Urbanismo • LA METAMORFOSIS

La irrupción del coronavirus trajo el replanteo de hábitos y costumbres que de un momento a otro tuvieron que ser modificados. El vínculo con el lugar en el que vivimos cambió, tanto en relación con el entorno como con el propio hogar. Así como otras pandemias moldearon la evolución de la arquitectura a través de los años, lo mismo se puede esperar sobre el modo de pensar y construir en la era poscovid-19. Aunque lleve un tiempo verlo plasmado.


A principios del siglo XX, la tuberculosis fue el disparador para la arquitectura modernista, que buscó que sus construcciones favorecieran un ambiente sano: los proyectos de viviendas elevadas de Le Corbusier y la austeridad de Mies van der Rohe o Marcel Breuer apuntaban a eso, según X-Ray Architecture, libro que Beatriz Colomina, profesora de Princeton, publicó hace más de un año y hoy es de cita frecuente. Lo mismo sucedió en las ciudades: los sistemas de alcantarillados, las cloacas y las redes de agua potable, por ejemplo, fueron surcando la trama urbana en busca de una mejor calidad de vida para las personas.

“Entre los habitantes, la pandemia genera ‘miedo a la ciudad’, a todo lo que hace a su esencia: las relaciones entre personas, los espacios públicos, la cercanía social, los encuentros, el transporte público”, asegura Sebastián Lew, director del Programa de Ciudades del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), quien agrega: “Al mismo tiempo, la pandemia facilita y refuerza acuerdos sobre lo que hace a una ciudad saludable y sostenible. Se profundiza el regreso a un urbanismo centrado en las personas. En la pandemia, muchas ciudades avanzan en la transición hacia lugares más humanos, más amables con sus habitantes. Los cambios que nuestras ciudades necesitan en el largo plazo ahora se vuelven urgentes en el corto plazo”.

En el mundo, algunos cambios ya se vieron durante el primer año de pandemia. En la movilidad, por ejemplo: ante la prohibición o sugerencia de no usar el transporte público, según cada ciudad, creció el traslado en vehículos privados, pero también fueron extendidas las ciclovías. Algunas de las urbes que fueron en esa línea: Bruselas, Bogotá, París, Milán, la Ciudad de Buenos Aires –en 2020 sumó 17 kilómetros de carriles para ciclistas en las avenidas Corrientes y Córdoba– y Neuquén, que estrenó trece kilómetros. Por los beneficios de andar en dos ruedas, también hubo un boom en la venta de bicicletas.

El universo espacial del trabajo también se modificó, cambiando la oficina –o incluso espacios de coworking– por el teletrabajo instalado en casa. “Si bien el número de personas trabajando de forma remota ha ido creciendo gradualmente a través de los años, la pandemia, sin duda, aceleró la adopción de la modalidad de teletrabajo”, aseguran desde la Organización Mundial del Trabajo en su guía “Teletrabajo durante la pandemia y más allá”, publicada en julio de 2020. En ese documento, se explica que antes de la pandemia sólo una parte de la fuerza laboral global lo hacía de forma ocasional desde su casa: del 30 por ciento en Dinamarca, Países Bajos y Suecia al 10 por ciento o menos en República Checa, Grecia, Italia y Polonia, pasando por el 20 por ciento en los Estados Unidos. En la Argentina, el porcentaje era sólo del 1,6 por ciento (citando datos de la misma OIT de 2017). Según un estudio de Bumeran, en América latina el 67,3 por ciento de los encuestados no contaba con la posibilidad de trabajar de forma remota antes de la pandemia; el 36,5 por ciento de los argentinos aseguró estar haciendo home office, de acuerdo con un sondeo publicado en junio.

Manhattan registró un éxodo, sobre todo de jóvenes profesionales, tanto por la imposibilidad de afrontar sus gastos allí (al haber perdido sus empleos o ser suspendidos) como por el deseo de una vida más tranquila en otro sitio.

El cambio en la presencialidad laboral impactó en las zonas que antes tenían un alto tránsito de trabajadores: por poner un ejemplo, la cantidad de locales vacíos en la peatonal Florida se triplicó en febrero de 2021 en comparación con el mismo mes del año anterior, según la Cámara Argentina de Comercio (CAC). Las oficinas del microcentro porteño, Puerto Madero y zonas como Avenida del Libertador, autopista Panamericana y en torno al DOT registraron una vacancia del 15,9 por ciento en los últimos tres meses de 2020, el doble con respecto a un año antes, según datos de Colliers International.

En línea con eso, a nivel mundial surgió otro interés generalizado: la búsqueda de vivienda en las afueras, con más espacios verdes y menos aglomeraciones, pero manteniendo las facilidades de la vida urbana. O al menos, apareció el deseo de habitar una vivienda con un sector al aire libre: el 69,9 por ciento de los argentinos aseguró que la cuarentena le generó deseos de mudarse, según una encuesta que el sitio Zonaprop realizó entre sus usuarios; el 32,4 por ciento, por su parte, mencionó que en una nueva vivienda no puede faltar un balcón, terraza o patio, y un 19,9 por ciento planteó la necesidad de contar con jardín. En Europa en general, con el confinamiento llegó el éxodo de los sectores más pudientes a sus casas de veraneo en la costa o en la montaña, movimiento similar a lo que sucedió en Chicago, San Francisco o Nueva York. Manhattan registró un éxodo, sobre todo de jóvenes profesionales, tanto por la imposibilidad de afrontar sus gastos allí (al haber perdido sus empleos o ser suspendidos) como por el deseo de una vida más tranquila en otro sitio; más de 400 mil neoyorquinos –alrededor de un cinco por ciento de la población– dejaron la ciudad entre el 1º de marzo y el 1º de mayo de 2020, según reporta EFE, lo que también bajó el costo del m2 destinado a oficinas y dejó vacantes propiedades hasta principios de año ocupadas.

“Vemos una tendencia de irse hacia las afueras; al poder trabajar de forma remota, y buscando otro entorno, muchos eligen hacer un cambio. En las nuevas viviendas o las reformas que se realicen, los espacios de trabajo serán una necesidad básica. Como antes fue el playroom o el family, ahora será el escritorio, una pequeña oficina dentro de la casa. Y también se piensa en un lugar de trabajo para los chicos, que están muchas más horas en casa y también tomando clases a distancia. Los altillos, sectores de las plantas superiores o espacios en desuso encuentran un nuevo formato a partir de la necesidad”, cuenta el arquitecto Jorge Mazzinghi, socio de Mazzinghi-Sánchez. En la misma línea, según la consultora Youniversal, se detectaron tres tendencias durante el confinamiento en América latina: la compresión del espacio privado (usando cocinas y lavaderos como espacio laboral, por ejemplo); la creación de espacios de sanitización, con la primera parada de higiene al ingresar en la casa, y la búsqueda del aire libre y la revalorización de la naturaleza.

Iniciativas que ya estaban en marcha tomaron velocidad durante el último año, como la propuesta de las supermanzanas en Barcelona, que apunta a reducir la circulación de vehículos en determinados sectores para ganar metros cuadrados de espacio público y reducir la contaminación ambiental; o la “ciudad de los quince minutos”, concepto desarrollado por Carlos Moreno, director científico del área de Emprendimiento, Territorio e Innovación de la Universidad La Sorbona, quien asesoró a la alcaldesa de París para activar este modelo en la ciudad. En una charla TED, Moreno asegura que este modelo va “en la dirección opuesta al urbanismo moderno, un intento por llevar la vida urbana a una escala humana”. “Nuestra aceptación de las disfunciones e indignidades de las ciudades modernas ha llegado a un extremo. Tenemos que cambiar eso por el bien de la justicia, de nuestro bienestar y del medioambiente”, asegura. Siguiendo esa propuesta de proximidad, la Ciudad de Buenos Aires comenzó a evaluarlo para su presentación ante el C40, coalición de 97 ciudades del mundo que toman acciones concretas para lograr alcanzar a nivel local los objetivos del Acuerdo de París (en este caso, reducir las emisiones de CO2).

“La pandemia facilita y refuerza acuerdos sobre lo que hace a una ciudad saludable y sostenible. Se profundiza el regreso a un urbanismo centrado en las personas. Muchas ciudades avanzan en la transición hacia ciudades más humanas, más amables con sus habitantes.” (Sebastián Lew, director de Ciudades de Cippec)

En cuanto al diseño de bares y restaurantes, las modalidades que crecieron en los últimos meses deberán tenerse en cuenta en el largo plazo: “El crecimiento del delivery o take away nos obliga a repensar y rediseñar las áreas de producción para este sector, que toma superficie en las cocinas, los espacios de acopio y almacenamiento. Hasta ahora, solían rondar el 30 por ciento del total del local y deberán tomar más protagonismo, con soluciones específicas: revisar las circulaciones y también el espacio en el que se produce la entrega para dar respuesta eficiente a esta nueva forma de despacho. Esto traerá cambios a nivel arquitectónico también en las fachadas y la comunicación de imagen de marca”, asegura el arquitecto Leonardo Militello, socio titular de Hitzig Militello Arquitectos, estudio que tuvo un proyecto finalista en los Restaurant & Bar Design Awards. “La buena ventilación, idealmente cruzada, va a ser un punto clave en la valoración positiva de un espacio gastronómico. Grandes ventanales, conexión interior y exterior van a ser diferenciadores frente a establecimientos cerrados y oscuros. También habrá que analizar y volver a pensar las veredas”, dice.

Los meses transcurridos resultan un punto de partida para ver algunas soluciones rápidas surgidas en la emergencia y pensar otras que serán permanentes. Según Lew: “La pandemia nos lleva a revisar y mejorar la forma en que construimos ciudades. Es muy probable que la recuperación sea un momento de grandes transformaciones, que se verán reflejadas en los espacios en los que vivimos y trabajamos, en los sistemas de transporte, en la distribución del espacio de las calles entre autos y peatones, en el acceso a espacios verdes, entre otras. A futuro, las ciudades también buscarán mejorar la calidad de vida y reducir las desigualdades centro-periferia fomentando la proximidad”.

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