Gonzalo Heredia: Todo sobre "El punto de no retorno", su nueva novela
El punto de no retorno se llama la segunda novela de Gonzalo Heredia. Una novela que escribió él, no una novela en la que actúa. La aclaración parece tonta, obvia, pero todavía es necesario hacerla. Porque Gonzalo es, entre otras cosas, el rey de las telenovelas. De las ficciones, de las tiras, del prime time televisivo de Polka y Canal Trece.
Pero Gonzalo, además, es bibliófilo. Un lector voraz que también trabaja de galán y que goza leyendo, sufre escribiendo y milita su pasión por los libros como ningún otro escritor.
Su primera novela, La construcción de la mentira, habla de ese mundo que lo envuelve y lo retiene: la celebridad, el famoseo, las cámaras, los eventos, las fans, los canjes. Casi como en una catarsis inevitable, Heredia vuelca ahí todo eso que es, a veces, a su pesar.
Pero su segundo libro, que muy pocos hemos tenido el privilegio de leer antes de ser editado, tiene un protagonista que pareciera ser su otro yo: un aspirante a escritor, un Bukowski porteño que asiste a talleres literarios y vive por y para los libros.
La novela es excelente, tanto que al terminar de leerla me pregunto, y le pregunto a Gonzalo, si no es demasiado buena como para que su nombre de galán televisivo la empañe de prejuicios. Le digo, a riesgo de ofenderlo, que yo en su lugar la publicaría bajo un pseudónimo.

-Cuando leí tu segunda novela, antes que nadie, te hice una devolución muy puntual, ¿la recordás?
-Sí, me dijiste que te daba pena porque la novela te había parecido muy buena, pero hay algo que al tener mi nombre y mi apellido puede entorpecer u obstaculizar esta llegada al texto.
-Claro, lo que quise decir es que tu nombre de actor, tan popular, podría nublar tu nombre de escritor. Y generar prejuicios.
-Eso me es indistinto. En estos últimos años aprendí a no tomarme tan en serio, porque en esos casos es cuando más se estrangula algo, y no fluye. Entonces, esto de “querer que me tomen en serio como un actor de prestigio”, o que mis textos no sean considerados una boludez, sino algo en serio, literario, es una paja. Es un lugar donde probablemente el 90% del tiempo la pases mal. Yo tengo muy claro lo que quiero contar, a dónde voy, y ya. No hay más que eso.
-¿Sos un corrector obsesivo?
-Sí. No puedo evitar corregir mis textos mil veces. Hay algo de la búsqueda de la palabra precisa que para mí es muy necesario.
-¿Pero no lo terminás odiando al texto?
-No, afortunadamente no. Si lo termino odiando, lo más probable es que lo deje. Pero hay algo de esto que hace que siempre quiera volver, o que vuelva a enamorarme de lo escrito, cosa que me parece un gran indicio.

-¿Cambiás mucho lo que escribiste?
-Sí, sobre todo la estructura. Para mí narrar siempre es encontrar la forma de hacerlo, y la forma es muy importante en una novela. Me gusta que retenga cierta forma, y cada historia tiene su manera propia de ser contada. Entonces me interesa mucho eso, y siempre estoy pensando en la forma. Después viene el tono, el personaje, el narrador, el protagonista y todos los demás personajes. Pero me gusta casi conocer la novela de memoria.
-Es re obsesivo eso.
-Sí, yo soy de los que pegan en las paredes anotaciones y párrafos y hasta dibujos de la escenografía del texto.
-¿Te despertabas en cuarentena en medio de la noche con ideas para tu novela?
-Sí, y eso es genial porque ya te da la pauta de que los personajes están adentro de tu cabeza y te hablan. Me pasa que luego de un día de escritura me voy a dormir sin una escena resuelta y algo sucede en ese sueño para que después pueda volver a sentarme y saber por dónde ir.

-¿Cuánto hay de tu vida en tus libros?
-Aunque escribas la realidad, para mí un texto siempre es ficción. Uno siempre toma material de la realidad. Hay algo de la toma de elementos que tiene uno en su propia vida. Pero luego hay una pregunta para la que tengo que ensayar una respuesta, por eso uno escribe.
-¿Por qué se cree que escribir es un placer, y es para pocos?
-Yo creo que todo el mundo tiene algo para contar, el tema es que sentarse a escribir es un tedio a veces. Es un trabajo muy solitario, no tener a nadie que te aliente, que te apoye, no hay nadie.
-¿Las redes sociales son un problema?
-Yo me considero un tuitero. Twitter es una red social que mí me divierte, le encontré el yeite a la ironía, la acidez, empezando por reírme de mí y después de todo lo demás. Entonces, cuando salió esta última tira y me empezaron criticar, escribí un tweet en forma irónica diciendo: “ok, yo dejo de actuar si les pagan los gastos varios a mis hijos“ . Yo no me siento algo; no me siento ni actor, ni celebridad ni estrella.
-¿Y escritor?
-Bueno, si hablamos del hábito, estoy todos los días sentado escribiendo. No sé si eso me convierte en escritor, pero sí en una persona que se sienta e intenta escribir todos los días.

-¿Cómo te llevás con tu vida de jet set de cabotaje?
-Bueno, volvemos a caer en este lugar de creerte algo. Creerte que sos una estrella en este lugar en donde no da. Yo creo mucho más en el artista que tiene algo para contar que en el famoso que sale en las revistas.
-Pero a la vez pertenecés a ese mundo de las revistas, entrás y salís.
-Bueno, riéndome de todo, empezando por mí. Yo creo que La construcción de la mentira la pude escribir por eso, por tener la capacidad de salir y mirarme, mirar ese mundo desde afuera, mirarme a mí pulular dentro de los sets de televisión, de los eventos, pidiendo canjes en algún lado. Hay algo de eso que lo miro desde afuera. Si yo me hubiese creído que es real, no hubiera podido escribir esa novela.
-Dejaste el secundario y, sin embargo, son más leído que el 99% de la gente que sí lo terminó. ¿Qué pasa con la educación formal?
-No creo tanto en la educación formal, sin embargo estoy completamente arrepentido de no haber terminado el colegio.
-¿Por qué? ¿No te considerás un revolucionario?
-No, tal vez me considero un poco autodidacta, pero me hubiese gustado terminar porque hoy hay cosas a las que no puedo acceder por no tener el título. Me hubiese encantado hacer la carrera de Letras, por ejemplo, y no puedo. Pero sí, es verdad que creo en la búsqueda propia, en la incomodidad de lo que te es dado.
-¿Y por qué lo dejaste?
-Porque quería salir, quería trabajar. Pensé que la calle me iba a dar otra clase de estudios de visión panorámica del mundo.

-Te salvaron los libros. ¿Los libros democratizan el conocimiento?
-Es genial eso, porque yo creo que todo está escrito, todo está en los libros. Es increíble que la gente no se dé cuenta de que realmente todo está en los libros, absolutamente todo. Y el hecho de leer te hace totalmente libre, de pensamiento, de todo. Por eso, desde mi lugar trato de inculcar lo que me pasó a mí con la lectura: leer realmente me sacó del barro. Me sacó de Munro, me abrió la mente.
-Del conurbano
-Hay algo que tenemos los que crecimos en el conurbano, que la franja de Capital, la franja de la autopista, envuelve algo que separa, en donde realmente un lugar y el otro no son lo mismo. Hay otras ideas, hay otra cabeza, hay otras búsquedas, otras incomodidades. Y a mí con los libros me pasó eso, esa apertura mental la tuve gracias a los libros.
-¿Cómo se convierte uno en lector?
-La mayoría de las personas desean tener el hábito de la lectura, y no se dan cuenta de que es tan simple como andar con un libro encima, abrirlo y leerlo. No es más que eso. Está esta idea errada de que la lectura es relajarse, sentarse en un sillón, prender una pipa… Y la lectura no es eso, loco. La lectura es seguir pensando, seguir trabajando la cabeza. Y a mí esa apertura mental me da mucho placer.
CRÉDITOS:
Producción general: Gimena Bugallo
Estilismo: Camila Mariani
Coordinadora de locación: Florencia Vidoret
Filmmaker: Chanas Scigliotti
Agradecimientos: Airborn, Garcia de Jalon, Comité Wine @comitewine Juan Bautista Lasalle 437, San Isidro