Qué plantea la agroecología, el sueño de cambiar la forma de producir en el campo
“Podemos producir alimentos de otro modo y la agroecología lo está demostrando”, dice Tito Efraín Díaz, representante interino de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Argentina y Uruguay. La afirmación resuena en momentos en que la guerra entre Rusia y Ucrania tensiona los precios internacionales de los alimentos y de la energía. ¿Puede el mundo encarar un cambio en la forma de concebir la producción de productos básicos?
Desde hace algunos años, la agroecología viene ganando fuerza (y adeptos) en países como la Argentina, donde el sistema dominante sigue apostando por los agroquímicos y la siembra directa. La agroecología, explica Efraín Díaz, propone rediseñar los sistemas alimentarios y adaptarlos a los contextos locales. Fresco, directo del productor, circuitos de distribución más cercanos, alimentos de estación.

Desde la FAO se estableció una línea de soporte a los Estados miembros en la ampliación de la escala de los enfoques agroecológicos. La tendencia se vio reflejada en nuestro país, donde se creó la dirección nacional de Agroecología, a cargo del ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá y bajo tutela del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. Un hecho inédito en un mar de soja transgénica.
Cerdá es un personaje clave en la difusión de la agroecología. “Cuando les venden una semilla transgénica, prometen que van a producir más, pero la verdad es que te va a salir más caro”, advierte. Y agrega: “Además, genera dependencia, prometen cosas que a veces suceden, pero muchas otras veces no. Los rendimientos se han duplicado, pero el costo de las semillas se cuadriplicó. Y a su vez ponen en riesgo sanitario a todos, a la población, a los animales, al ecosistema”.
Nuevos desarrollos
Desde la FAO, además de apoyo filosófico y científico, están elaborando herramientas de gestión eficientes, como la llamada TAPE (Tool for Agroecology Performance Evaluation), que permite realizar un diagnóstico de los sistemas enlazando aspectos productivos, sociales, económicos, ambientales, culturales y políticos.
La herramienta cuenta con un diseño simple y requiere un mínimo de capacitación para recolectar datos a campo en países y contextos diferentes. Además, utiliza un software gratuito y de código abierto, funcional también sin conexión, y se puede traducir fácilmente a diferentes idiomas.
En Argentina se llevaron a cabo aplicaciones de TAPE, tanto en el periurbano hortícola de Córdoba como en el Área Metropolitana de Rosario. Dichos ejercicios aportan evidencias de los múltiples aportes de la agroecología en diferentes contextos.
Un movimiento que crece
A la decisión institucional de darle un marco de acción oficial a la agroecología, promoviendo este paradigma de producción y consumo basado en un enfoque sistémico y holístico, se le sumó el ingreso al Congreso un proyecto de Ley para el Fomento a la Agroecología, para lograr dos objetivos: soberanía alimentaria y cuidado ambiental.
En la misma línea, el Ministerio de Desarrollo Agrario de Buenos Aires lanzó un Programa Provincial de Promoción de Agroecología como estrategia para estimular las economías locales, repoblar espacios rurales, asegurar la producción local de alimentos nutritivos, empleo rural digno y reducir el impacto ambiental de los sistemas productivos.
Ya existen en todo el país 60 municipios comprometidos con la propuesta de fomentar la agroecología, generando mercados, ferias, encuentros de intercambio de conocimiento y capacitaciones. Asimismo, más de 2500 productores/as distribuidos en 1.170.000 hectáreas afirmaron ser agroecológicos en el último Censo Nacional Agropecuario (CNA 2018).
Hay más de 12 mil trabajos científicos que dan soporte al crecimiento constante de la Agroecología en el país, y la Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología (RENAMA) es un ejemplo de ello, ya que ha avanzado en más de 100.000 hectáreas de 20 provincias y a solo 6 años desde su creación.
“Los desafíos actuales requieren respuestas sistémicas y reconciliar las dimensiones económica, ambiental y social”, dice Efraín Díaz. “La agroecología puede darnos esa oportunidad para generar una conversación necesaria y urgente sobre la transformación de los sistemas alimentarios hacia la sostenibilidad”, añade.

Campo y también ciudad
Desde lo urbano, la ciudad de Rosario es una referencia importante en la producción sostenible de alimentos basado en la producción agroecológica, que se extendió al cinturón verde y que hoy alcanza a 40 hectáreas distribuidas en 7 Parques Huertas y 8 Huertas Productiva Grupales, además de huertas hospitalarias, escolares y terapéuticas.
Incluye a más de 300 huerteros que comercializan de manera directa a los consumidores y producen unas 2.500 toneladas al año de hortalizas. La ciudad ha sido reconocida internacionalmente con un premio otorgado en junio de 2021 por el Centro Ross de World Resources Institute para Ciudades Sostenibles, en el que recibió 250 mil dólares por su cambio urbano transformador.
Hoy los agricultores en general se encuentran ante un aumento creciente de los costos de producción, y algunos utilizan altas dosis de agroquímicos que pueden impactar negativamente sobre los recursos naturales y la salud de los ecosistemas y la población.
Además, en los últimos 20 años Argentina perdió 100 mil productores, agravando la crisis de migración rural-urbana con dificultades de reinserción en nuevas actividades y contextos.
“En este escenario la agroecología propone soluciones de bajo costo, locales y sostenibles, porque promueve el uso eficiente de los recursos de la propia finca; el reciclaje del agua, los nutrientes, la biomasa y la energía; el aumento de la agrobiodiversidad y la gestión sostenible de los recursos naturales”, cierra Efraín Díaz.