Esteban Lamothe • Busco mi destino

Surfeando entre la paternidad, la creación de su propia productora y sus primeras experiencias como director, el protagonista de El cuaderno de Tomy reflexiona sobre el camino recorrido y juega a adivinar lo que vendrá. Luces y sombras de un actor que navega entre el mainstream y el under con absoluta libertad.


Oriundo de Ameghino, provincia de Buenos Aires, Esteban Lamothe llegó hace tiempo a la ciudad para no irse más. Nunca perdió esa característica ajena a los porteños: la de agradecer, tomarse su tiempo para responder, escuchar, pensar y saber que las palabras son importantes, tanto como los roles que selecciona para su carrera. El camino que ha escogido es sinuoso, asociado a la fama instantánea de los brillos de la televisión y las propuestas masivas, pero también al esfuerzo y la pasión, depositados en proyectos independientes.

Alejado de los flashes y buceando en el arte independiente, Lamothe armó hace un tiempo una pequeña productora junto a Katia Szechtman, para desarticular todo aquello que se le imponía desde el establishment. Y no le ha ido nada mal. Sus cortometrajes El bosque y La zona caliente pasaron por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y por Sitges (Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya), continúa dirigiendo videos para 107 Faunos o Santiago Motorizado y organiza el inagotable Ruchofest, un festival de música que año tras año suma adeptos.

Dueño de un talento que en sus últimos trabajos florece por una contenida técnica, como en la reciente El cuaderno de Tomy, de Carlos Sorín, junto con Valeria Bertuccelli, el multifacético artista reparte sus horas entre deseos, lecturas, la paternidad, la música y mucho más. El Planeta Urbano dialogó con él para saber más de su vida y esos sueños que lo definen.

“Vos hacés mil películas, vas a Cannes y no pasa nada en la calle, hacés la misma vida que antes; cuando hacés tres capítulos en la tele es muy demente, puede hacerte daño y hay que estar plantado porque es un sacudón.”

–Volví a ver El bosque, tu corto, en donde explorás la otra cara de la fama con una idea sobre la exposición del actor más allá de sus trabajos concretos. ¿Cómo fue que se te ocurrió hacerlo, siendo que, además, seguramente como actor te ha tocado algo similar en algún momento?

–Yo tenía ganas de filmar hacía bastante, y cuando me hice famoso y comencé a ir a esos lugares donde hacés “presencia” me pasaron muchas cosas que tenían que ver con lo difícil que era y con cierto rechazo a esa especie de prostitución. Viví situaciones muy extremas yendo a boliches del interior a las cuatro de la mañana; lo hice bastante poco porque no me la banqué mucho, pero sí me parecía estética y dramáticamente muy bueno para contarlo. Y después tuve ganas de meter eso, tan hiperrealista y tan abrumador, con algo más fantasioso, de dimensiones, con un salto de eje en el tono y en el universo. Después hice otro corto, que estuvo en Sitges, que es medio “pariente” de este y a mí me gusta más.

–Y que tenés ganas de transformar en un largometraje.

–Sí, y ahora estoy por hacer otro corto, todo con audios de WhatsApp y con imágenes; audios con este tipo de situaciones, de boliches, de bolicheros, de personas que me contrataron para ir a un lugar. Me parece muy atractivo contar esa parte de un actor de la tele, tenía ganas de hacerlo.

–Además es parte de tu propio “rechazo” a esas reglas del juego; muchos conviven con eso, pero en tu caso no.

–Mi experiencia y mi punto de vista es que nada es ni malo del todo ni bueno del todo; todos somos distintos y transar o no transar con ciertas cosas que te propone la fama o que te imponen… Yo trato de ser flexible, porque, si no, no hubiera actuado en la tele. Vos hacés mil películas, vas a Cannes, hacés El estudiante, El 5 de Talleres o Villegas y no pasa nada en la calle, hacés la misma vida que antes; y cuando hacés tres capítulos en la tele es muy demente, puede hacerte daño y hay que estar plantado porque es un sacudón. He salido en cueros en la tapa de la revista Caras, por ejemplo, que es una revista que la consumo irónicamente, y en su momento había que promocionar una novela y lo hice.

–Es parte del juego.

–Claro. Y tampoco tenía nada de malo. Cuando lo hice, lo hice a fondo, y fui al gimnasio, y me puse ahí en cueros, y lo hice. No me lo pregunté mucho, porque si me preguntaba mucho tal vez no lo hacía; y si lo tengo que hacer de vuelta –espero que no, porque quiero que mi carrera vaya hacia otro lugar–, lo hago.

–El corto deja en evidencia tu postura y tu mirada, queda el testimonio.

–Claro, obvio, no omitir eso ni casarse con eso. Estar flex, como dicen los jóvenes. Los tiempos cambian, las cosas cambian y hay que tratar de interactuar con todos los materiales disponibles; y más los actores, que hace más de un año que estamos parados. Después, estéticamente lo que uno quiere hacer es otra cosa; mi manera de expresarme y manifestarme es con mis cortos, mis festivales de rock, ahora estoy editando un video que dirigí para 107 Faunos; esa es la manera más política de moverse: hacer las cosas que a vos te gustan.

–Estás rodeado de gente joven para mantenerte en acción.

–Sí, porque ahí hay muchas respuestas a los miedos que vamos adquiriendo; pero últimamente me pasa que espontáneamente me estoy conectando con gente más grande. Son etapas. El hecho de los festivales y la música, por default, me asocia con gente más joven; pero también estoy curioso de escuchar a mayores, a amigos de mi viejo.

“A mí la paternidad me cambió todo, me volví una persona más fuerte, más miedosa, más frágil; es contradictorio, pero la intensidad creció para todos lados.”

–¿Es importante armar equipos de gente con la que estás cómodo para trabajar y avanzar en proyectos personales?

–Sí, hay algo familiar que me gusta, como el hecho de que estén mi hijo y mi mejor amigo de toda la vida; y siempre trato de rodearme con gente con buena onda, que el amor sea correspondido. También sumé a gente re talentosa, por ejemplo dos directores de fotografía; es lindo tener un núcleo tuyo más duro de gente con la que conectás si te gusta filmar. A mí amigo le encanta, y a Luis, mi hijo, también; es otro vínculo con él, más allá de ser padre e hijo.

–Salen de la cotidianeidad del vínculo.

–Exactamente, salir de la cotidianeidad de casa, del día a día, ir a un set de filmación, hacer una escena, o mismo cuando escribo el guion le voy contando, y es un interlocutor perfecto para mí, me re sirve contarle, me sirve lo que me dice, cómo me escucha.

–¿Qué cosas descubriste sobre vos siendo padre? ¿Tenías ideas preconcebidas?

–No tenía y no sabía lo que era; y fue y es un sacudón muy grande, siento que soy muy padre en ese sentido y no sé si las generaciones anteriores de hombres –creo que no, por una cuestión de mandatos– les dedicaron tanto tiempo a sus hijos. A mí me cambió todo, me volví una persona más fuerte, más miedosa, más frágil; es contradictorio, pero la intensidad creció para todos lados. Nunca fui mucho de quedarme, pero por un hijo es todo con otra convicción. Hay un amor y una relación nueva, un tipo de amor que no conocía, y estoy deslumbrado y fascinado; quiero acompañarlo lo mejor posible, sin intervenir, pero si lo ves sufrir querés meterte. Es inatrapable la paternidad, es un acto de amor muy grande; entiendo que también hay gente que no conecta con sus hijos.

–Es una experiencia intransferible y personal. Tal vez antes ser padre era otra cosa, o eso y nada más.

–Exactamente, incluso en mi generación. Mis padres se separaron cuando yo tenía cinco años, en el año 82 u 83, y no se separaba mucha gente, y los nenes se quedaban con la madre, ni se preguntaba eso. Tal vez en Buenos Aires se vivía distinto; yo me crie en un pueblo y no había una charla sobre a ver quién se quedaba con los hijos: los hijos se quedaban con la madre. Y esto lo digo también porque yo soy un padre separado, pero la mitad de los días Luis duerme conmigo, y el resto, con la mamá; la famosa tenencia compartida. Esto no existía antes y yo festejo eso, porque mi generación y las que vienen debajo tienen la posibilidad de cuidar a sus hijos, de criarlos, de darles de comer, de que las mujeres salgan más rápido de las casas a trabajar y vivir sus vidas, y es fascinante, pero no sólo por la liberación de las mujeres en ese sentido sino porque el hombre pudo conectarse y ser padre, finalmente.

–¿Qué buscás con Bufanda Records, la productora que tenés con Katia Szechtman?

–Con ella hicimos el video de 107 Faunos, El ataque suave, que para mí además es el disco del año, es fascinante, y dirigí el videoclip con una estructura y una manera de filmar más sencilla y barata. Bufanda Records es eso. Después, Katia dirigió unos videos de trap y reggaetón y otro de Maximiliano Calvo, y yo voy a dirigir un especial de Santiago Motorizado: él cantando en diferentes decorados, como un plano secuencia. Mis cortos los hicimos también con Bufanda, y el largo que estoy escribiendo y tenemos ganas de seguir es una búsqueda estética.

–¿Es el lugar en el que te expresás más allá de aquello que hagas en la industria?

–Claro, más allá de que yo haga una película, una obra de teatro o una novela, es el espacio que tengo para expresarme con otra gente que admiro y está en la misma.

–Aparte de las propias aspiraciones, ¿qué te pasa internamente cuando aquello que querés y hacés con tantas ganas no tiene relevancia hacia afuera?

–No me lo cuestiono, el deseo mío es una cosa y lo que hago comercialmente es otra cosa, más allá de algo que pueda cambiar; y me parece que igual el cine de autor ha ganado más espacios y uno puede acceder de una manera fácil. Lo otro es algo cultural de años, el hecho de que un programa de televisión, sea buenísimo, pedorro o choto, siempre va a tener más repercusión y lo va a ver más gente es porque hay algo social ahí: la gente mira televisión, todos miran televisión. Ojalá la gente empiece a ver cada vez más cine, y otros contenidos estén más al alcance de las personas, no sólo las novelas. Igual creo que con internet bastante se ha empatado; cuando era chico y quería ver una película de Cassavettes o de los hermanos Coen, las tenía en VHS: Fargo, Laberinto. Películas muy buenas que venían de regalo en una revista de entretenimiento, era un cruce re bueno.

–Cine, música o libros, ¿de cuál podrías prescindir?

–Qué difícil. El cine. Es triste dejarlo afuera, pero hay que elegir.

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