Mariana Genesio Peña: “Necesito los extremos”
Dicen que sólo quienes vivieron algunos infiernos pueden medir el valor real de la gloria. Mariana Genesio Peña es de las que disfrutan de lo que consiguieron pero no olvidan cómo llegaron hasta ahí. Los opuestos, asegura, siempre marcaron sus pasos. De no tener casi para comer a cenar con Angelina Jolie y Brad Pitt; de actuar en la versión trans de La casa de Bernarda Alba a protagonizar la exitosa serie de Telefe Pequeña Victoria.
Y en el medio, la vida misma, obras de teatro inolvidables y personajes míticos, como Gina en El marginal. “Necesito los extremos. Crecí con una parte de mi familia pobre y otra muy poderosa. Viviendo en una casa muy humilde pero yendo a un colegio privado, y creo que por eso voy repitiendo esos patrones. Pasar de una obra under al prime time de Telefe es mi esencia. Disfruté de las fiestas de Hollywood con mis mejores tacones pero me divierto más con mis amigos en el Abasto tomando un vino”, sentencia la también protagonista de Pequeñas victorias –el spin-off de la citada serie, disponible en Amazon Prime Video– que este año militó el cupo laboral trans en la pista de Marcelo Tinelli.

–¿Una doble vida o dos vidas en una?
–Una vida que hace lo que quiere con una. Que te demuestra que si tiene que suceder, sucede. Yo había venido desde Córdoba a Buenos Aires a probar suerte, no me fue bien y cuando decido volverme, me enamoro y cambia todo para bien.
–¿Hay amores que mejoran la vida y otros que la empeoran?
–Sí. Pero ojo, a mí me enamoran los hombres inteligentes y con pasión. Si Nicolás [Giacobone] hubiese tenido un taller mecánico y una pasión por los autos, me hubiese enamorado igual. Pero era guionista, y al tiempo de estar juntos lo contratan de los Estados Unidos para escribir una serie. Estando allá se estrena Birdman, la película que había escrito, gana el Oscar y explota todo.
–¿Hollywood es como uno se lo imagina o desilusiona?
–Hollywood me volvió loca. Pero a la comunidad actoral es muy difícil acceder y te lo hacen sentir. Al principio son amables por respeto pero cuando se dan cuenta de que no les servís para nada, te dejan de hablar. En Hollywood te preguntan qué auto manejás y después ven si siguen la conversación.
–¿Algo que desmitifique el brillo de esa suerte de “gueto”?
–Nada, porque se cuidan mucho. Difícilmente se los vea haciendo algo prohibido, más que estar borrachos en una cena, que es algo común. Yo con el poco presupuesto que contaba, trataba de ir lo mejor posible. Así y todo, Mick Jagger me coqueteó. Al principio no lo reconocí, lo miré y me dije “mirá, qué viejo canchero”. Una anécdota y nada más. Al igual que estar sentada al lado de Bradley Cooper, a quien no se le podía hablar de lo borracho que estaba. Angelina Jolie es perfecta, una muñeca.
Oriunda de Córdoba Capital y nacida en el seno de una familia adolescente –cuando ella nació su madre tenía 15 años y su padre 20–, desde pequeña supo que lo suyo era la actuación. En el jardín de su casa, sus fantasías pasaban por ser la Mujer Maravilla, y ya de más grande, sus álter ego forjaron su histriónica personalidad: “En la secundaria, con mi mejor amigo, Fernando, hacíamos personajes para entretener a la clase y para divertirnos nosotras mismas. Bárbara y Tremenda, dos travestis cordobesas muy guarras, y María José y Mariana, que eran dos modelos muy tontas y huecas”.

–Y sufriste bullying en el colegio.
–Al comienzo del secundario nos miraban como los raritos del colegio, pero empezamos a hacerles bullying a todos y dimos vuelta esa cuestión. Nos burlábamos hasta de los profesores y nos hicimos líderes. Fue la venganza de los nerds. En esos años tenía el pelo corto, era un gordito maricón.
–¿Fue difícil la convivencia entre la persona que eras en ese momento y Mariana?
–Durante el secundario viví como una doble vida, pero a medida que fui creciendo había cosas que ya no quería ocultar. De hecho, repetí cuarto año porque mi cabeza estaba en otro lado. Una etapa muy crítica. Dejé de estudiar y trataba mal a todo el mundo. Dibujaba pijas en todos lados, en las aulas, en los baños, como un grito de “quiero pijas”. Todos sabían que era yo. Las hacía perfectas (sonríe, culposa).
–¿Cuándo fue que te sentiste Mariana?
–Mi bautismo de Mariana fue gradual, aunque una tarde Fernando se quedó mirándome y me dijo: “¿Vos te das cuenta de que en tu mirada hay una mujer? Vos no sos gay. De verdad sos Mariana. Tenés que lograr que la gente te diga Mariana”. Pero fue un proceso de a poco. El vestir cada vez más femenina, después operarme las tetas. El mundo me pedía que fuera Mariana y me exigía ponerme a tono.
–Dijiste por ahí que tenías un costado masculino que no podés ni querés sacarte.
–Además de las cualidades biológicas que no voy a cambiar, yo decía mucho “esto es re de hombre”. Cuando terminan de garchar, por ejemplo, los hombres no quieren saber nada, ni un besito. Yo soy así. Pero una amiga me dijo que ella es igual. Así que nada es exclusivo de géneros.
Tal vez el runrún de Mariana en Hollywood hizo que los flashes se posaran sobre su imagen y la banalidad de sus looks. Pero sin duda con su rol en El marginal le llegó esa dupla tan deseada y no siempre tan al alcance: reconocimiento más posicionamiento. “La experiencia de El marginal fue hermosa. La escena de mi muerte fue una de las más difíciles que me tocó hacer. Estuve noches sin dormir porque no dejaba de pensar cómo hacer para que me saliera bien. Acercarse a la sensación de muerte es fuerte. Encima venía el director y me decía: ‘Cuando estés clavada en el caño, estás muerta pero mirando al amor de tu vida’. ¿Cómo se mira al amor de tu vida estando muerta?”. Y recuerda en voz alta lo que le dictaba su cabeza por aquel entonces: “Yo pensaba: ‘Una muerte mal actuada es un meme. Imperdonable. Podía ser también la muerte de mi carrera’”.

–Estabas semidesnuda, encima. ¿Tenés pudor con la desnudez?
–No tengo pudor con mi cuerpo pero sí me da vergüenza mi pancita. Le decía al director: ‘No me importa que se me vean las tetas o que se me marque el pito, pero que no se me note la panza’. Igual no la cuidó tanto (se ríe). No soy pudorosa, soy coqueta, pero a la hora de actuar me gusta mostrar. No mostraría nunca mis genitales porque tengo un límite, pero me gusta la desnudez.
–La historia de Pequeña Victoria fue absolutamente innovadora y necesaria.
–Una historia con un personaje que nunca se había visto antes en televisión. Diametralmente opuesto a todo lo que venía haciendo. Y por lo que tengo entendido, la decisión de que fuera yo fue unánime.
–¿El personaje de Emma tuvo algo que ver en movilizarte a querer ser madre?
–Nunca tuve el deseo de ser madre. Y hasta la primera temporada que tuve escenas con bebés, tampoco. Pero este año se me despertó la fantasía de ser madre. De tener una personita a mi cargo. Pero compartiría la maternidad con una amiga, no con mi pareja.
–¿Por qué no con una pareja?
–Porque con mi pareja me gusta garchar, salir, estar, disfrutar. Con un hijo se pierde mucha intimidad. Esa espontaneidad de abrir una botella de champagne a las tres de la tarde, porque a esa hora tenés que ir a la puerta del jardín a esperar que salga. Pero está hablado. No sabemos bien el método, si alquilando o si yo donando, pero mi amiga ya me dio el OK.

Créditos:
Fotos: Guido Adler
Producción general: Gimena Bugallo
Coordinación: Camila Mariani
Estilismo: Denise Romano
Pelo: @alexisuriel.ok
Mkp: @veroveltrimakeup para @delavegamakeup