Minerva Casero: “No creo en la belleza hegemónica”
Un día de mayo del año 99, a pocos meses del cambio de milenio y con el fin del planeta Tierra como una fantasía extraña pero presente en nuestra conciencia, la hija menor de Alfredo Casero llegó al mundo, como la niña de la publicidad que decía “soy una chica del dos mil”. No existe un punto de inflexión más claro para marcar un cambio generacional, y Minerva representa mejor que nadie esta nueva mirada.
“No creo en la belleza hegemónica”, dice. “No me gusta que me digan lo que está de moda y lo que no, prefiero buscar un estilo propio”, afirma. “En el humor vale todo, pero burlarse de los demás y hacer bullying son actitudes que ya no van más”, sentencia.
Estas máximas, que no son más que una manera actual de entender la realidad, reflejan el modo de pensar de una chica que, aunque a muchos nos parezca distinta al resto, habla de un nuevo modo, casi generalizado, de mirar al mundo.

–¿Siempre te sentiste diferente?
–De chica me angustiaba mucho que me dijeran que tenía una belleza exótica, porque sentía que era una manera elegante de decirme que era fea. Cuando crecí entendí a lo que se referían y empecé a apreciarme como soy, cosa que no es nada sencilla. Aceptarme sigue siendo un trabajo para mí. Creo que hay una concepción muy distinta de lo que es ser diferente. Por eso me parece que ahora el mundo acompaña en ese sentido, y cada uno puede ser como es más allá de las tendencias y las modas. Es una alegría que hoy se abrace la singularidad.
–Más allá de la obviedad, ¿cómo usás tu belleza para tu trabajo?
–A mí me interesa mucho la belleza en todos los sentidos de la vida, y no necesariamente la hegemónica o física, sino en lo relativo a la armonía y a lo que considero bello. Y yendo a lo malo, más allá de lo impecable que esté, siempre hay una parte de mí que no está conforme con mi estética y piensa que me falta algo para estar perfecta.
–¿Cuándo descubriste que tenías un estilo propio y diferente que te podía convertir en una referente para el mundo de la moda? Incluso llegaste a aparecer en la revista Vogue de Rusia.
–Creo que tiene que ver con que mis elecciones son honestas: yo voy eligiendo lo que me a mí me gusta, lo que me a mí me hace sentir bien, lo que me despierta algo, y eso es lo que va formando un estilo. Nunca me dejo llevar por el afuera, por lo que se usa, sino que me baso en un sentimiento interno.
–Tuviste reconocimiento siendo muy joven, ¿cómo te proyectás a partir de los 30?
–Es complicado, porque oscilo entre una idea convencional de éxito, en la que uno llega a una vida más ruidosa, más estruendosa y con mucha exposición –lo que sería realizarme profesionalmente y que esa realización sea palpable en el afuera–, y lo que es mi verdadero deseo, que es vivir en la naturaleza, en una casa que me produzca fascinación, en construir una familia armónica, en trascender como artista desde otro lugar. Me gustaría que esos mundos pudieran convivir: tener reconocimiento pero a la vez estar tranquila y conectada conmigo misma. Me gustaría pintar, escribir, crecer conmoviendo como artista, no necesariamente con todo ese ruido que te digo que tiene el éxito como lo conocemos. Y, fundamentalmente, con mucho tiempo para mí.

–¿Cómo fue que aprendiste a hablar japonés?
–Mi padre tiene un vínculo muy estrecho con Japón y su cultura y me mandaron a un colegio japonés en donde aprendí el idioma. Como lo tengo bastante oxidado, mi idea es viajar en breve a Japón para no perderlo.
–Decís que no vas a muchos lados y que lo que más te gusta es estar sola en tu casa. ¿Cómo es eso?
–Te puedo hablar horas de lo importante que es para mí estar sola en mi casa. Si bien intento seguir con la dinámica social de la vida que se exige de ir a lugares, si pudiera elegir estaría todo el día en mi casa. Me gusta mi casa, las actividades que hago ahí dentro: pintar, leer. Siento que siempre he sido muy ermitaña, y no es que la pandemia lo haya agudizado, sino que hizo que los demás entendieran ese placer incomparable.
–¿Qué cosas te hacen reír?
–Yo siempre tengo al humor muy presente, aunque la gente no lo sepa. Los que me conocen personalmente saben que estoy constantemente comunicándome a través del humor. Me hace reír todo lo inesperado, lo que me toma por sorpresa. También me hacen reír cosas horrorosas y me río en situaciones críticas, muy a pesar de mí.

–¿Qué se puede decir y qué no se puede decir a través del humor?
–Yo creo que si uno hace humor con todo y no ataca a nadie en particular, no hay daño hacia nadie. Pero cuando el humor implica reírse de una persona o humillarla no me genera nada de gracia; de hecho, me da mucha angustia y mucha pena que quien se comunica o hace humor de esa manera no pueda ser gracioso de otra forma, con la cantidad de cosas que hay para hacer humor o para reírse. El bullying en cualquiera de sus formas no me divierte en absoluto.
–¿Qué nos podés contar de Iosi, el espía arrepentido, que se acaba de estrenar?
–Es una serie original de Amazon y para mí fue un orgullo haber participado. Todos los compañeros que la hicimos nos comprometimos mucho con el proyecto y fue un desafío enorme encarar ese personaje. Estoy muy agradecida con los directores porque hicimos un trabajo muy fino que requirió de mucha técnica y ellos me ayudaron un montón a llevar adelante ese personaje tan particular.
–¿Seguís enamorada de Chris Pratt?
–De Chris Pratt voy a estar enamorada hasta el día que me muera. Ya sucedió, estoy embrujada.
–Y hablando de eso, ¿qué te pasa con la belleza hegemónica?
–No te voy a negar que la admiro, pero también trato de entender que la belleza está en un montón de lados que no tienen que ver con tener la cara o el cuerpo de turno, sino con el charme de una persona que se quiere. Así que la belleza hegemónica y todas sus reglas también atentan contra esa seguridad personal, que a mi entender es lo que más atractivos nos hace.
–¿Qué te gusta de un chabón?
–Miro mucho los ojos, qué me dicen los ojos. Me gusta el balance entre una dulzura profunda y una apariencia viril o masculina. Hay algo de un grandote con mucha sensibilidad que a mí me conmueve. Me gustan los hombres que se atienden a sí mismos y son cuidadosos con el resto de las personas. También me atraen los hombres que hacen deporte, que se mueven, que tienen una corporalidad activa. Son muy lindos los hombres, ¡por favor!

Fotos: Fausto Elizalde
Agradecimientos: Furzai