Pablo Rago, un símbolo de la TV argentina: su paso por TVR, el recuerdo vigente de Amigos son los Amigos y un presente repleto de teatro
Con programas como Clave de sol, Amigos son los amigos y TVR, entre otros, Pablo Rago tiene ganado por derecho propio un capítulo fundamental en la historia grande de la televisión argentina.
En su filmografía registra títulos emblemáticos y trascendentes. Desde la galardonada El secreto de sus ojos y la taquillera El robo del siglo hasta ese auténtico objeto de culto llamado Kryptonita, que se exhibía a sala llena durante los fines de semana cuando por menos de diez pesos se podía comprar una entrada en el cine Gaumont.
Pero lo que ahora lo tiene realmente entusiasmado a Rago es el universo teatral. La actividad empieza a recuperarse en Buenos Aires y presenta números similares a los de la época previa a la pandemia. En este contexto favorable, el actor de Inconquistable corazón y Cien días para enamorarse disfruta de su participación en la ambiciosa adaptación de Network, la recordada película de Sidney Lumet ganadora de cuatro premios Oscar.

El teatro Coliseo cobija hasta el 2 de octubre a esta obra que ya logró triunfar en plazas tradicionales, como Broadway o Londres. Network es una superproducción visual con gran despliegue tecnológico al servicio del texto para recrear el mundo de un set televisivo. Cuenta con la dirección y puesta en escena de Corina Fiorillo, adaptada por Juan José Campanella, en la que Rago comparte elenco con Florencia Peña, Eduardo Blanco, César Bordón y Coco Sily.
Con la adrenalina propia de formar parte de una propuesta semejante, Rago se concede una pausa para dialogar con El Planeta Urbano.
–Uno recuerda mucho la película, ¿con qué se encuentra el público cuando va a ver Network al teatro?
–Se va a encontrar con un espectáculo que va más allá de lo teatral; es una mezcla fantástica de teatro, cine y televisión. Mi participación empieza en el segundo acto, así que tuve la oportunidad de verla varias veces en ensayos generales, y la verdad es que la disfruto muchísimo, sale espectacular. La gente reacciona de una manera que con los compañeros nos miramos y decimos: “¡Uy, qué obra tenemos!”, porque en los ensayos siempre falta un personaje que es el público, y la gente se compenetra mucho con la obra. Nosotros también nos preguntábamos si después de tantos años se iba a entender el conflicto, si se iba a comprender el lenguaje trasladado a lo teatral, y la verdad es que funciona fantástico. Además del despliegue de producción, que es algo pocas veces visto en el teatro argentino.
–Tu personaje tiene dos escenas. ¿Qué te llevó a formar parte del proyecto?
–El personaje. Porque es muy potente y hago dos monólogos que son fundamentales. Cuando vi la película, si hubiera tenido que elegir un personaje antes de que me lo ofrecieran, sin duda me hubiese inclinado por este que hago, el presidente de la cadena de televisión. Es tan fuerte que por primera vez me sumo a un proyecto así, en el que tengo poca participación, porque el rol es muy importante. No solo define la obra, también modifica totalmente al personaje protagónico, que es Coco Sily.
–Con Network vuelve a estar Campanella metido en tu vida. Hablando de cine, ¿Campanella y Winograd fueron los dos directores con los que mejor te entendiste en tu carrera?
–Te agregaría a Sebastián Pivotto, que fue el director de Belgrano y La leyenda, además de trabajar en Gasoleros y Primicias. Ellos son con quienes más trabajé. Con Campanella hice El secreto de sus ojos, Vientos de agua, Metegol, en la que puse la voz, y produjo Belgrano. Y con Wino también laburé en varias películas, recién ahora que hago memoria tomo conciencia de que son los directores con los que más trabajé. También tuve muy buenas experiencias con otros directores con los que me gustaría volver a filmar, como Marcelo Páez Cubells, con quien hice Bruja, junto a Érica Rivas. Con él, además de una buenísima relación, compartimos el fanatismo por River, así que nos mantenemos muy en contacto con las actualizaciones del club.

–Recién mencionabas a Belgrano, ¿qué significa para vos haberlo encarnado y también al Che Guevara, dos figuras tan emblemáticas para nosotros?
–Lo del Che fue algo más corto, un episodio en el programa Historia clínica, pero Belgrano es uno de los trabajos que más quiero por lo que significó interpretarlo. Además de ser mi prócer favorito, la película es muy conmovedora y es un personaje que me siguen recordando todo el tiempo, porque desde 2010 la repiten cada 20 de junio en la tele. La pasan mucho en las escuelas; los maestros son muy fanáticos de Belgrano, cada vez que me cruzo con algún docente surge el tema. Mirá, cuando la estrenamos fue el año en que mi hijo prometió a la bandera, porque estaba en quinto grado, fue muy emocionante porque habló con sus maestras y me invitó a la escuela para que diera una charla en el Cristóforo Colombo ante 200 chicos que me hacían preguntas sobre Belgrano… como si yo fuera él (se ríe), fue increíble. Y este año me tocó la promesa a la bandera del hijo de mi novia, así que también me invitó a su acto donde hicieron una escena de la película. Te lo cuento y se me paran los pelos, porque fue muy emocionante poder estar ahí acompañándolo. Cuando entré, algunos de los chicos me miraron con cara de “a este lo conozco”, fue muy lindo.
–Lograste algo que todos los padres anhelamos, porque los chicos en la adolescencia empiezan a sentir vergüenza de sus padres. Es lindo que tus hijos estén orgullosos de vos.
–Totalmente, me encanta que vengan a verme y compartir con ellos. Mi hijo más grande siempre me acompaña, le gusta verme actuar y eso me da mucho orgullo. Siempre tiene palabras re lindas y creo que lo mejor que me dijo cuando era chiquito (ahora tiene 19) fue un halago divino que quizás algún actor podría tomarlo a mal: “Los personajes que hacés son todos distintos, pero siempre sos vos”. Eso me hizo pensar en la verdad que tengo para actuar, soy de esos actores a los que les gusta disfrazarse y transformarse, pero siempre desde ellos.

–Obviamente, la gente siempre recuerda Amigos son los amigos, ¿nunca un productor planteó la posibilidad de que ahora vos hagas el papel de Carlín y de que algún actor muy joven haga el tuyo?
–(Se ríe). ¿Sabés que no? Nunca lo planteamos. A Carlín y a mí nos tentaron varias veces para volver a hacer el programa juntos, pero nunca nos cerró, así que Carlín un día me dijo: “Está bueno que el público se quede con el recuerdo, no se le arruinemos”. Pero esto de que yo haga el personaje adulto y otro actor el mío no es mala idea, eh. Habría que pensarlo.
–En tu cuenta de Instagram vi una foto muy linda que subiste con el Pato Fillol donde decías que era tu ídolo de la infancia. Me llamó la atención porque a fines de los 70 fue el momento de Passarella, Merlo, Alonso, había muchos grandes jugadores en River. ¿Por qué el Pato?
–No quiero menospreciar mi admiración por Passarella, pero a mí de chico me gustaba mucho atajar. La verdad es que ese equipo que acabás de nombrar es prácticamente la Selección del 78, cuya columna vertebral estaba conformada por jugadores de River. Ojo, como lo mío era atajar, también me gustaba mucho Gatti. Uno solo podía verlo yendo muy de vez en cuando a la cancha, era muy pintoresco, pero como arquero mi ídolo era Fillol. Tuve oportunidad de conocerlo cuando fuimos a la cancha con mi hijo, nosotros estábamos en un palco, vi que él estaba en el de al lado y no me animé a gritarle. Pero en el entretiempo fui, quise entrar a saludarlo y justo había salido, así que lo esperé los quince minutos del entretiempo para darle un abrazo. Primero no me reconoció, me miró con cara de “¿y vos qué querés, pibe?” (se ríe), pero después le comenté que quería saludarlo y sacarme una foto. Ahí se acordó y me dijo: “Pero, claro, ¡si yo te mandé unos guantes!”. Era verdad, una vez en un programa tuvieron la delicadeza de contactarlo y me mandó un video junto con un par de guantes autografiados que guardo con muchísimo cariño.
“Una vez, Carlín me dijo: ‘Está bueno que el público se quede con el recuerdo, no se lo arruinemos’.”
–Vos tuviste un programa que marcó una época, como TVR. ¿Qué recuerdo tenés de eso? ¿Te interesaría volver a la conducción?
–Mirá, tendría que volver a aparecer algo que me entusiasmara tanto como TVR. ¿Querés conocer la anécdota? Muchos años antes de que me llamaran para el programa, en una nota de La Nación me preguntaron qué me gustaría hacer además de actuar, y contesté: “Conducir TVR”. Porque fue el programa de televisión que más vi y es mi programa preferido de toda la historia, no solo cuando estuve yo, sino en todo su recorrido. Y la verdad es que creo que las temporadas que hicimos con Gabriel Schultz fueron las más destacadas: la producción y la edición estaban en su momento más alto. Tuvimos los mejores invitados, ¡no sabés lo que fue la noche que vino Maradona! Fue mágica.
–¿Qué recordás de Diego?
–La noche esa fue tremenda, el estudio estaba explotado de gente, y él con su humildad decía: “¡Hay que estar sentado en este sillón, eh!”. Era el sillón de TVR y estamos hablando de Maradona, un tipo que se ha entrevistado con todo el mundo, incluso con el Papa, y él estaba muy emocionado porque veía el programa, estaba entusiasmado con estar ahí. Después tengo otra anécdota muy buena en la cancha de Ferro, en un partido que hicimos para comprar el tomógrafo del hospital Fernández, cuando estaba Adrián Ghio internado ahí. Jugué un rato con Diego, me tiró un pase de 40 metros y por supuesto yo la tiré a la tribuna. El relato de ese día fue inolvidable, estaban Macaya y Araujo haciendo el relato del partido. Araujo arrancó: “Maradona… Maradona… Rago”. Ahí un silencio, y el comentario de Macaya que dice: “Lo de Rago…” (risas). Y, bueno, ese fue mi paso por el fútbol con Diego.

Fotos: Alejandro Calderone Caviglia