Gloria Carrá: "Hay madres que maltratan, no todas son buenas y santas"
Mientras el país comenzaba a dar sus primeros pasos hacia la vuelta de la democracia y la televisión lideraba el Zeitgeist del entretenimiento, Gloria Carrá ya asomaba en programas exitosos que luego se transformarían en íconos de la pantalla chica argentina, como Señorita maestra, Tu mundo y el mío y Estrellita mía, entre otros. Años más tarde, llegaría el protagónico de Aprender a volar, uno de sus primeros roles adultos y el inicio de un impulso que la llevó a seguir sus instintos y dejar de lado la zona de confort para componer heroínas, villanas y roles diversos.
Pero la actuación no le alcanzaba, por lo que, confiando en lo que sentía, en 2013 se puso al frente de Coronados de Gloria, su banda musical, con la que se ha presentado en los más diversos escenarios, a la par de asumir desafíos como el de Sex con José María Muscari, dirigir la obra La mujer del vestido verde, escrita por Jorgelina Aruzzi, o estar próxima a estrenar Las irresponsables, de Javier Daulte, con Julieta Díaz y Paola Krum de compañeras. El Planeta Urbano habló con Carrá, que, además, nos cuenta en exclusiva que vuelve a la televisión en la segunda parte de Argentina, tierra de amor y venganza (ATAV).

–¿En algún momento, la niña que comenzó en Señorita maestra imaginaba que iba a tener este presente tan productivo en todos los sentidos?
–No (risas), supongo que no, me parece que tenía que ver con estar presente. Era muy chiquita además, disfrutando con lo que hacía momento a momento. La verdad es que no proyectaba, no pensaba cómo sería un futuro. Siempre fui de vivir mucho el momento y de disfrutar eso.
–Pero sí estaba el deseo de hacer algo artístico, ¿o llegaste por casualidad?
–Tampoco, porque eran otros momentos y creo que ahora los chicos son más conscientes con la fama y con exponerse, pero antes había mucha inocencia al respecto. Yo lo que hacía era cantar y bailar en todos los eventos y fiestas familiares, vivía haciendo eso, con Raffaella Carrá, por ejemplo.
–Hablás de cantar y bailar, cosas que en los últimos tiempos también sumaste a tu arte. ¿Cómo vivís este momento tan intenso donde no está solo la Gloria actriz, sino también la Gloria cantante, líder de banda, integrante de Sex y mucho más?
–Lo vivo muy bien, me gusta arriesgarme y las nuevas experiencias; no me gusta quedarme cómoda. Lo de cantar fue el desafío máximo. Yo empecé a componer mis canciones, tenía muchas escritas y no sabía bien qué hacer con eso; no me animaba a soñar tanto, a soñar con tener una banda. No es que no tenía el deseo, sino que no me animaba, y se armó, y hace nueve años que estamos juntos, y la verdad es que cada encuentro, cada vez que tocamos, que nos metemos en un estudio a grabar, hacer algo en casa, después mostrárselo a los chicos, lo disfrutamos muchísimo, es una de las cosas que más me gusta. Y lo de Sex lo hice a conciencia; José María Muscari ya me había llamado para otros proyectos y no habíamos podido, y cuando me nombró Sex sentí que lo tenía que hacer por varias razones personales. Lo transité con alegría, lo disfruté mucho y fue totalmente novedoso para mí, ya desde el formato, estar caminando y actuando entre la gente, y después vino lo virtual, que me llevó a otro lugar, armando escenas en mi propia casa, solos. Ahora disfruto mucho dirigir La mujer del vestido verde, que en realidad la iba a dirigir Magela Zanotta.
–Uno está viendo facetas diferentes de tu trabajo, también, como lo que hiciste en El recurso de amparo o en Marea alta, roles muy riesgosos. ¿Estás buscando eso? ¿Riesgo?
–Es lo que más me gusta, no me gusta quedarme en la zona de confort, busco cosas que me saquen de ahí y que sean un desafío para mí. Marea alta es una película que me encantó hacer. Ahora estamos ensayando una obra de Javier Daulte, un proceso que iniciamos con Julieta Díaz hace cuatro años. Es una comedia, está buenísima, superdifícil, pero es comedia, completamente diferente a lo que hacía en El recurso de amparo. Otra cosa que estoy por arrancar es con la segunda parte de ATAV. Me sorprendí en la reunión porque es una superproducción que transcurrirá en los años ochenta. Ya me probaron unos vestuarios increíbles, maquillaje y peinado. Las mujeres en esa época éramos muy diferentes, había también una distancia generacional muy grande entre madres e hijas, desde la apariencia hasta la vestimenta. Y es increíble, no pasó mucho tiempo de aquella época.

–Pasaron 40 años, con cambios vertiginosos en los últimos tiempos, y esa distancia que vos veías ahora no existe.
–No hay distancia entre mis hijas y yo; a mí Amelia me dice: “Ma, ¿te puedo agarrar un jean, una joggineta?”, o yo me pongo un buzo de ella y me voy a entrenar. Amelia tiene 12 años y Ángela tiene 23 y, también, el otro día nos juntamos y estábamos vestidas prácticamente iguales, pero no tiene que ver con “apendejarse”, sino con la comodidad.
–Estás en dos proyectos impulsados por y con mujeres, algo impensado hace años, y, si bien hacen falta muchísimas conquistas, está sucediendo. ¿Cómo es eso?
–Hermoso. No sabés lo que estamos disfrutando estos proyectos. Estamos unidas y se generan cosas muy lindas entre mujeres. En Las irresponsables, con Julieta y Paola, disfrutamos mucho de encontrarnos en la dificultad que tiene la obra y en la exigencia, tanto física como mental, pero, además, disfrutamos el encuentro entre nosotras tres, es superrico, gratificante, de nutrición, que tiene que ver con lo femenino, y todo el tiempo decimos “qué felicidad, no hay competencia, estamos las tres en la misma”. Es hermoso y salen temas profundos, y aún faltan muchos espacios por conquistar, pero en eso estamos.
–Derrumbando el mito de mujeres que trabajan juntas y se pelean.
–Todo lo contrario, estamos recontraunidas. Lo mismo para todas, nos cuidamos mucho y eso sucede naturalmente, no es forzado, por suerte nos sacamos ese mandato patriarcal que tenía que ver con la competencia y con que las mujeres se odian, pero no pasa nada por ahí, sino todo lo contrario.

–Antes mencionabas El recurso de amparo, que trata la historia de una mujer acusada de matar a su propia hija.
–Es otra de las cosas que suceden, las busco y aparecen, y cuando me llegó de la mano de Javier [Daulte], la leí y sentí que la tenía que hacer. El recurso de amparo era una obra que a mí me dejaba en carne viva; revisé muchas cosas en terapia al mismo momento en que estaba haciéndola, porque mi madre fue una madre difícil y tenía sus trastornos en ese momento. Yo me crie mucho sola con ella, entonces revivir todo eso fue muy fuerte, me sirvió para exorcizar muchas cosas que me pasaron en la infancia. Yo, encima, no tenía psicólogo en ese momento, creo que fue parte de la ignorancia de la familia, pero tampoco se estilaba hacer terapia. Dejar la obra me dio tristeza, porque además tenía unos compañeros y un elenco preciosos, pero ya no iba a poder hacer tantas cosas a la vez. Ahora la va a hacer Laura Oliva, cosa que me parece muy fuerte, muy jugada, porque es su propia historia, ella la escribió. Y la mirada se abre un poco más.
–La obra tiene una visión muy particular sobre la maternidad.
–Sí, se tratan temas muy puntuales, como el narcisismo y la bipolaridad, que, por lo que me dice mi psicóloga, mi madre podría haber tenido eso, pero esto casi que ni se hablaba en su momento. Por otro lado, es interesante ver qué se espera de una madre, que es una mujer como todas las mujeres. Porque se habla del instinto maternal y de que, cuando nace el bebé, la madre es alguien que te acuna y te cuida por tantos años, pero no siempre es así. Hay madres que maltratan, no todas las madres son buenas y santas. La obra abre muchas miradas, es interesante y está buenísimo que suceda, y creo que las redes sociales, en este sentido, lo amplifican.

Fotos: Ale López
Agradecimientos: The Remake, Soy Prensa