Malena Sánchez: el amanecer de una actriz de culto
–¿De dónde sos?
–Nací y me crie en Arévalo y Gorriti.
–Re palermitana.
–Re. Yo tengo un lado de familia cheto y un lado de familia no cheto. Para el lado de familia cheto era un horror, porque era pasando Juan B. Justo. Cheta es mamá. Entre mis primos, yo era la discriminada, era la grasa, hasta que empecé a salir en la tele y todos: “Ay, mi prima es ella”. Y antes decían: “Esa no es mi prima”.
–Tus papás viven en Córdoba. ¿Se hicieron hippies después?
–Siempre fueron progres, de clase media. Cuando yo tenía 19 se quisieron ir a Córdoba porque decían que los últimos años de sus vidas los querían vivir en la naturaleza.
–¿Cuándo sentiste que la pegaste? En el sentido de tener trabajo.
–Nunca me faltó el trabajo, desde que terminé el colegio, y siempre fui muy respetuosa del camino, por eso nunca dije que sí a algo que no tenía ganas o que iba en contra de algo ideológico o ético, y prefería complementar con otras cosas.
Los primeros dos años, mis viejos nos alquilaron un departamento a mí y a mi hermana, y en esos dos años en que nos cubrieron el alquiler, para poder vivir, trabajaba de actriz. Y cuando decía: “Bueno, quiero comer en casa, y después comerme un chocolate, y después ir a un asado con los pibes” –porque yo estaba todo el tiempo con varones en esa época–, tenía que poner mil pesos, con escabio y con asado, y decía: “No tengo mil pesos”. Entonces, laburaba de niñera, moza dos veces por semana. Les limpiaba la casa a esos mismos amigos… entonces me cubría el asado, la birra.
–Bueno, tenés 30, cumpliste hace nada. ¿No querías que lo dijera?
–No, está perfecto. Igual no les tenía miedo a los 30 y no les tengo miedo ahora que estoy ahí.
–Los 40 son peores, en los 30 estás en la plenitud.
–Sí, yo siento exactamente lo mismo. Igual es cómo lo vivas también, por algo jugamos al juego de adivinar la edad, porque sabés que aparentás menos. “Digan cuántos tengo, ya sé que doy menos.” Y me pasa algo que a vos también te debe pasar, que igual es medio banal…
–Que salimos con pibes diez años menores.
–Además de que salimos con pibes diez años menores (se ríe), que tenemos baby face, esa cosa de cara de niña que voy a tener toda la vida.
–Sí, todos te tratan de re centennial, y yo decía: “Bueno, paren, tiene 30”.
–Bueno, es que lo que más me acompleja de los 30 es que siempre fui la más chiquita de todos los lugares, y siempre fue: “Ah, mirá qué chiquita que sos”. Y ayer me dijeron: “¿Pero vos cuántos años tenés?”; “Treinta”; “Ah…”; “Ah ¿qué?, sí tengo treinta”.
–¿Ya te hiciste algo en la carita?
–No, me da mucha impresión la idea de que tengamos todes la misma cara, me cuesta un montón. Me parece que con el Instagram y esto de los filtros ya hay muchas pibas que no se pueden mirar más al espejo.
–Genera una especie de distorsión.
–Muy raro, y aparte yo así tengo los ojos más grandes, más redondos, la boca hinchadita, la nariz me la enderezaron…
–Igual vos ya tenés cara de filtro de Instagram, Malena.
–No, ¿viste cuando vos te ves todos los días y te das cuenta de que no? Hablando en serio, siento que no nos enseñaron a envejecer, hay algo de estar viejo o de no aceptar la edad, y creo que con todo lo que estamos repensando, hay que aceptarnos un poco más.
Entiendo que gente de 40 o 50 todavía tiene un mecanismo de ir por ese lado, pero a mí lo que más me duele son las pibas de 18 que se están tocando toda la cara. Chicas que quieren tener la cara de cantantes famosísimas que son de mentira.
–Es que en ese caso no tiene que ver con la edad, sino con modelos de belleza.
–Sí, termina siendo re contradictorio con la época en la que vivimos, porque no es “es mi cuerpo, hago lo que quiero”. No, no estás haciendo lo que querés, estás haciendo lo que te imponen, y creés que sos revolucionaria y es complicado. Pero, bueno, me parece que la idea es aceptar la vejez y, siendo actriz, tocarse me parece un pecado.
–Tu sexualidad atrae a muchas chicas, más que otras mujeres, creo yo.
–Sí, puede ser. Me pasó desde chica, y nunca me pregunté si me gustaban las mujeres, ponele. Creo que me lo pregunté más de grande, pero viste que hoy las pibas de 14 sí o sí se lo ponen en duda. Bueno, las chicas de clase media en Capital Federal. Pero digo, Malena, si hoy tuviese 14 años, creo que se lo hubiese preguntado mucho más, o sería mucho más bisexual de lo que soy.
–Y me decías que tu novio tiene 20, pero es muy maduro.
–Sí, más que maduro. Aunque de repente por ahí nos ves y somos dos niños. No convivimos, pero pasamos un montón de tiempo juntos. Pero está esta idea de conexión más cercana con el lado sensible, con el deseo, con lo que hace bien y hace mal, con la idea de escucha, de diálogo.
–¿La convivencia destruye a la pareja?
–Es raro, porque cuando te enamorás querés convivir, ¿o no? Te agarra, de repente.
–Es más cómodo, pero también necesitás espacio. Yo que soy más grande te voy a decir qué es lo ideal: es como en la película Sex and the City 2, que ella es tan millonaria que mantiene su departamentito en Nueva York. Lo ideal es eso, así te podés escapar un rato.
–Ay, yo soy así de millonaria, así que lo voy a hacer (se ríe). Sí, pensaba en eso, porque él vive en Maschwitz, y hay algo de Maschwitz que me encanta: el verde, estar lejos, esto de hoy en día de laburar así, las audiciones por Zoom. Me re tienta la idea de vivir allá.
Y por otro lado digo: mantendría mi departamento de Villa Crespo. Sí, yo siento que necesito mi lugar y mi espacio. Y que la convivencia tiene el filo de la hermandad. Termina siendo un primo, un hermano, no sé qué onda. Aunque sea cogiendo, eh, porque con mi ex pareja nunca dejamos de tener relaciones sexuales, y sin embargo ya éramos primos lejanos.
–Creo que hay que respetar la ceremonia de estar solo.
–Clave; esta idea del espacio para une. Y, además, algo que tenés que laburar si convivís es la idea de mantener el noviazgo, que no se vuelva un matrimonio. Porque hoy en día no te casás, te vas a vivir, y eso es como casarte. Pero es eso, mantener esta idea de hacer salida juntes… ¿Viste esas personas que tienen hijes y sólo comparten la ma-paternidad y se olvidan de que eran una pareja, de que se elegían; los consume por completo le hije.
–Son una empresa.
–Sí, tenés que estar todo el tiempo acordándote de que también hay un vínculo por fuera de eso. Fuera de la convivencia, que haya un noviazgo.
–Contame de tu alianza con Furzai.
–Es una marca de ropa con la que hicimos una colección de verano y estuvo re lindo. No sé por qué relaciono que en la publicidad y la moda no se la pasa muy bien (se ríe).
–Bueno, ahora hay marcas que son conscientes y tienen otra impronta.
–Sí, por ahí antes había unos estándares de belleza… Bueno, yo soy superhegemónica igual, no lo puedo ni decir. Pero me ha pasado en lugares de estar con mi hegemonía y que me dijeran: “Che, fijate que se te marca un rollito acá en la piernita”. Y vos decís: “Si me lo está diciendo a mí, que no tengo ningún problema alimenticio, me imagino a una piba que quizás no comió cinco días para posar”.
Entonces, era algo repugnante para mí. Y Furzai tiene un grupo de gente que prioriza otra cosa; la idea es que te diviertas, te sientas cómoda, hay siempre cosas ricas para comer. No es un detalle ni tiene que ver con tener plata o no tener plata, tiene que ver con que la gente con la que estés trabajando se sienta bien, porque si se siente bien, va a estar más cómoda, y si está cómoda, trabaja mejor. Es hasta inteligente que te traten bien.
Créditos
Producción: Gimena Bugallo
Estilismo: Camila Mariani
Filmmaker: Chanas Scigliotti
Make up y pelo: Macu Atauri
Agradecimientos: Furzai, Merak Accesorios y Bronx Estudio