Jerry Lewis, acusado de abuso sexual: el documental que cuenta el lado oscuro de un ícono de Hollywood
En una investigación de Vanity Fair, ex compañeras actrices del comediante y director Jerry Lewis acusaron a la estrella fallecida en marzo de 2017 a los 91 años de acoso y agresión sexual en los 60, cuando este se encontraba en el apogeo de su fama. Acompaña a la denuncia un documental de 9 minutos producido y dirigido por Amy Ziering y Kirby Dick, realizadores del impactante Allen vs. Farrow, así como una bien documentada pieza periodística derivada de este exhaustivo trabajo audiovisual.
Las principales denunciantes son Hope Holiday y Karen Sharpe, dos ex actrices cuyos testimonios Ziering y Kirby recogieron mientras realizaban sus investigaciones sobre casos de abuso sexual en Hollywood. Holiday, hoy de 91 años, actuó junto a Lewis en The Ladies Man (El terror de las chicas), de 1961, uno de los filmes consagratorios del cómico en su carrera como realizador, mientras que Sharpe, de 87, fue parte del elenco de The Disorderly Orderly (El matasanos, de 1964).
Otros nombres involucrados en el artículo –no así en el documental- son los de Jill St. John, compañera de Lewis en Who's Minding the Store? (Un loco con suerte, 1963), la soprano convertida en actriz Ana Maria Alberghetti, miembro del cast de Cinderfella (Un ceniciento en apuros, 1960), la escritora Reneé Taylor y la cantante Lainie Kazan. En estos casos, los testimonios no responden a intentos flagrantes de acoso pero sí a situaciones amenazantes tanto de Jerry como de su entorno que marcan un comportamiento inequívoco y decididamente intimidante de parte del actor, del que sus colaboradores tenían conocimiento cabal.

El de Lewis es un nuevo caso que en la era del #MeToo pone de relieve el accionar de muchos hombres poderosos de Hollywood a lo largo del tiempo. Y Lewis lo era, ya que al término de su relación artística con Dean Martin, a mediados de los 50, comenzó una carrera en solitario espejada en aquella enorme popularidad alcanzada por el dúo tras la Segunda Guerra Mundial.
Cuando en 1959 Paramount le ofreció un contrato a 7 años por 10 millones de dólares (el mayor entre un artista y una compañía hasta ese momento), ese poder se multiplicó por mil. Un factor determinante para que Lewis se volviera un intocable. Era tal su condición de mandamás que Barney Balaban, jefe de producción de Paramount, llegó a decir: “Si Jerry quiere quemar el estudio, yo le doy el fósforo”. Quien recibe semejante permiso, hace y deshace a sus anchas.
Testimonios de terror
Con crudeza y sin remilgos, a pesar del paso del tiempo Holiday y Sharpe recuerdan con precisión las horribles situaciones vividas con el astro. En el caso de Sharpe, quien aceptó filmar con el actor después de una propuesta jugosa que incluía un salario altísimo y la promesa de que la ropa que luciría en la cinta estaría diseñada por la consagrada vestuarista Edith Head, el momento de la agresión llegó cuando Lewis le pidió que fuese a su oficina para supervisar la vestimenta. Todo esto antes de comenzar a rodar.

“Comenzó a acercarse a mí”, relata Sharpe, “Me agarró y empezó a acariciarme. Se desabrochó los pantalones. Francamente, me quedé estupefacta. Levanté la mano y le dije: ‘Espera un momento. No sé si este es un requisito para las actrices protagonistas, pero es algo que no voy a hacer’. Eso lo puso furioso”.
El rechazo fue fatal para Sharpe, que de ahí en más ya no tuvo derecho a ensayar con Lewis, quien además prohibió a los miembros de la producción, excepto al director (Frank Tashlin) y a su asistente, tener todo contacto con ella salvo para lo imprescindible. Y eso incluyó su interacción delante de cámaras, aun cuando ella interpretaba a su novia. Recién volvió a dirigirle la palabra cuando el rodaje acabó.
Para Holiday la cosa no fue distinta. Aunque hay un detalle que hace aún más escabroso su caso: conocía a Lewis desde los 13 años a instancias de su padre, un ejecutivo de teatro en Nueva York. Cuando Jerry la vio en Piso de Soltero, de Billy Wilder, donde tenía un pequeño papel, la invitó a sumarse al elenco de El terror de las chicas. El primer día de trabajo la llevó a su camarín con la excusa de hablar de las escenas que filmarían juntos, trabó las puertas, comenzó a hablarle de sexo y a decirle cosas sucias hasta que se bajó los pantalones y empezó a masturbarse. Holiday, a más de 60 años del hecho, no puede evitar el asco al narrarlo para las cámaras.

Ambas actrices contaron en su momento a amigos, compañeros y familiares lo vivido. Y aunque les aconsejaron que hicieran la denuncia, sabían que en aquel momento el estado de las cosas era inamovible y tenían (mucho) más para perder que para ganar.
Hoy, en la era del #MeToo, y aunque la justicia a veces parezca esquiva (el artículo de Vanity Fair apunta con razón que Bill Cosby ya está libre a pesar de las pruebas y que el caso Weinstein prospera porque son más de 80 mujeres las denunciantes y es difícil invisibilizar lo abrumador de la prueba), sus voces son y serán escuchadas.