Benjamín Vicuña: "Estoy en una etapa de reconstrucción"
Hay un escándalo allá afuera y no vamos a hablar de eso.
Cuando termina este reportaje, le pregunto a Benjamín Vicuña si tiene algo para decir sobre el tema y me contesta, muy sabio: “Todo lo que te dije en esta entrevista condensa lo que me está pasando en este momento. Te abrí mi corazón”.
Entonces, hablamos sin hablar. Hicimos fotos lindas, nos tomamos algo y charlamos de la vida. Mientras todos buscan chats ocultos, hacen conjeturas con posteos de Instagram y aluden a misteriosas fuentes anónimas para avivar el fuego, nosotros nos sentamos con Benja.
A charlar.
Y esto es todo lo que tiene para decir.
–¿Llegaste a hacer un balance de tu pandemia a nivel personal?
–(Piensa) Estoy en una etapa de reconstrucción. De reencontrarme con mi identidad a mis 43 años. A veces uno pierde el foco, y eso es normal, porque nos pasó por encima la vida. Creo que estoy en un proceso muy bonito de sanación superinteresante, y me lo estoy tomando muy en serio. Con especialistas, haciendo otro tipo de terapias, invirtiendo en el capital humano, que es lo más importante.

–¿Cómo aprendiste a lidiar con el dolor? ¿La edad y la experiencia hicieron que fuera más fácil?
–No, porque hay cosas que se van acumulando, que se van sumando. Y es importante asumir el dolor: el que no duela, enferma.
–¿No intentaste tapar o evadir el dolor?
–Claro. Hice lo que pude, y cuando intenté ocultarlo me volvió como un búmeran. Hay que entender que la vida es un abanico de momentos y que no existe una sola sensación. Parte de la vida es el desamor, la desilusión, y yo creo que lo importante es no querer evadir justamente la vida; intentar aprender algo, estar consciente, estar despierto, transitarla.
–Te noto muy reflexivo.
–Es loquísimo, porque posta que me agarras en un momento de evaluación, como entrando en el segundo tiempo de mi vida. Me gustaría vivir ochenta años y que sea tan lindo como el primer tiempo, pero sí quiero hacer cambios: quiero mover piezas, quiero reinventarme y quiero salir a jugar un gran segundo tiempo. En ese sentido, tengo expectativas, tengo optimismo, tengo fe. Tengo ganas.
–Nunca parás de trabajar. ¿Es porque sos workaholic o simplemente te gusta mucho actuar?
–Es porque tengo muchos hijos (risas).
–Claro, cinco hijos es un montón.
–No son cinco, son seis.
–Bueno, sabés que mi hermana falleció y un psicólogo siempre me decía que la cuente entre mis hermanos.
–Sí, a mí también me dijeron lo mismo en terapia. Pero volviendo a lo otro, sí, trabajo mucho. Ahora terminé de filmar dos series y ya me pongo a hacer una película.

–Venís de hacer varias series seguidas, ¿cómo te llevás con el mundo de las plataformas?
–Hice mucho trabajo para plataformas. De hecho, hace poco estrené Terapia alternativa, con Carla Peterson, para Star+. La verdad es que para los actores el mundo de las plataformas significa trabajo, diversidad, oportunidades.
–¿Cómo sobrevivieron a la pandemia tus proyectos culturales?
–La pandemia para mí fue tremenda porque tengo cinco salas de teatro en Chile, y la realidad es que perdimos todo. Y hasta el día de hoy, allá estamos con el 50 por ciento de aforo, así que sigue siendo muy difícil. Ha sido un gran dolor ver a gente muy cercana con la que trabajo desde hace muchos años en una situación económica tan frágil. Esto dejó en evidencia lo precario que es el sistema para los artistas.
En este caso, me parece una pavada hablar de “crisis y oportunidad”, pero es cierto que mucha gente descubrió nuevas facetas para reinventarse, y hoy por suerte estamos viviendo una especie de primavera, de reencuentro, que ojalá dure. En Buenos Aires, a pesar de la crisis, hay un espíritu de aferrarse a la vida y de celebración que está muy bueno.
–¿Cuántas veces creés que uno se puede enamorar en toda su vida?
–Bueno, eso es muy personal. Si por alguien siento compasión, es por las personas que nunca conocieron el amor. El amor es la fuerza más movilizadora que existe, y hay que experimentarlo.

–¿Te volviste un poco maniático con la edad?
–Algo. Ahora sé lo que quiero.
–Te volviste más solitario?
–No. Me descubrí social, creativo, inquieto. Es cierto que hay que bancar la soledad, pero a mí mucho no me gusta.
–¿Qué aprendiste en este balance del segundo tiempo?
–Aprendí a entender que hay una fuerza superior, que la omnipotencia no existe, aprendí a no aferrarme a cosas ridículas (me refiero a pertenencias, casas, objetos), aprendí a perdonar y estoy a aprendiendo a expresarme y a no guardarme las cosas. T
oda la vida fui muy cuidadoso y callado por respeto al otro o a la otra, pero también tengo una necesidad de expresión, de decir las cosas, hablar sobre lo que no me parece justo, incluso en el plano doméstico. Soy bastante empático, sí, pero tampoco tan dulce ni tan cordero.
–¿Sos de deprimirte?
–No, no me lo permito. Tengo una disciplina superintensa, mucho trabajo, deporte, hijos, vida social… Voy para adelante siempre.

–Y yendo a lo más frívolo, ¿te cuidás mucho?
–Trato. Me entreno bastante.
–¿Ya te pusiste fillers en la cara, como yo?
–(Risas) No, todavía no. Tengo una piel que acompaña, ser el benjamín es algo que me acompaña y siempre parezco más chiquillo. Pero sí me pasó en la pandemia de levantarme después de dormir doce horas, mirarme al espejo y ver el horror, como que me pasó un camión por encima. Pero por suerte siento que hoy se está acomodando todo.
–¿Te quedaste paranoico con el tema salud?
–No, porque, justamente por lo que le pasó a Blanca, si yo estuviera pensando todo el tiempo en eso, directamente no podría respirar, desconfiaría del aire, y si no respiro, muero. Entonces aprendí a soltar, a confiar en la vida. Me amigué con Dios, porque me había peleado mucho. Me amigué, lo entendí y hasta lo perdoné.
–¿Cómo le perdonás una cosa así a Dios?
–Se puede, se puede. Tengo muchas cosas por las que seguir celebrando esta vida.
Fotos: Karím Fortunato Pereda
Agradecimiento especial: Equus