Juanse • EL LADO LUMINOSO DEL ROCK & ROLL

El líder de los Ratones Paranoicos está encendido: acaba de publicar un nuevo disco solista junto a Andrew Loog Oldham y, desde las cocinas de MasterChef, deslumbra todas las noches con su costado más humorístico, humano y hasta inocente. De guitarras, sopas y dioses, la santísima trinidad del último cowboy.


“Hace décadas que el rock & roll dejó de estar en la centralidad de la industria, pero a nosotros eso no nos importa. Manejamos el rock & roll desde el punto de vista artístico, desde lo artesanal. Me encanta que haya nuevos estilos y que digan que es rock también. No hay problema. Eso iba a pasar y debe de haber pasado con nosotros cuando empezamos”, dice Juan Sebastián Gutiérrez, mejor conocido como Juanse, del otro lado del teléfono. El líder de los Ratones Paranoicos acaba de lanzar su nuevo álbum solista, 222 Biograma. Acompañado de una superbanda que integran algunos viejos compañeros de ruta (Pablo Memi [bajo] y Gabriel Carámbula [guitarra]) y de su mano derecha artística, Andrew Loog Oldham, primer manager de los Rolling Stones, plantó artillería pesada y sacó once canciones, de las cuales una le dedica a su hija Bárbara, otra a su perro Phanton y otra a Luis Alberto Spinetta.

El actual participante del reality MasterChef Celebrity 2 se despoja de todo y les ofrece sus canciones a los sentires. Si bien hay guitarras y las válvulas suben la temperatura, hay un manejo intimista en donde por un lado se desnudan ciertos costados de esperanza, y por el otro, tristezas innegables. “Mis ojos llenan de agua el mundo/ porque ya no tendrán tu voz/ Y voy en el camino a mi tristeza/ no queda nadie a quién pedir”, canta en la canción “Sin armadura” y no hace falta agregar nada. Sin duda, se ve que está atravesada por la partida del Flaco.

–Estás en la música desde hace mucho tiempo y recorriste cientos de escenarios. Sacar un disco en estas circunstancias y no poder tocarlo en vivo es algo inédito en tu vida. ¿Cómo se lleva o se trabaja una situación así?

–Es extraño todo. Estamos en un proceso que se inició hace mucho tiempo. El problema que tenemos es que no nos dieron ningún tipo de solución de nada. Y digo “no nos dieron”, porque trato de incluirme entre los que no tienen los medios que tenemos nosotros, los que tenemos más de veinte discos editados. Pero un artista que tiene tres o cuatro discos, que todavía la sigue peleando y está en un momento en el que su música y su público empieza a reaccionar frente a lo que hace… Por lo general la dinámica de llegada a la recepción lleva tiempo. El rocanrol es muy cuesta arriba. Hay mucho prejuicio.

–¿Qué tipos de prejuicios ves sobre el rock?

–Hay prejuicios de varios lados: desde los medios hasta un sector del público y de las compañías discográficas, que prácticamente se están transformando todas en plataformas. Pero también está el prejuicio de los que formamos parte de esto. El rock es un estilo, al que tengo bien diferenciado del rocanrol y del blues. Tenemos un estilo muy concreto en esto. Mientras estuvo Pappo y estuvieron las bandas que de alguna manera pudieron ejercer cierta influencia y presencia en los medios de comunicación (Ratones, Viejas Locas y dos o tres grupos más), la cosa andaba. El tema es que ahora hay un montón que dicen que hacen rocanrol, pero no lo hacen. Los grupos que hacen cumbia o que hacen cuarteto salen vestidos de rockers. Eso fue una explosión que se generó a partir de mediados de los 90. Antes, el que hacía rock hacía rock y salía con su imagen y con su sonido. Entonces la perspectiva es diferenciarnos desde el sonido y cómo presentamos lo que hacemos y cómo nos movemos dentro del medio. Tenemos que exigirnos para mantenernos vigentes y que genere una novedad.

–¿Tuviste que suspender muchos shows por la cuarentena?

–Levantamos nuestra gira europea, tenía tres shows pendientes con Ratones y tenía dos shows más solista. Mucho trabajo quedó colgado de un piolín. A mí me llamó mucho la atención estar esperando a ver si había alguna solución o se planteaba alguna alternativa, pero no ocurrió. Se les dio prioridad a otras cosas que no me parecen mal, pero siempre enfocados en relación a determinados personajes y estilos. Como dando por sentado que nosotros ya teníamos un nivel de autoabastecimiento. Es totalmente irracional. No podés dejar a toda una generación de músicos, que viven exclusivamente del contacto con el público, varada. Sin ningún tipo de respuesta.

–Respecto del prejuicio que mencionabas antes, con Ratones pasó algo así cuando arrancaron. Enseguida los compararon con los Rolling Stones.

–No teníamos nada que ver con ellos. Lo único que nos unía era que hacíamos rock & roll. Cuando nosotros empezamos a tocar rock & roll ni siquiera se escuchaba a los Stones acá. Tengo las cifras. Nunca vendieron más de cinco mil, quince mil unidades, y en la época de la venta de discos eso era algo absurdo. Sticky Fingers, todo el mundo habla de ese disco, y acá vendió 20 mil unidades en la época en que se vendían 100 mil, 200 mil discos de artistas populares como Palito Ortega, Favio o Serrat.

Juanse hace un parate en su respuesta y pregunta si se lo escucha.

“Estoy bastante alejado de analizar cómo se fue moviendo todo y cómo funciona la industria. Ya cambió todo. Ahora estoy muy contento con este disco que sacamos con Andrew. Funciona muy bien y es un disco que escucha todo el mundo porque es música. Gracias a Dios me siento bien de la voz y no veo la hora de poder salir de gira o de ensayar. Por lo menos ensayar.”

–Las canciones de este nuevo disco desnudan todo tipo de sensaciones. ¿Cómo trabajaste los conceptos de cada una?

–Es un misterio para mí. Nunca pensé que iba a terminar componiendo tanta cantidad de canciones y que tuvieran respuesta. Podés hacer doce mil canciones, pero si las escondés en un grabador y nadie las escucha, evidentemente las hiciste para vos. Yo las hice para poder vivir. Lo que hago, lo hago para vivir, pero compongo lo que a mí me gusta. Me encanta lo que está pasando con este disco y lo que pasó con el anterior (Stéreoma). Son dos discos que hice porque lo necesitaba.

–Suena a cantar para vivir.

–Exactamente, lo necesito. No es que lo estoy haciendo para que pegue, aunque uno siempre compone pensando en no defraudar a las personas que nos escuchan, pero es hacer con libertad. Cuando uno empieza a sentir la presión de que tiene que hacer un hit o como quieran llamarle, o es demagogo con las letras, tiene que retirarse.

–¿La muerte de Spinetta te dejó sin armadura, como decís en la canción?

–Totalmente. Tuve una relación muy profunda con Luis Alberto. A mí me dio todo cuando era chico. Nos empezamos a vincular a muy temprana edad por un amigo intermedio de la infancia. Lo que más recibí de él fue su admiración, que siempre defino como su inexplicable admiración hacia mi forma de ser, como yo admiré siempre la suya. Prácticamente nos unió coincidir en todas nuestras vivencias. Compartíamos todo. Hasta que no lo declaren inglés o estadounidense, no lo vamos a reconocer como el mejor artista que hubo en el siglo XX. Es el mejor poeta que tenemos en el mundo. Es el mejor, pero en serio. La música es ritmo, armonía y melodía, y él dominaba y creaba modos de armonías, ritmos y melodías. Y sobre eso, hay que hablar de que tenía una de las mejores voces. Un tipo que te podía grabar cualquier cosa en una sola toma. No necesitaba exagerar nada. El tipo iba y cantaba.

–¿Alguna vez sentiste que te traicionaste?

–No, gracias a Dios, no. No sé si por la fe o porque antes de tener mi conversión, algunas cosas me las dieron mis viejos. Mi viejo también era compositor y se fue con la de él. Nunca se fue para el lado del frente para ver si era bueno o era lindo. Lo peor que podés hacer como artista es traicionarte a vos mismo. Ahí te encontrás con la figura de Judas. Te estás dando un besito, pero te estás pasando para el otro lado. Me parece que no traicionarse es importante para todos. No solamente para los que hacemos música.

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