Para no olvidar: "Díos los cría", el disco de duetos de Andrés Calamaro.
La genialidad del Salmón sigue intacta. Un tuit, una declaración, una canción o un disco entero. El ex Los Abuelos de la Nada volvió a sorprender con su primer álbum de colaboraciones, en el que adapta sus canciones a un formato íntimo y despojado, acompañado de leyendas y nuevos artistas de la música universal.
En su más reciente hilo de Twitter sobre nuestra victoria en la Copa América hay dos genialidades. La primera: “The Paul”. Simple, rockera, bohemia: “The Paul”. “The Paul” es De Paul, Rodrigo De Paul, el facherito todoterreno de la Selección argentina que lloró junto a Messi y acaba de ser campeón de América. Calamaro le dedica unas líneas en su tuit, lo destaca por su juego resolutivo en la final contra Brasil en el Maracaná. Lo inmortaliza y lo convierte en una banda de shoegaze de Londres, Manchester quizás.
La otra perla, lo mismo. También, cambios mínimos, imperceptibles, majestuosos. En el video que retuitea Calamaro, el jugador Exequiel Palacios descontrola el pasillo del micro y le pega a la gaveta; Agüero está de joda, y Messi, claro, Lionel Messi es el torero de la plaza: todos siguen –seguimos– sus movimientos. “Porque Messi tiene puesta la corona, oh oh oh”, suena arriba de “Para no olvidar”, el clásico de Los Rodríguez, su aventura española, al que el Salmón desde su cuenta incógnita de Twitter (@Galimbe64457296) rebautiza “Para NUNCA olvidar”.
Un adverbio de tiempo, una sentencia, otra inmortalización. Eternidad doble a una canción eterna. “Qué grande es una canción cuando el pueblo la señala como elegida para sentir, cantar y agitar con el brazo; y qué pequeña”, dispara el ex Los Abuelos de la Nada, y desborda de felicidad.
Así es el talento de los genios. Pinceladas imperceptibles para la gran obra, minimalistas, grandiosas. Como las que hizo en Dios los cría, el álbum de duetos que ya anda girando por las radios y las plataformas de streaming. “Menos instrumentos y más cantantes”, Calamaro dixit. Julio Iglesias, León Gieco, Raphael, Milton Nascimento, entre muchas voces hispanoamericanas. Quince versiones en clave bolero de su interminable repertorio cantadas a dúo con músicos de este y de aquel lado del océano Atlántico. Dios los cría y, por Andrés, se juntan.

–A todos los grandes artistas les llega el momento de hacer un álbum de duetos. ¿Cómo te diste cuenta de que había llegado el momento de hacer el tuyo?
–No es una pregunta sencilla, aunque lo parece. No me consta que a todos los artistas les llegue este o algún otro momento específico, es cierto que Duke Ellington y John Coltrane grabaron juntos y eran dos personas. Tampoco me di cuenta de que me había llegado el (un) momento; hacemos varias cosas al mismo tiempo mientras evaluamos qué disco grabar entre cincuenta formas distintas de grabar uno. O dos. Normalmente, estamos pensando en varias cosas al mismo tiempo, publicar versos, exponer fotografías, dirigir una película, cocinar o cortarnos el pelo.
–¿Cómo fue la elección de los invitados? ¿Hubo intención de que quede toda Hispanoamérica representada? ¿Hay alguien que te hubiera gustado que participara y no fue posible?
–Elegimos en el núcleo de la grabación, con Carlos Narea y otras intuiciones. Lamentablemente, Willie Nelson no fue posible.
–¿Y la elección del repertorio? ¿Fue tuya, del invitado o de ambos?
–A las armas las carga Satanás. Ideas tiene todo el mundo o se piden prestadas. Los invitados tuvieron opciones, diferente optar y elegir. El balance es la coordinación de arte impuesta por Carlos con tanto gusto.
–¿Cómo fue la grabación del álbum? ¿Fue a distancia o pudiste juntarte en el estudio con algunos de los invitados y la banda?
–Fue imposible poner de acuerdo a tantos psiquiatras.
–En general, en los álbumes de duetos las versiones no se alejan mucho de las originales, o se acercan al estilo del invitado, pero vos llevaste las canciones hacia otros lugares. ¿Cómo fue el proceso de reversionar tus propias canciones en géneros como el bolero, el flamenco o la música latina?
–Respetamos la partitura de Germán Wiedemer y los elementos orquestados por el productor artístico, las circunstancias y los acontecimientos. Nos procesamos a partir de grabaciones con piano entre 2015 y 2016, después estábamos de gira con el mismo trío que grabó Dios los cría. La continuidad como solución.
–Estas reversiones siguen estilos que le dan al álbum una coherencia sonora. Se observa una maduración musical en la que se nota que estás experimentando y probando cosas nuevas, más allá de que en el pasado ya hayas probado algunos de estos recursos. Sin embargo, ¿por qué decidiste en este álbum escaparle al rock completamente?
–Coherencia absoluta, maduración más allá de los recursos y abandonar el rock completamente. Una pregunta que se contesta sola. Incluso silenciosa. Nadie se escapa del rock. ¡This is Spinal Tap!
–La formación de este álbum es la de la gira Licencia para cantar. ¿Cómo fue volver a trabajar con ellos y retomar ese sonido después de haber regresado a tu color más “clásico” en Cargar la suerte y Volumen 11?
–No necesitamos volver pues no nos habíamos ido. Estábamos escuchando grabaciones para cumplimentar un disco en vivo y terminamos grabando con Julio Iglesias y Milton Nascimento. La solución en la continuidad antes de la grabación de Cargar la suerte.
–¿Por qué elegiste trabajar las canciones de una forma más minimalista y no con más músicos y una banda más completa?
–Un piano y un contrabajo suenan completos con dos instrumentos más; la ley del jazz. El minimalismo no resiste tantos detalles, ni las armonías del piano, ni el toque de los artistas del flamenco, ni la naturaleza coral de un disco así. Menos instrumentos y más cantantes es una relación interesante aunque no demasiado frecuente.
–Volviendo a los invitados, ¿cómo fue grabar con leyendas como Julio Iglesias, Raphael y Milton Nascimento?
–Tres gigantes juntos en un mismo párrafo. El poderío magnético de semejantes artistas trasciende las grabaciones y se instala en un imaginario a priori imposible. Se siente como recibir a los reyes magos trayendo alforjas llenas de oro, incienso y alfajores. El día cero.
–¿Cuáles son las participaciones que más destacás, las que les dieron a las canciones una vuelta que te sorprendió?
–Algunos de estos cantantes se antojan improbables de reunir juntos en un disco. Cantar al alimón con este calibre de intérpretes se siente como abrir las aguas del mar Rojo sin salir del estudio de grabaciones.
–La gacetilla dice que Dios los cría “podría ser el primer álbum de una saga de duetos”. ¿Se viene una segunda parte?
–Si lo dice una gacetilla, lo niego todo.
–En Europa y en otros lugares están volviendo los shows en vivo. En la Argentina, posiblemente, cuando pase la segunda ola, también regresen. ¿Va a haber gira presentación o streaming en vivo?
–Parece más probable reflotar el Titanic que salir de gira con semejante pedazo de casting alucinante. Las cosas por su nombre. Cuando se interrumpieron todas las giras y los oficios, durmieron treinta recitales, lo mismo nosotros que cientos de bandas y cantantes. Miles. Luego de semejante pausa, espero reciclarnos en la bondad de los ensayos y tocar de nuevo con mis compañeros. Volcarnos con el público que le pone paciencia, como nosotros.
–Te saco un poco del disco para preguntarte sobre tu colaboración con C. Tangana. El madrileño se perfila como uno de los álbumes del año y tu participación es la única que le pone rock a un trabajo que pasa por géneros de toda Hispanoamérica (no tan lejano a lo que hiciste vos). ¿Cómo fue grabar con él? ¿Podría aparecer en alguna canción tuya?
–Llegué tímidamente al estudio, me senté en el sofá que adorna la mayoría de los controles de grabación, ni idea tenía de que estaba a punto de cambiar mi vida. Literalmente. Pensaba en tirarme una tarde viendo resúmenes deportivos y terminé viendo, una tarde de domingo, el futuro del pop.
–¿Cómo pasaste la cuarentena y la abstinencia de salir a tocar? ¿Estuviste trabajando en nuevas canciones?
–Menos trabajar, hice de todo, incluyendo dejar reposar un guion de cine, escribir décimas redondillas todos los días, encerrarme tres meses en el estudio sin grabar nada y en el ejercicio esotérico de dos SP-404 simultáneas. En renglones, escribí cientos de canciones con tres acordes. Entre todas no suman un “My Funny Valentine”.
Realmente escribí versos criollos cada día del año, librantes los encierros en el estudio, los trastornos de sueño como campo de batalla constante, a veces posible un empate. Curamos una exposición de fotos con Rodrigo Cañete, blindamos la unidad vecinal del Club del Whisky y luego me di dos voltios por Madrid. A vivir que son más de dos días.
–Tu participación en Rompan todo es de las más atinadas de la serie, aunque el documental termina diciendo que el rock latino está estancado, pero que hay esperanzas de que vuelva a nacer. ¿Cómo ves el rock latino actual?
–En el rock somos pájaros disparando a las escopetas. En algunos casos se intercambian los papeles y las escopetas se suicidan. El rock panamericano nació de un summer of love discográfico y MTV, a partir de Caifanes y SodaStereo. Antes fuimos salmones de cabotaje. Cuidado con la cáscara argentina que es antropófaga, prefiere regodearse en el fracaso. Si nos dormimos siendo el mejor público del mundo, nos despertamos en una letrina haciendo gárgaras con nuestras propias heces.
El precoz rechazo digital al Rompan todo dejó claras nuestras intenciones de ahogarnos en vómito como Jimi Hendrix. Mientras tanto, otra escena se presenta inmediata y urbana, imponiendo el castellano latino en los Estados Unidos y Europa. Declarar la muerte del rock es un tópico reciclado por Los Simpson, que datan la defunción en 1974. El rock es una religión, internet la multitud que apedrea a Cristo en el calvario. La nostalgia, la eutanasia del rock en nuestro país. El rock es una secta que no necesita la validación de nadie; el muerto que estaba de parranda.
Fotos: gentileza Universal Music
Agradecimientos: Daniel Bajarlía
(DESTACADOS)
“Qué grande es una canción cuando el pueblo la señala como elegida para sentir, cantar y agitar con el brazo; y qué pequeña.”
“Menos instrumentos y más cantantes es una relación interesante, aunque no demasiado frecuente.”
“Parece más probable reflotar el Titanicque salir de gira con semejante pedazo de casting alucinante.”
“Llegué tímidamente al estudio donde estaba C. Tangana y me senté en el sofá que adorna la mayoría de los controles de grabación. Ni idea tenía de que estaba a punto de cambiar mi vida.”
“El rock es una secta que no necesita la validación de nadie; el muerto que estaba de parranda.”