Richard Coleman: la inagotable pasión de un músico en estado de creación constante
La naturaleza inquieta del guitarrista y, ahora, docente al frente de un curso sobre pedales, lo llevó a componer una nueva canción y a realizar un videoclip junto a Lisa Cerati, la hija de Gustavo, su amigo entrañable y compañero de mil batallas.
Texto: Matías Roveta
Fotos: Germán Saez
Richard Coleman tenía pensado empezar a trabajar en un nuevo disco de estudio en 2020, pero la pandemia truncó todos lo planes: según el músico, la negatividad general en el ambiente conspiró contra la energía creativa.
Finalmente, y más allá de algunos bocetos que había acumulado, dio con una idea musical nueva: “Humanidad” es un rock mid tempo con sutiles orquestaciones de guitarra y arreglos de sintetizadores que Coleman desarrolló junto al bajista Dani Castro, produjo junto a Juan Blas Caballero y completó con el aporte a distancia del resto de los músicos del Trans-Siberian Express (Bodie en teclados, Gonzalo Córdoba en guitarras y Diego Cariola en batería).
El entusiasmo por la nueva canción lo impulsó a editarla como single y no esperar a tener un álbum completo: como complemento, y para que el tema no se perdiera en el océano virtual, también decidió acompañarlo por un videoclip.
El resultado es una hermosa producción audiovisual que combina tonos oscuros con destellos de luces psicodélicas, con dirección de Lisa Cerati. En diálogo con El Planeta Urbano, Coleman habló de este lanzamiento y de su rol como docente al frente de un curso sobre pedales de guitarra.

–¿Cómo surgió “Humanidad”?
–A principios de este año me empecé a juntar con Dani Castro, el bajista del Trans-Siberian Express, para ver si podíamos redondear alguna idea, mover un poco la cosa, sin tener todavía nada muy en claro. Entre esas juntadas, me apareció algo completamente original que no venía de los bocetos que había estado acumulando. Era una situación musical nueva y la empecé a trabajar con la guitarra, con un arpegio, una idea armónica y una melodía.
Estaba tan bien encaminado que también me planteé escribir una letra. Le presenté a Dani la canción, la tocamos con bajo, guitarra y metrónomo, y ahí se grabó el primer demo. Cuando la escuchamos, él me reafirmó que ahí teníamos algo y lo que yo sentí es que tenía que producirla rápidamente, que no había que esperar a tener un álbum o desarrollar un concepto más amplio.
–En una estrofa cantás: “Como no estás del lado de acá, voy a emitir la sensación”: la idea de vos emitiendo tu humanidad y el público recibiéndola. Teniendo en cuenta que la canción fue escrita en aislamiento, ¿se puede interpretar esa línea en torno al poder de la música para conectarnos?
–Sí, habla un poco de eso. En realidad, no hay mucha descripción: la canción es una serie de sensaciones que tienen que ver con todo lo que hemos pasado, con este año de peligro. Entonces, es como que no termino de desarrollar ninguna idea, yo no soy tan testimonial tampoco.
Simplemente, es tratar de tirar las puntas del boceto de las emociones y sensaciones que hemos podido tener en este tiempo. Es lo que hago siempre, en realidad, sólo que ahora hay algo común a todos por ahí más fuerte. Ese es un poco el objetivo del autor: tocar alguna fibra.

–En F-A-C-I-L (2017), tu último disco, buscaste que la música se entendiera en una primera escucha pero, al mismo tiempo, se podía profundizar en la riqueza de las texturas en sucesivas pasadas. ¿“Humanidad” continúa esa línea?
–Sí, es el mismo concepto que lo sigo puliendo. Es una canción corta, directa, y sin embargo podés ir entendiendo las imágenes escucha tras escucha. La música es bastante más extrema, en realidad: arriba suena una canción simple, pero la textura de los instrumentos es bastante retorcida. Se va deformando a medida que avanza el tema y va perdiendo la naturalidad.
En un momento aparece un huracán de audio que te hace sentir algo que no sabés de dónde sale, porque la canción arriba sigue igual. Es un concepto que vengo trabajando, que me resulta sumamente expresivo y que me cuesta mucho trabajo: requiere de mi parte un esfuerzo mayor que hacer un tema fuerte de entrada.
–¿Cómo fue la experiencia de trabajar con Lisa Cerati en el videoclip?
–Con Lisa conversamos acerca de cosas que teníamos en común: especialmente la idea de no tener un video argumental, sino que fuera el tema el que uniera la situación visual y no la banda de sonido del video. Le pedí de entrada que lo pensara con toda la banda y le mandé el tema con el demo que había hecho en casa ya un poco más trabajado.
Ella me dijo que le encantaba, me dijo qué cosas había pensado y me hizo una devolución. Lisa trabajó a un nivel que realmente superó mis expectativas: sabía todo, el video estaba todo guionado, no se perdió tiempo y lo entregó súper a tiempo y perfecto. Fue muy lindo, nos emocionamos muchas veces hablando y conversando.
–Teniendo en cuenta tu vínculo histórico con Gustavo Cerati, ¿el hecho de trabajar con su hija te permitió pensarlo a él desde otro lado?
–Claro. Me acuerdo de lo último que le dije a Lisa cuando terminamos el video: “Te tengo que decir algo que es cursi y por ahí es un cliché, pero es necesario. Tu viejo estaría orgulloso de vos”. Yo me sentí muy bien diciéndolo, eran las palabras justas y fue como sacar lo que estaba sintiendo.
Yo lo pensaba como hablándole a Gus: “Qué lindos hijos tenés, qué bien que laburan y cómo entendieron eso que yo entendí de vos también, que es la pasión por el trabajo, por la excelencia y por llevar todo al máximo”. Fue realmente muy lindo pensarlo así: no por su ausencia sino por lo que dejó, por el legado.

–También trabajaste en la clase magistral “El uso (in) correcto de los efectos de guitarra”. ¿Cómo surgió la idea?
–Es una propuesta que me hizo Ciro Cavalotti, el coordinador del Centro Cultural Ricardo Rojas, un gestor cultural que labura muy bien. Me llamó para proponerme hacer un curso para iniciados sobre cómo se usan los pedales de guitarra. Yo uso pedales desde que tengo trece años y he aprendido todo en el camino, a prueba y error, juntando información de donde se podía y experimentando las cosas on the road.
Desarrollé una clase categorizando todos los artefactos que se usan, dando consejos y más que nada incitando a la gente a tener sus propias experiencias, a sacar conclusiones de eso. Es algo que se hace bimestralmente a distancia, y ahora, en la medida en que se vayan abriendo las posibilidades, voy a hacer uno mensual y presencial para muy poca gente.
–Siempre fuiste un violero más atento a los sonidos o las texturas y no tanto al virtuosismo técnico. ¿Creés que esta clase te describe a vos como guitarrista?
–Creo que habla más de mí como persona que como guitarrista. Porque se da algo espontáneo: hay un ida y vuelta con los alumnos y se generan situaciones muy interesantes en las cuales me encuentro contando cosas que son de la trastienda, del backstage. Son cosas que por ahí otros se las guardan para privados o son un secreto: “Mi secreto es este pedal” (risas). No, yo comparto todo y me parece que así funciona mejor.
–Podés compartir las experiencias de haber tocado con grandes guitarristas, como Ulises Butrón, Gustavo Cerati, Skay y Phil Manzanera.
–Claro. En relación con eso del no virtuoso y la búsqueda del sonido, me acuerdo de una conversación muy linda que tuve con Phil Manzanera cuando lo visité en su estudio de Londres hace un par de años. Le conté que él había sido una de mis primeras influencias y le dije que me identificaba mucho porque, al no ser un virtuoso o un tipo que tocaba tan rápido, yo podía dedicarles más tiempo a los sonidos de la guitarra, que era lo que a mí me fascinaba.
Cuando le terminé de decir eso, me puse un poco paranoico porque pensé que le estaba diciendo que no tocaba muy bien (risas). Y el tipo se sonrió y me dijo: “Claro, Richard, es eso”. Yo me identifico más con ese tipo de músicos, porque la guitarra es justamente eso: un instrumento de la expresión.