Andrés Calamaro • COSTUMBRE ARGENTINA

De un tiempo a esta parte, el Salmón sorprende todos los años con algún proyecto, un buen tuit o un nuevo lanzamiento. Esta vez fue el turno de Dios los cría, su primer álbum de duetos, en el que adapta sus canciones a un formato íntimo y despojado, acompañado de leyendas y nuevos artistas de la música universal.


A todos los grandes les llega el momento de hacer un álbum de duetos, el tipo de trabajo al que arriba un artista cuando ya sumó la suficiente cantidad de éxitos y de amigos como para darles una bocanada de aire fresco a sus canciones. Ahora es el turno de Andrés Calamaro, que acaba de lanzar Dios los cría, una selección de sus mejores temas, entre hits y algunas gemas olvidadas, acompañado de un dream team hispanoamericano e intergeneracional, un universo en donde conviven artistas tan dispares como Alejandro Sanz, Fernando Cabrera, Lila Downs, Julieta Venegas y Vicentico, entre otras grandes figuras.

En exclusiva para El Planeta Urbano, el Salmón admite que era un proyecto más entre tantos otros que tiene en agenda, pero que mágicamente derivó en uno de los más ambiciosos de su carrera. “Hacemos varias cosas al mismo tiempo –publicar versos, exponer fotografías, dirigir una película, cocinar o cortarnos el pelo– mientras evaluamos qué disco hacer entre cincuenta formas distintas de grabar uno o dos”, revela. En este caso, el resultado fue de lo más auspicioso: “Estábamos escuchando grabaciones para cumplimentar un álbum en vivo y terminamos grabando con Julio Iglesias y Milton Nascimento”.

Para entender el origen de Dios los cría hay que remontarse a 2015, cuando Calamaro se encerró dos días en los estudios Romaphonic con Germán Wiedemer para regrabar sus canciones y algunos tangos en un formato despojado de tan sólo piano y voz. El objetivo inicial era preparar un show especial para abrir un concierto de Bob Dylan en España, pero quedó tan conforme con aquellos registros que decidió editarlos al año siguiente bajo el nombre de Romaphonic Sessions. Luego se sumaron Antonio “Toño” Miguel en contrabajo y Martín Bruhn en percusión y salieron de gira. Por primera vez desde El cantante (2004), Andrés se mostró como un crooner latino, priorizando el poder de la interpretación y la belleza de las canciones por sobre la pose y la energía que destila una banda en formato eléctrico.

Poco antes de grabar Cargar la suerte (2018), un disco de corte calamaresco más tradicional, llevó al estudio a la formación que lo acompañó en ese tour –al que llamó Licencia para cantar–, y lo que iba a ser un testimonio de esos shows (de hecho, cuatro de esos temas aparecen en un vinilo de edición limitada en 2017) se convirtió en el álbum definitivo de colaboraciones de Andrés Calamaro, un artista que, hay que decirlo, siempre está dispuesto a grabar con cualquiera que lo convoque. El autor de “Mi enfermedad” lo resume en pocas palabras: “Nos procesamos a partir de grabaciones con piano entre 2015 y 2016 y después estábamos de gira con el mismo trío que grabó Dios los cría”.

En general, las versiones de los álbumes de duetos no se alejan demasiado de las originales o se van al otro extremo para adaptarse al estilo del invitado. El ex Los Abuelos de la Nada, en cambio, se puso a prueba a sí mismo, pero también a quienes lo acompañaron en esta aventura. Gracias a la producción de Carlos Narea y los arreglos y la dirección artística de Wiedemer, las quince canciones seleccionadas, que oscilan entre clásicos y lados B, fueron llevadas por una senda muy distinta a las originales. Si bien Calamaro admite que “nadie se escapa del rock”, en Dios los cría su cancionero vira al bolero, con toques de jazz latino, ritmos caribeños y, de la mano de los guitarristas Vicente Amigo y Niño Josele en “Para no olvidar” y “Engánchate conmigo”, el flamenco. “Un piano y un contrabajo suenan completos con dos instrumentos más, es la ley del jazz. Menos instrumentos y más cantantes es una relación interesante aunque no demasiado frecuente”, explica sobre estas nuevas versiones.

Es que cualquiera en su lugar se hubiera limitado a modernizar un poco sus hits y sacar ventaja de la presencia de grandes estrellas para asegurarse el éxito. El Salmón, en cambio, optó nuevamente por ir contra la corriente y logró algo poco habitual en este tipo de proyectos, que es alcanzar una coherencia musical única frente a una obra tan ecléctica como la suya, que va desde temas de Los Rodríguez hasta el álbum Bohemio, de 2013. “El balance es la coordinación de arte impuesta por Carlos Narea con tanto gusto”, dice orgulloso.

El gran acierto de Dios los cría es que la mayoría de los artistas de primer nivel que participan fueron llevados por caminos hasta ahora desconocidos, como Juanes, Carlos Vives, León Gieco y Manolo García. “Algunos de estos cantantes se antojan improbables de reunir juntos en un disco. Cantar al alimón con este calibre de intérpretes se siente como abrir las aguas del mar Rojo sin salir del estudio de grabaciones”, expresa Andrés, que también confiesa que le hubiera gustado contar con la presencia del compositor de música country Willie Nelson.

De todos los invitados, hay tres leyendas que se destacan del resto. Julio Iglesias le imprime su impronta a una versión de “Bohemio” que parece hecha a su medida, y Raphael saca a relucir su habilidad como cantor de tangos en “Jugar con fuego”, que Andrés compuso con Mariano Mores para Honestidad brutal. Milton Nascimento, por su parte, se apropia de “En un hotel de mil estrellas” con una interpretación magistral digna de sus mejores trabajos. ¿Cómo fue compartir el micrófono con ellos? Calamaro es contundente: “El poderío magnético de semejantes artistas trasciende las grabaciones y se instala en un imaginario a priori imposible. Se siente como recibir a los reyes magos trayendo alforjas llenas de oro, incienso y alfajores”.

Para él, revisitar su propio catálogo con las voces más importantes de habla hispana no significó revivir el pasado, sino dar un paso adelante. De hecho, se muestra crítico con aquellos que sólo miran hacia atrás. “El rock es una secta que no necesita la validación de nadie, el muerto que estaba de parranda. Hay que tener cuidado con la cáscara argentina que es antropófaga y prefiere regodearse en el fracaso. En nuestro país, la eutanasia del rock es la nostalgia. El rock panamericano nació de un summer of love discográfico y MTV a partir de Soda Stereo y Caifanes (cuyo líder, Saúl Hernández, puso su voz en la nueva versión de ‘Gaviotas’). Antes, fuimos salmones de cabotaje”, reflexiona.

Otro de los triunfos de Dios los cría es el acercamiento de Calamaro a las nuevas generaciones, representadas por Mon Laferte, Sebastián Yatra y Leiva, ex cantante de la banda ibérica Pereza. “Declarar la muerte del rock es un tópico reciclado por Los Simpson, que datan su defunción en 1974. Mientras tanto, otra escena se presenta inmediata y urbana, imponiendo el castellano en los Estados Unidos y Europa”, dice acerca del triunfo de la música latina en todo el mundo, sobre todo del rapero C. Tangana, por quien se deshace en elogios. El Salmón fue el responsable de haberle inyectado una dosis de rock a su último álbum, El madrileño, que se perfila como uno de los lanzamientos más importantes de 2021. “Llegué tímidamente al estudio una tarde de domingo y me senté en el sofá que adorna la mayoría de los controles de grabación. No tenía idea de que estaba a punto de cambiar mi vida, literalmente. Pensaba tirarme una tarde viendo resúmenes deportivos y vi el futuro del pop”, dice sobre el artista del momento en la península.

La pandemia detuvo al mundo, pero no frustró los proyectos del músico argentino, que encontró la forma de mantenerse ocupado. “Menos trabajar, hice de todo, incluyendo dejar reposar un guion de cine, escribir décimas redondillas todos los días, encerrarme tres meses en el estudio sin grabar nada y sumergirme en el ejercicio esotérico de dos Samplers Roland SP-404 simultáneas. En renglones, escribí cientos de canciones con tres acordes que entre todas no suman un ‘My Funny Valentine’. También curamos una exposición de fotos con el crítico de arte Rodrigo Cañete, blindamos la unidad vecinal del Club del Whisky y luego me di dos voltios por Madrid. ¡A vivir que son más de dos días!”

Ahora, sin embargo, ya está pensando en los conciertos. “Luego de semejante pausa, espero reciclarnos en la bondad de los ensayos y tocar de nuevo con mis compañeros.” Si bien sabe que presentar en vivo este álbum con todos los invitados es prácticamente imposible (“parece más probable reflotar el Titanic que salir de gira con semejante pedazo de casting alucinante”), sí espera volver al ruedo lo antes posible. El Salmón está de vuelta, otra vez yendo por donde nadie lo espera. Dios los cría es una invitación a redescubrirlo de forma íntima acompañado de un plantel de lujo que confirma que sus canciones, todas y cada una de ellas, ya son parte de la lengua popular. Ahora, sólo resta cantarlas.

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