaba me costaba unirlos todos en mi cabeza.

–Te escribiste un personaje muy particular, border, tenías ganas de ser malo.

–A mí lo que me gusta de hacer a Pablo, mi personaje en la serie, es que es muy malo, es muy mala persona, y hay algo que disfruto de actuar de una persona mala, como un permiso que me doy en la ficción que en la vida no sucede. Me di cuenta de que cada vez me gusta más escribir personajes miserables. Siento que los nenes son malos por naturaleza y los padres les enseñan a ser “buenos”. Toda la vida nos enseñan a ser “mejores”, porque si no sería todo más caótico, pero hay algo de nuestra naturaleza que tiene que ver con ser malos. A través de estos personajes me doy el permiso de ser leal a esa maldad original que tenemos todos.

"Me di cuenta de que cada vez me gusta más escribir personajes miserables."

Fotos: Alejandro Calderone Caviglia

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