De búnker de la Reserva Federal de EEUU a convertirse en el mayor archivo audiovisual del mundo
¿Cuántas veces oíste nombrar o leíste sobre la existencia del Registro Nacional de Cine (en inglés, National Film Registry) de los Estados Unidos? Seguramente en cada ocasión en que una película norteamericana es elegida por la Biblioteca del Congreso de ese país para ser preservada.
¿Sabías que también de la Biblioteca depende otro departamento de preservación llamado Centro Nacional de Conservación Audiovisual (National Audio-Visual Conservation Center), y que esa entidad se despliega en un imponente edificio conocido como Campus Packard ubicado en Mount Pony, Culpeper, Virginia, lugar que alguna vez fue bunker de la Reserva Federal de los Estados Unidos?
Allí, películas, programas de radio y televisión, pero también canciones y hasta efectos sonoros son preservados mediante los trabajos de digitalización que a diario realizan un centenar de empleados. La cantidad de archivos existentes en el edificio es abrumadora: 3,6 millones de piezas sonoras y 1,6 millones de filmes.

Su pasado de lugar secreto también ayuda a descorrer el halo de misterio que rodea al enorme edificio, que tiene forma de media luna y está enterrado en una colina. Es que el establecimiento fue un bunker que durante la Guerra Fría albergó 6 mil millones de dólares de reserva para sacar adelante la economía norteamericana en caso de que el país sufriera una ataque nuclear.
El nombre Packard Campus se lo debe a David W. Packard —hijo del fundador de Hewlett Packard— quien se lo compró al gobierno en 1997 ya que el edificio dejó de estar operativo en 1988, cuando se retiró todo el dinero que guardaba. Packard lo restauró, lo acondicionó y lo volvió a donar, esta vez a la Biblioteca del Congreso, para crear este centro.
En el campus hay kilómetros de estanterías para almacenar las películas (se asegura que son unos 140) y los archivos sonoros en todos los formatos conocidos. La dinámica del lugar obliga a que los anfitriones de cada departamento deban abrir con su tarjeta de empleado una caja que guarda las llaves de todas y cada una de las cámaras frigoríficas y los distintos almacenes.

Cruciales, las cámaras frigoríficas mantienen en su mayoría una temperatura de 2 o 3 grados centígrados, frío necesario para poder conservar numeroso material que de otra forma se deterioraría muy rápidamente.
En cuanto a las cámaras que guardan películas de nitrato (el depósito más grande del hemisferio occidental en la materia), los cuidados crecen exponencialmente ya que ese elemento es altamente inflamable. En ese sentido, hay toda una estrategia de ubicación de las películas, con aspersores apuntándoles directamente y una estructura edilicia que acompaña.
Rob Stone, curador del archivo de películas, y Matthew Barton, responsable del archivo sonoro, respondieron consultas de la agencia Efe referidas a los cuidados extremos y también a la idea de preservación. Una de las cuestiones que abordó Barton es la relacionada con el por qué junto a las copias digitalizadas se preservan también los archivos originales.
Respondió con el más puro sentido común: "La copia es la forma de preservarlo. Guardamos los originales porque la tecnología no deja de mejorar y nos permite copiar cada vez mejor". La conclusión es simple: a mejor calidad de registro, mejor copia posible hasta el momento. Además lo originales jamás salen del edificio y sí, por supuesto, las copias.
Filmes, sonidos, historia
Entre las perlas fílmicas que guarda la colección de Campus Packard están desde la copia original de "Great Train Robbery" rodado en 1903 y considerado el primer western de la historia, al clásico “Caballero sin espada” ("Mr. Smith Goes to Washington"), dirigida por Frank Capra en 1939 y protagonizada por James Stewart. También la película “Pepe”, que Cantinflas (seudónimo del gran cómico mexicano Mario Moreno) rodó en 1960 en los Estados Unidos junto a estrellas como Shirley Jones, Jack Lemon o Judy Garland.

Siguiendo con el séptimo arte, hay colecciones enteras, como las donadas por Bob Hope o Jerry Lewis, quien, según Rob Stone, quiso conocer directamente "a la gente que iba a cuidar" su legado antes de darlo. O esa pieza de 18 segundos de duración llamada “May Irwing Kiss” (1896), nada menos que el primer beso filmado.
En todo caso, es material que también puede verse en el Campus ya que posee una sala de 206 asientos capaz de proyectar películas y cine digital moderno y que, como detalle vintage, cuenta con un órgano digital que se eleva desde debajo del escenario para acompañar las exhibiciones de películas mudas.
En cuanto a los archivos sonoros, se conserva la primera grabación de Frank Sinatra, de 1935, un extracto de una pieza musical grabada en Ciudad de México en 1910 con un fonógrafo Edison, y un disco con la retransmisión informativa de la situación en Madrid en noviembre de 1936, apenas comenzada la guerra civil española. También registros del sonido de un tren de vapor, un tractor, un coche de caballos, un coyote e incluso de una vaca lechera.

Fuente: agencia Efe