Luna Sujatovich • Para dar mil batallas
Nacida y criada en una casa repleta de melodías, la cantante, compositora y pianista sorprende con Desafío guerrero, su primer álbum de estudio, signado por la cruza de ritmos rioplatenses y el folklore argentino con el lenguaje del jazz, el rock y el R&B.
“Yo sabía que faltaba esta pata en la mesa”, afirma Luna Sujatovich refiriéndose a Desafío guerrero, su primer disco, que acaba de salir y marca el comienzo de una carrera solista luego de varios años dedicados a la música. Hija de Leo Sujatovich (Spinetta Jade) y hermana de Mateo Sujatovich (Conociendo Rusia), podría decirse que desde muy pequeña sabía que su vida estaría signada por lo musical. Desde aquellas primeras clases de piano que le daba su abuela, la mítica Pichona Sujatovich, quien supo dar clases nada menos que a Charly García. Luego de haber estudiado composición, de formar parte como pianista y arreglista de la banda de Coti Sorokin y de integrar el ensamble latinoamericano La Colmena, se decidió a dar el salto hacia sus canciones propias.
Un factor clave fue el taller de canciones de Edgardo Cardozo. En diálogo vía Zoom con El Planeta Urbano, recuerda que pensó: “Acá voy a componer mi disco y se acabó”. Dicho y hecho: siete de las ocho canciones que conforman su álbum surgieron de esa experiencia. Los temas combinan ritmos folklóricos con sonoridades de jazz, música rioplatense, arreglos de cuerdas y mucho piano. Con producción de Nicolás Btesh, la pandemia la ayudó, cuenta, a focalizarse en un disco que grabó en 2019 y terminó de mezclar y masterizar el año pasado. Lo último: el videoclip de “En la mañana”, en donde se la ve tocando el piano, cantando y, también, bailando: “Estudio danza desde hace bastante y siempre me dieron ganas de bailar en algo. No había podido hacerlo en las muestras de las clases porque coincidían con mis shows. Así que me di el gusto”, revela.
–Tenés una formación musical académica pero también te interesa lo popular.
–En un momento, mi viejo me dijo: “Mientras más música escuches, más vas a esponjear y más te vas a nutrir”. Tenía eso en la cabeza. Mis primeros CD fueron de Aqua, Gorillaz o Vengaboys, en sexto y séptimo grado. En un momento aparecieron los Beatles, Charly García y el rock nacional. ¡Se escuchaban tantas cosas en casa! Era ir a ver los discos que había y decir: “¿Qué escucho hoy? ¿Estará bueno esto? Pasé por un montón de cosas: Pink Floyd, Sting, Mark Knopfler... El momento más divertido era el camino rumbo a la escuela porque escuchábamos música. Después del colegio, como no podíamos hacer mucho ruido en casa, mi viejo nos llevaba a mi hermano y a mí a su estudio y nos la pasábamos grabando cosas. Nos divertíamos y aprendíamos mucho. Compartimos los laburos de mi viejo. Eso fue fundante para mí. Fue oro.
–¿Cómo surgió la mezcla de ritmos y sonidos que se perciben en Desafío guerrero?
–Fueron apareciendo. Cuando te ponés a componer, te tirás a la pileta a ver qué aparece. Y si te gusta eso que apareció lo seguís descubriendo. Hay algo de entender que la obra es la obra y uno es uno. Ahí hay una diferencia. A veces uno no elige lo que compone: le toca eso. Creo que me tocaron estas músicas que no las puedo encasillar en ningún género ni forma. Por eso le puse Desafío guerrero al disco. Pensé: “Esto encasillable no es. Así que lo vamos a tener que laburar y descubrir pasito a pasito”.
–¿Te afecta de alguna manera que la música que predomina actualmente tenga que ver más con lo urbano?
–No vivo la composición pensando en lo que está sonando alrededor de mí. Si un día me despierto y digo: “¡Qué ganas de componer un reggaetón!”, ¡bueno, loco, voy a componer un reggaetón! Tiene que ver con lo que te decía antes: uno es una esponja y es lo que esponjea.
–¿Estás componiendo cosas nuevas?
–Con el disco sacado me dieron ganas de componer cosas nuevas. Tengo un par de ideas rondando por ahí. Estos días me enganché estudiando piano de nuevo y quedó un poco ahí, y me preocupa, porque digo: “No, no tengo que soltar la composición”. Si no te conectás con la composición es como que dejás enfriar algo que no está bueno que se enfríe. Hay que darle leña al fuego para que crezca. Hay que cuidarse cuando estás con ganas de componer cosas. Después es muy difícil volver a encender ese fueguito si lo dejaste apagado mucho tiempo.
–Podría decirse que estamos ante el auge del single: se lanzan muchos temas sueltos y se discute el formato del disco. ¿Qué opinás al respecto?
–Pertenezco a la generación que se crio escuchando discos. Para mí esto de los singles es nuevo. Me encanta, igual. Como que Rosalía saca tres temitas de repente con un hilo conductor y digo “wow, qué bueno también”. Son distintas propuestas artísticas. Si uno lo piensa desde ese lugar, está bueno, para no volverse un viejo choto que está en contra de todo lo nuevo (risas). Hay que ver si hay algo rescatable de esos nuevos formatos porque también alimentan un poco la ansiedad. Esto de que siempre haya cosas nuevas y que no dejemos a los artistas en paz. Loco, si te querés guardar tres meses, guardate. No pasa nada. Sacá tu disco cuando quieras. Yo te voy a escuchar. Somos artistas, no fábricas de cosas.

–¿Tienen ganas de probar el sonido de las canciones en vivo?
–Estamos pensando en organizar algo más para fin de año. Teniendo en cuenta que no haga tanto frío, que estemos un poco más contentos y que el disco gire un poco más. También quiero empezar a ensayar con la banda nueva que armamos, que es diferente a la que grabó. Son Ayelén Secches en guitarra, Ro Ali en bajo y Facundo Guevara en percusión.
–Formás parte de La Colmena, un grupo autogestivo de mujeres músicas. ¿Cómo analizás el crecimiento de las reivindicaciones feministas y en pos de la igualdad de género que se viven en los últimos años?
–Se empezó a mover una ruedita muy necesaria de manera más mainstream. El discurso feminista existe desde hace muchos años. Desde el movimiento Ni Una Menos empezó a tener más presencia en nosotras, las mujeres, como amigas y músicas. También en la cuestión de la diversidad de género, de empezar a visibilizar no solamente a la mujer sino a las disidencias. Seguir pensándonos. Desestructurar la cuestión patriarcal, de los modelos de vida, de mujer. Creo que justo estoy en una generación muy bisagra. Fuimos criados en el modelo Cris Morena de los años noventa: casarse y tener hijos. Pocas veces le escuché decir a una amiga “no quiero tener hijos”. Yo nunca fantaseé con casarme, no sé por qué, pero sí con tener hijos y una familia. Eso está en mi mente y nunca me imaginé de otra forma. Creo que eso tiene que ver con la formación. Siento que fueron muchas modificaciones que se están poniendo en cuestionamiento que hace que todas las mujeres –y hombres también, ojalá– estén repensándose en la sociedad y como humanos. Como personas deseantes.
–¿Respecto a lo musical, esta ola de cambios te afectó de algún modo?
–Al venir de una familia de músicos, siempre creí que iba a tener un lugar en la escena musical, por una cuestión de ver que varios de mi alrededor estaban pudiendo hacer lo que querían. Yo siempre imaginé eso también, que iba a tener un lugar para desarrollarme en lo que me interesara. Siempre me sentí bienvenida en los espacios que fui recorriendo. En ese sentido, me siento afortunada. Nunca tuve que pelear por que se escuche lo que tenía para decir. Sí, por ahí, tuve algunos desencuentros con alguna persona que me haya dicho algo que no me copara. Algún desubicado. No lo voy a negar, pero tampoco voy a hacer de eso algo gigante porque fueron poquísimas veces. Es una movida más del chabón que tiene que empezar a dejar de creer que es el dueño del circo y que la mujer tiene que empoderarse. ¿¡Por qué tenemos que empoderarnos!? ¡Dejame de hinchar! ¡Vos bajate del poni, flaco! Yo, todo bien con la movida de empoderarse, pero me pregunto: ¿por qué somos nosotras las que, encima, tenemos que seguir “haciendo bíceps” para que vean que tenemos fuerza? No, yo voy a tener la fuerza que tenga, y si no tengo fuerza, no me pelees. Estoy reflexionando acerca del empoderamiento y esto de tener que ser fuertes. Obvio, tenemos que serlo, pero tampoco pasarnos de rosca al punto de decir: “Tengo que ser una boxeadora para pegarle una trompada a cualquiera”. Hay que cuidarnos con hacia dónde vamos con la movida feminista, en la que estoy adentro al cien por ciento.