Nicolás Artusi: "Creo que fui un factótum del boom del café en la Argentina"
El conductor de la segunda mañana de IP Noticias reparte sus días entre sets de televisión, lecturas y debates de interés general, sin dejar de lado la gran pasión de su vida: el café.
“Salud, y buen humor”. Con ese deseo y alzando su vaso de café se despide Nicolás Artusi de lunes a viernes de la audiencia que lo mira en Imagen positiva, el programa que conduce en la segunda mañana del canal IP junto a Paloma Bokser. “Salgan y beban rico”, les desea a los oyentes de Café del día, el clásico de los domingos en Radio Metro. El lector perspicaz notará el denominador común en ambas frases: la invitación a tomar algo. ¿Cualquier cosa? Bueno, viniendo de quien hace 15 años es conocido como Sommelier de Café, podría entenderse como un mensaje subliminal.
Pactar una cita en un bar con el hombre que asesoró en sus consumos cafeteriles a Gaby Sabatini y Manu Ginóbili, y que es responsable de que exista ahora una biblioteca vinculada a esta infusión (tiene tres libros publicados sobre el tema), es una experiencia casi antropológica.
¿Será el lugar un sitio que ya conoce y en donde sirven su café favorito (si es que lo tiene), u otro que se le antojó hoy? ¿Habrá azar en la elección? ¿Le quedará cómodo en base a su agenda y ya? “Por lo general siempre elijo los lugares en base al café que sirven. Este también puede llegar a ser el caso, pero más por una vocación de exploración, porque este lugar es nuevo y no conozco el café que sirven, aunque ya me di cuenta por el sobrecito de azúcar.”

–¿Y es bueno o malo?
–No, malo. Muy malo. Porque, aparte, lo promocionan en la carta como café de especialidad y esa marca no tiene café de especialidad. No voy a decir de qué marca se trata, pero esta es una denuncia muy seria.
Durante mucho tiempo, el contexto, el ambiente, fue tan importante como el café que sirven. Más que nada, en cuanto a lugares que sean respetuosos, amigables, o por lo menos aptos para hacer lo que a mí me gusta en los cafés, que es ir a leer, escribir o conversar.
Entonces, siempre estoy en la búsqueda de nuevos rinconcitos que sean aptos para eso. Una ventana linda, una calle silenciosa, me fijo si el sol da de mañana o de tarde. Algo fundamental que acá hay que agradecer es que no tengan televisor, y que no tengan televisor con noticias, porque eso me parece muy perturbador de la idea de la cafetería.
–¿Por qué lo decís?
–A mí me gusta mucho pensar en la cafetería como una suerte de oasis o remanso en el medio de la ciudad, como una especie de sitio al que yo entro y por una hora suspendo el tiempo. Y si entro a una cafetería y veo que hay una pantalla de cincuenta pulgadas y un canal de noticias que tira placas de alerta o último momento –aun trabajando en un canal de noticias (o precisamente por eso mismo)– y no sólo eso, sino que además ese canal de noticias no está muteado, bueno, ese es un lugar que me expulsa. A mí me gusta mucho la cafetería como lugar alejado del espacio y del tiempo. Y si tengo un televisor que me contamina la ilusión con la realidad ya me echa a perder todo el cuadro.
–¿El café de especialidad es el paddle de los ‘90 o creés que es una cultura que llegó para quedarse?
–Te voy a decir la respuesta que es la muerte de la conversación: las dos cosas. En este barrio en donde estamos nosotros, hay siete cafeterías de especialidad en una cuadra y media.

–¿Hay mercado para eso?
–Probablemente no y se va a dar el proceso darwiniano de selección natural. Ahora, por qué te digo las dos cosas: porque, por un lado, parecen ser las canchas de paddle de los ‘90 o los parripollos de los 2000, porque el cafecito deja mucha rentabilidad, es 98% agua en el esquema de negocio.
Pero, para que funcione, tenés que vender muchos cafés por día. Es un negocio de volumen. A diferencia de un restaurante, donde vos tenés que vender, por decir algo, sesenta platos por día, para que eso te cuadre en un café tenés que vender seiscientos o mil por día.
Pero, por otro lado, también te digo que el café de especialidad se está convirtiendo en un estándar. Ya no podés abrir un café de especialidad solamente porque vendés café de especialidad. Tenés que encontrar algo más, una propuesta distinta desde lo gastronómico, desde el ambiente. Lo que hasta hace cuatro años era una novedad, un local que abre y dice: “Aquí servimos café de especialidad”, hoy ya es equiparable a decir: “Aquí servimos café”.
–¿Por qué nunca abriste tu propia cafetería o lanzaste tu marca de café?
–Lo que a mí me interesa en mi personaje del Sommelier de Café es transmitir y crear cultura de café, pero a través de los vehículos que a mí me interesan como periodista, que son piezas narrativas. No estoy vinculado ni tengo deseo con el mundo del producto en sí. Creo, sin falsa modestia, que fui un factótum del boom del café acá en la Argentina. Porque empecé con mi alias del Sommelier de Café en 2007, cuando nadie hablaba del tema. Yo siempre hice periodismo cultural, así que me propuse incorporar el café a uno de los tópicos culturales que yo manejo.
–En Café del día tenés una sección que se llama “Dieta Mediática”, en la que consultan a periodistas sobre cómo se informan. ¿Cuál es tu dieta mediática en la semana?
–Me levanto todos los días dos horas antes del programa que conduzco en IP Noticias y, de esas dos horas, prácticamente una hora y media es de inmersión en la actualidad. Ahora hago una sección nueva que se llama “Kiosco de Aeropuerto”, en donde muestro tapas de diarios y revistas del mundo.
Entonces, lo primero que hago es recorrer por ahí. Tengo una suscripción a Press Reader, un servicio que te da acceso en PDF a siete mil diarios y revistas del mundo. Ahí leo Libération de Francia, La Vanguardia de España, el Wall Street Journal, el USA Today. Dentro de esta aplicación también están los diarios nacionales y por lo menos Página/12, La Nación y Clarín los leo en PDF todos los días. Y, mientras, voy escuchando radio y tomando café.
En la radio hago zapping a la mañana, trato de que sea bastante ecuménico. Y también recibo un Google Drive de la producción del programa donde están todos los temas y noticias que son importantes para ese día para el canal. A mí la actualidad me aburre, porque creo que siempre se repite. Con distintos nombres, pero siempre discutimos cosas parecidas.

–Dice esto quien conduce un programa de actualidad. ¿Cómo lo hacés llevadero entonces?
–Porque a mí me interesa más la conversación que la información. Hoy por hoy, creo que la información es un commodity, por eso me burlo un poco de las placas rojas y de la urgencia. Desde que existe Internet y no está mediado tanto por intermediarios, valga la redundancia, la información es un commodity. Hay un accidente en la Panamericana y a un tipo se le pinchan las tres ruedas a la vez; ese dato lo tenemos todos al mismo tiempo. Prácticamente no hay valor en la idea de la primicia.
–Te escuché decir alguna vez que no prestás libros. Y que los escribís mucho. Si mañana, ¡toco madera!, no estuvieras más entre nosotros y tuviéramos acceso a tu biblioteca, ¿qué nos dirían esos libros de vos?
–Bueno, creo que un buen intérprete o buen lector puede obtener mucho de mis anhelos, de mis sueños, de mis miedos, de mis obsesiones. ¿Pero a quién le interesaría? No le importa a nadie más que a mí y eventualmente a mi vieja. Escribo mucho los libros, son como extensiones muy personales. No te voy a contar lo que escribo en un diario íntimo porque no se confiesan intimidades. Y no presto libros justamente por eso.
Me generaría mucha ansiedad esperar a que la otra persona me los devuelva. Aparte, creo que es mejor regalar un libro. Si yo sé que te interesa un libro que tengo, muy probablemente de una manera muy discreta y solapada, voy a ir, lo voy a comprar y te lo voy a regalar.
Fotos: Alejandro Calderone Caviglia