Feli Colina, la artista salteña que marca camino con sonidos autóctonos y de raíz folklórica

Cantó a la gorra en el subte y ganó un concurso que la llevó a Abbey Road para grabar en el mítico estudio de los Beatles. La artista que dejó su Salta natal en busca de un sueño ahora se prepara para el próximo desafío: brillar en los escenarios del Primavera Sound y demostrar que su talento no tiene techo.

Faltaban pocos días para que el invierno de 2013 se apagara por completo cuando Feli Colina, de 19 años, decidió tomarse un vuelo desde la capital de Salta a Buenos Aires para festejar el cumpleaños de una amiga. Pero lo que aparentaba ser una decisión impulsiva, relativa a un pequeño viaje de celebración, se traduciría en una corazonada perfecta para sentar las bases en la ciudad porteña e iniciar un nuevo camino con su arte.

“Fui medio irresponsable en hacerlo, pero había algo de intuición que sobrevolaba ese momento”, rememora. “Mis padres siempre me dieron mucha libertad y tuvieron mucho respeto por las decisiones que fui tomando a lo largo de mi vida, así que no les tuve que explicar demasiado. Los llamé y les dije directamente que quería quedarme. Había empezado a estudiar Derecho en Salta y supuse que iba a seguir con la carrera acá, pero no fue así. Trabajé un par de meses en un estudio jurídico y, cuando me quedé sin laburo, dos amigos que estaban en la misma situación que yo y que habían empezado a ir al subte a cantar me mostraron cómo era la movida. Me acompañaron un mes y desde ahí estuve cantando y tocando por un par de años.”

Entre vagones y estaciones, publicó su primer LP, Amores gatos (2016), y posteriormente se sumó como corista en los proyectos de Gonzalo Aloras, Conociendo Rusia y Francisca y los Exploradores. En 2018 ganó la quinta edición del concurso Camino a Abbey Road y viajó a Londres para grabar lo que sería su siguiente disco, Feroza (2019), en el mítico estudio donde también grabaron los Beatles. Para ese trabajo, Juanchi Baleirón, voz y líder de Los Pericos, ofició de productor

Este año lanzó El valle encantado, un álbum que presenta sonidos autóctonos, con melodías enlazadas fuertemente a nuestra tierra y letras firmes, que entre estrofas dejan relucir a una Feli que anduvo sanando viejas heridas y no teme darles luz para cantarlas.

Es un disco con mucho folklore argentino y sudamericano, donde se reúnen los colores de las voces y percusiones. Tiene una intención más bien minimalista, de no tanta carga de instrumentos, con zambas y chacareras acompañadas por la guitarra. Este valle lo imaginé como un lugar embrujado con hadas, duendes, naturaleza y esta cosa medio renacentista mezclada con lo surrealista. Es como un cuento: la búsqueda de la musa, un recorrido que voy transitando con cada canción, y voy a hacia ella mientras me encuentro con mis infiernos.”

–En tus últimas letras reflejás el sufrimiento que viviste en función del machismo y, a la vez, relucís un empoderamiento muy marcado. Como si hubieses hecho un trabajo de autovaloración profundo.

–Cien por ciento. La verdad, no sabría cómo medirlo, yo creo que todas las mujeres del planeta Tierra hemos sufrido violencia patriarcal. Y es algo que repercute en todos los humanos, porque este sistema no beneficia a nadie a la larga. Hubo un proceso personal fuerte donde sentí que uno de los efectos de la crianza en un sistema liderado por hombres fue tener una baja estima; el pensar que lo que yo podía decir no interesaba, que lo que yo sentía no tenía lugar, o que tenía que responder a ciertas formas o maneras. Tal vez el disco anterior fue como una reacción a ese primer comprender que había estado en una cárcel impuesta por la sociedad, y con este último álbum le pego otra vuelta de rosca.

–¿En qué momento comenzó a transformarse tu mente para tomar conciencia de todas estas cosas?

–Bueno, hace unos años hubo un movimiento innegable del feminismo. Toda la lucha por el aborto legal fue la bandera que nos abrió los ojos. A partir de 2018 se entendieron muchas cosas y ahora siento que como sociedad estamos incorporando esa información. Obviamente, me tocó vivir todo el proceso y formar parte desde Buenos Aires, en un contexto más bien progre, en un ambiente musical y artístico en el que las nuevas perspectivas sociales están a la orden del día. Creo que en Salta se lograron algunos cambios también, pero en este espacio actual que habito puedo ver resultados más veloces. Recibo muchos mensajes de mujeres que se ven reflejadas con mis letras y creo que todo esto que hemos transitado también hizo que nos diéramos cuenta de que estamos todas en la misma y que nos podemos acompañar, comprender y apoyar. Eso siempre es hermoso. También me han escrito hombres que han entendido todo esto y tienen una nueva perspectiva. 

–Hay una cualidad propia del artista de poder sacar a la luz las oscuridades que atormentan al ser y transformarlas. Casi como un acto de magia.

–“Acto de magia” me parece la forma perfecta para definir lo que hacemos, porque, por lo menos en mi caso, yo no tengo la intención de que eso ocurra. Es decir, yo vivo mi vida y a partir de ello van decantando cosas que voy pensando. No tengo como premisa hacer una canción para defender una causa puntual, sin embargo, esas mismas causas me atraviesan, me interpelan, las hablo y las canto.

–¿Fue una gran escuela aprender a poner una sonrisa en los vagones cuando la multitud estaba agotada volviendo de laburar?

–La verdad es que sí, pero igual todo eso se retroalimenta, se genera un círculo virtuoso. Siempre hablo de mi experiencia personal, porque no todos están en la misma. Yo estaba contenida, no es que no me quedaba otra si fallaba el subte, lo peor que me podía pasar era volverme a Salta, a la casa de mi mamá, o incluso quedarme acá e irme a lo de una tía o a lo de mi hermana. Por eso, para mí, fue una experiencia hermosa y desafiante, requería de plantarme y mirar a la gente a los ojos. Le tuve que pelear a la timidez y aprender a seducir. Muchas veces no tenía el mejor humor para ir a cantar y tocar la guitarra, pero al ingresar en los vagones sabía que si yo apostaba a la primera sonrisa, automáticamente me iba a volver, y el resto se daba de forma natural.

“Yo no tengo como premisa hacer una canción para defender una causa puntual. Sin embargo, esas mismas causas me atraviesan, me interpelan, las hablo y las canto.”

–Tanto en tu performance en vivo como en tus videos le das un gran espacio al arte visual, jugás mucho con tu cuerpo y preponderás el sentido de la vista, más allá del oído.

–Es así. Cuando estaba haciendo Feroza, vivía con una amiga y ella me mostró todo este mundo, me ayudó a entender su importancia y aprendí que una propuesta debía ser consistente desde todos los sentidos. Empecé a explorar y conocer más mi cuerpo y comprendí que tenía a disposición desde los últimos dedos del pie hasta las raíces de mi pelo para decir lo que quisiera y que además podía jugar con colores y texturas. Las primeras cosas visuales que empecé a hacer fueron trabajando con Rita Calissano, que es mi vestuarista hasta el día de hoy. Inti Patrón también es una pieza clave del proyecto, ella se ocupa de la fotografía y el diseño gráfico e hizo la dirección de fotografía del disco. Hay un equipo con el que trabajamos la música y hay otro equipo con el que trabajamos la parte visual, y todos nos mezclamos entre sí. Todos entendemos el mismo juego y eso le da más dimensiones a un mismo mensaje.

Fotos: Inti Patró

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