Susana Torres Molina, escritora y dramaturga: "No me enamoro de mis palabras"
“Responde a toda llamada que excite tu espíritu”, recomendaba el célebre poeta místico Rumi para poder vivir en plenitud. Eso es exactamente lo que hace Susana Torres Molina: una mujer intrépida y buscadora incansable. En sus primeros textos, como “Extraño juguete” o “Y a otra cosa mariposa”, manejó el humor negro y la ironía con una sutileza que nos conquistó a todos para siempre. Su extensa trayectoria y la distinción de innumerables premios y reconocimientos, convirtieron a esta autora en una referente indiscutida de la dramaturgia argentina contemporánea. "Siempre privilegio lo escénico por sobre lo dramatúrgico. No me enamoro de mis palabras. Para mí el cuerpo del actor es lo fundante en el teatro. Cualquier texto mediocre con un intérprete maravilloso se salva, pero una actriz o actor regular, por más que haga Shakespeare, es muy doloroso de ver", dice Torres Molina.
“Hurlingam”, “Nada entre los dientes” y “Le privé”, son las tres historias que componen este espectáculo teatral llamado "Encierros". Con esta obra intimista, Susana nos invita a repensar los distintos tipos de reclusión a los que nos vemos sometidos: físicos, mentales o espirituales; ya sea por otros o por nosotros mismos. Buceando en el mar de las palabras, con el humor como aliado, la directora nos sumerge en las profundidades del alma. Con maravillosas interpretaciones a cargo de Emiliano Díaz y Silvia Dietrich y con un texto exquisito, como nos tiene acostumbrados la autora, se despliega con soltura este tríptico teatral.

-¿Cómo surge este espectáculo y la idea de reunir tres obras en una?
-Fue un proceso. Yo tenía un texto llamado "Nada entre los dientes", que había escrito a finales de los ‘90 que, en ese momento, resultaba distópico: alguien que no sale, que está rodeado de pantallas, que ya no sabe a dónde ir porque hay francotiradores por todos lados, atrapado en un tiempo donde se fabrican recuerdos a pedido y que crean confusión entre lo que se vivió y lo que no. El texto era como una literatura de anticipación. Después en el 2020 sucedió la pandemia y todo eso se resignificó. Fue ahí que se lo di a leer a Emiliano Díaz, actor con el que trabajo asiduamente, y le gustó mucho. Luego se sumó Silvia Dietrich, una actriz con la que ya había hecho antes cuatro o cinco espectáculos, y trajo un monólogo mío que habíamos trabajado tiempo atrás. Con todo eso, sumado a que adapté para dos personajes una obra de mi autoría, "Privacidad", se armó un espectáculo de formato intimista. Cuando finalmente comenzaron a reabrirse las actividades teatrales, lo pensamos para el espacio del Teatro del Pueblo.
-Ardua tarea amalgamar todas esas historias.
-Se unificaron bajo un texto inicial que habla de los distintos encierros y hay nexos poéticos entre cada escena. Ideamos un cuadrado iluminado muy pequeño, donde los actores trabajan casi acorralados. La puesta es minimalista. El trabajo, fundamentalmente, fue el de aligerar, de quitar todo aquello que no fuera necesario para contar estas historias. El proceso de ensayos fue un poco el de ir limpiando para poder llegar a lo esencial.

-Sos muy versátil para contar historias, ¿cómo es el proceso a la hora de elegir los temas? ¿O los temas te eligen a vos?
-Creo que es algo mutuo. Un poco también se debe a que tengo tres características muy marcadas: soy curiosa, entusiasta y tengo múltiples intereses. Me gusta el arte en general. La música en sus múltiples géneros, veo una película por día, seguro, voy al teatro seguido y leo muchísimo. También me encanta la naturaleza, soy una jardinera aficionada. Creo que todas esas cosas hacen que se den conexiones inesperadas, dando lugar a que de pronto lleguen los temas. Varias obras mías surgieron de notas en los diarios que me llamaban la atención. “La Fundación”, por ejemplo, surgió cuando leí una noticia que hablaba de un movimiento familiar cristiano que distribuían los hijos de las desaparecidas, o sea, mujeres que habían sido secuestradas y asesinadas. Ahí dije: "No entiendo, ¿cómo es esto de amar a tu prójimo como a ti mismo y ocuparse de esto a la vez?". Cuando no comprendo algo y me genera una inquietud muy grande, me inspira a escribir, para poder llegar a algún tipo de entendimiento aunque sea sobre algo aborrecible.
-Por más que son temáticas diferentes, hay algo que se repite en tus obras y es el humor, aún en las cosas más siniestras. ¿Qué lugar ocupa ese elemento en tus obras?
-Me gusta mucho el humor negro, inteligente, el que hace pensar. Me encanta el humor irónico inglés, por ejemplo, tan correcto por un lado, pero al mismo tiempo te destripa en un segundo. Yo valoro y disfruto el hecho de que aunque haya una situación dramática -cada vez apelo menos al dramatismo en mis obras- exista algo de humor. Por decirlo de alguna manera, me parece que la ocurrencia, la chispa, hacen que llegue más fácil lo que una quiere transmitir. El humor es una linda grieta por donde decir muchas cosas, que de otra manera, sería muy difícil y quizá, solemne.
-Trabajar con Emiliano Díaz y Silvia Dietrich, actores con los que ya hay mucha familiaridad, ¿te da ventajas a la hora de encarar el proceso de montar una obra?
-Sin duda es un punto a favor. Cuando hay confianza y buen entendimiento, todo es más simple. Ellos ya saben como trabajo y yo conozco sus posibilidades actorales y la base histriónica que traen. Afecto, respeto y admiración son tres condimentos esenciales para trabajar en buenos términos. Me ha pasado varias veces de estar viendo un ensayo y pensar,"sería buenísimo que ahora hiciera tal cosa", y ver que lo hacen sin tener que decírselo. ¿Por qué? porque hay una especie de configuración creativa, intuitiva, que sobrevuela en el ambiente y hace que todo fluya.

-Como autora y como directora, ¿qué te gustaría que ocurra con esta obra?
-Lo que más me interesa es que se pueda valorar el trabajo en equipo: texto, actuaciones, iluminación, asistencia y dirección. También me gusta mucho invitar a que piensen sobre lo que vieron. Supongo que eso es un poco el interés de todo creador, ¿no? Dejar alguna traza, alguna señal. Y yo no escapo a eso. Tampoco creo que sea una cuestión de ser un espejo de la realidad, pero sí que lo que vean los lleve a reflexionar. No sólo en estos tres encierros, como es el caso de la obra, sino en tantos otros en los cuales estamos sumidos y ni siquiera nos percatamos. Los de nuestras propias cabezas, o repitiendo situaciones que no nos hacen bien, pero seguimos en ese círculo sin saber muy bien por qué. Si alguien sale pensando y le conmueve algo de lo que vio, bienvenido sea. Hay mucho amor en nuestro trabajo porque, ya que decidimos hacerlo, queremos hacerlo lo mejor que se pueda.