Humberto Tortonese: “El teatro me da vida, necesitaba recibir la respuesta directa del público”

Supo representar la contracultura mejor que nadie y logró trascender el mainstream sin perder su esencia. El humor, la paternidad y su sexualidad frente al cambio de época. Un mano a mano imperdible con el héroe del Parakultural, a días de su regreso al teatro porteño.

Tortonese lo hizo de nuevo. Después del parate obligado por la pandemia, el actor que se inició en el poderoso under porteño y llegó a conquistar a un público masivo volvió a los escenarios, esta vez con la adaptación de un clásico. Se trata de Vassa, basada en Vassa Zheleznova, una obra que Máximo Gorki escribió en 1910 y reescribió luego de la Revolución rusa. 

La versión que se está presentando en el Teatro Regio pasó por el tamiz de Felicitas Kamien, Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu, respetando el clima de final o inicio de época –según desde qué perspectiva se considere– recreado por el dramaturgo. “Cuando recibí la adaptación, la leí de golpe”, explica Humberto Tortonese. “Como soy una persona que se toma su tiempo para decidir, ese fue el primer indicio de que la obra era para mí.” 

Con referencias geográficas y temporales tácitas, pero fácilmente reconocibles por el público a partir de convenciones precisas, la trama concentra un cúmulo de traiciones familiares. Como si fuera un juego de ajedrez, los protagonistas intentan adelantarse a la jugada del otro para sacar el mayor provecho. El desgobierno es interno y externo.

Mientras tanto, una madre intempestiva intenta conservar su poder y lucha con sus hijos por el control de la herencia familiar. El personaje, sin duda, está hecho a la medida de un Tortonese preparado para explotar la faceta mordaz y humorística, pero no menos dramática y profunda.

“La propuesta me agarró en un momento de mucho cansancio y la tomé como la posibilidad de hacer otra cosa, porque me encantan los cambios. Cuando siento que me estoy achatando o permanezco mucho tiempo en un lugar, necesito cambiar. Y con Vassa sentí eso”, asegura.

–¿En qué más te fijaste para aceptar el papel?

–En lo de siempre: si me gusta la historia y si encajo en el personaje, aunque hay más factores en los que me baso antes de aceptar una propuesta.

–O sea que sos selectivo por convicción y no por divismo.

–Exactamente, una obra de teatro es un compromiso. Trato de dedicarme a pocos proyectos de manera simultánea porque le pongo mucha energía a cada uno y no me gusta desparramarla. 

“Siempre me comparé con los actores que heredaron la profesión; muy pocos se pueden liberar de eso.”

–Contame un poco cómo es Vassa. 

–En la obra original es una mujer muy fuerte en el contexto de la Rusia de la Revolución. Esta adaptación trae su carácter en una versión argentina y, al mismo tiempo, con una ubicación temporal indeterminada. No se termina de saber si la acción transcurre en el pasado, en el presente o en el futuro. 

–Y el conflicto familiar también se adapta a nuestra realidad.

–Es casi universal. Hay una familia que está sostenida por la plata de los padres hasta que, cuando uno de los dos falta, se desata la pelea por la herencia. Mientras tanto, la situación fuera de la casa es caótica porque el país se está transformando en otra cosa. La casa está en el conurbano, podría estar en Temperley o en Lomas de Zamora. Son esas típicas casonas que al lado tenían la fábrica familiar. 

–Es una historia de traiciones. 

–Se están cagando entre todos mientras se anticipan a lo que puede pasar con el patrimonio familiar si se muere el marido de Vassa. Es lo que pasa con las familias poderosas cuando fallece el referente y no se sabe quién va a agarrar el poder. 

–¿Qué nuevas posibilidades te aportó el personaje?

–Lo primero fue volver al escenario; el teatro me da vida. Necesitaba recibir la respuesta directa del público. Cuando termina la obra, la gente se levanta eyectada de los asientos para aplaudir de pie, y esa energía me da mucha satisfacción

–Diste tus primeros pasos artísticos en el Parakultural, el espacio vanguardia de la posdictadura. ¿Eras consciente de ser parte de un fenómeno precursor en ese momento?

–No, eso te lo dicen después, en el momento no lo sabés. En aquel entonces las cosas se hacían porque había algo que no funcionaba para uno mismo. El under no entraba en la calle Corrientes y tampoco había tantos teatros off como ahora. Y el Parakultural era un lugar en el que se podían hacer cosas diferentes. Pero de ninguna manera teníamos conciencia de que estábamos generando un movimiento nuevo que iba a perdurar en el tiempo. 

–Iba en línea con un cambio de época. 

–Sí, se difundía sin los medios de comunicación que tenemos ahora. Fijate que en el mundo también estaban pasando otras cosas. La serie La Veneno, sobre la vida de una de las primeras mujeres en visibilizar el colectivo trans en España, transcurre en la misma época en la que estábamos en el Parakultural. El interés era el mismo: provocar, mostrando todo lo que la sociedad rechazaba pero que, a su vez, quería ver. Y se divertían. La Veneno, por ejemplo, terminó en la televisión. Fue un descubrimiento. 

–Entonces, fuiste parte de esa chispa inicial. 

–Sí, claro, fuimos parte de eso. Nos juntábamos con Alejandro Urdapilleta, Las Gambas al Ajillo, Los Melli y otros. La gente nos iba a ver para probar cosas. Y de golpe terminamos haciendo noches de cuatro horas. Capaz que a las 3 de la mañana terminábamos con un reportaje a Antonio Gasalla, Charly García o Fito Páez. Todos ellos venían porque había cariño, simpatía y amistad.

–En el Parakultural también se puso en juego el debate sobre la identidad de género. ¿Te sentís pionero?

–Era muy difícil hablar de todo eso. En este sentido, Batato Barea fue un luchador; mantenía una posición combativa. Se vestía de mujer y, si alguien le decía algo en el colectivo, ardía. Yo ya era un ser libre porque me había tocado serlo. No tenía traumas con mi sexualidad, la vivía cómodamente. Pero eso era ser libre, no pionero. Alfonsina Storni sí lo fue cuando se plantó para decir su verdad en un mundo de hombres. Todo nace de una necesidad; ella tenía muchas cosas para decir y nosotros también. 

–¿Ves alguna continuidad en nuestros días?

–Yo creo que son etapas. A veces en cuatro años no pasa nada y, de pronto, hay un aluvión de cosas. Tiene que haber un motivo para que se genere algo nuevo, si no, la gente se agarra de lo que ya vio o de lo que ya se hizo. Por eso hay generaciones que se siguen riendo con los sketches de Gasalla después de 30 años. Igualmente, yo creo que se van probando cosas nuevas en diferentes generaciones. A veces se repite permanentemente; y otras, se arma algo distinto. Cuando surgieron los Beatles, eran cuatro tipos tocando la guitarra y cantando, nadie sabía a dónde iban a llegar. 

 –De todos modos, antes que nada, tiene que existir un deseo. 

–Claro, porque a veces no se trata de que otro te descubra, sino de que uno mismo encuentre lo que quiere hacer. En mi vida probé eso desde chico. Después de la escuela iba a pintura, hasta que encontré el teatro. Pero también tuve mis dudas. Por eso creo que es bueno para los padres estar atentos a lo que un hijo quiere y siente, y no ponerse a pensar a partir de cierto momento en la vocación. Saber elegir lo que uno quiere hacer y lograrlo es maravilloso. 

“El Parakultural era un lugar en el que se podían hacer cosas diferentes, pero de ninguna manera teníamos conciencia de que estábamos generando un movimiento nuevo que iba a perdurar en el tiempo.”

–¿Tu papá te ayudó a elegir?

–A él no lo dejaron hacer lo que quería. Quizás por eso a nosotros nos mantuvo con mucha libertad. Hay padres que reprimen o quieren que los hijos sean algo que ellos no pudieron ser, o que sigan sus carreras. En definitiva, es egoísmo. Pero, por suerte, existen padres que dejan ser. Siempre me comparé con los actores que heredaron la profesión; muy pocos se pueden liberar de eso. Juanita Viale, por ejemplo. Ella era fundamentalista contra la profesión y, de pronto, cayó en las redes de la familia, porque no se puede zafar fácilmente. Hay que tener mucha personalidad para poder convertirse en un ser distinto. Pienso en el caso de Judy Garland y Liza Minnelli. Una madre como esa te anula totalmente o da lugar a una persona con un talento extraordinario.

–¿En cuáles de estos tipos se encuadraría tu papá?

–Él siguió Odontología y con esa profesión nos mantuvo, pero le encantaba el mundo artístico. Aunque yo soy el único que se dedicó al arte, nunca lo vi diciéndoles nada a mis hermanos. Y eso es lo que agradezco. Hay personas que no tuvieron esa suerte y a los 40 años tienen que empezar de nuevo a ver qué es lo que quieren. 

–¿Cómo resumirías esa enseñanza en una frase?

–“Hacé tu vida.” Y eso es algo que en Vassa se trasluce, porque los hijos fueron anulados por esos padres que hicieron plata y los mantuvieron. Son padres que no saben ver la oportunidad de darles libertad a sus hijos. Al final, algo bueno tiene que salir.

Fotos: Alejandro Calderone

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