GET Cannabis • PENSAR EN VERDE
En una innovadora iniciativa, docentes, egresados y estudiantes de la Facultad de Agronomía de la UBA se unieron de manera horizontal para trabajar en el estudio de esta planta con propiedades sorprendentes y desconocidas para gran parte de la población.

Con el fin de estudiar los beneficios múltiples de la planta de cáñamo, o Cannabis sativa, nació el GET Cannabis (Grupo de Estudio y Trabajo) que es el resultado de la unión de distintas historias y voluntades. El colectivo surgió el año pasado, cuando un pequeño grupo de la Tecnicatura de Producción Vegetal Orgánica (TPVO) interesado en la especie, se juntaba en los descansos a charlar sobre cultivos y extracción, buscando la forma de encontrar un espacio dentro de la Facultad de Agronomía donde poder investigar formalmente y trabajar interdisciplinariamente.
En esa búsqueda, encontraron apoyos diversos y así llegaron al ingeniero agrónomo y docente Daniel Sorlino, quien fue, justamente, el impulsor de la figura del GET allá por el año 2011. En el comienzo era un grupo de apenas seis personas, y la huerta de TPVO les cedió un espacio. “Pedimos hacerlo legitimamente, sin imponer nada a nadie, porque esta planta siempre tiene tabúes”, dice Eric Turiansky, uno de los integrantes, durante una conversación con El Planeta Urbano, y tres integrantes más del GET: el mencionado Daniel Sorlino, Cecilia García Sampedro y Rodrigo Ezequiel Maltz. “Todos los que teníamos intereses en el cannabis dentro de la Facultad estábamos sueltos –cuenta Turiansky–. A medida que nos fuimos juntando, se fueron acercando muchos. Ahora somos unos setenta, y hay más gente queriendo ingresar”.
El espíritu del GET
¿Qué es lo que buscan estos docentes, egresados y estudiantes agrupados? Sorlino especifica que se trabaja en pos de la difusión “seria” de que aquello que salga del grupo como información tenga rigor científico. “Una cita que se haya revisado y puesto bajo la lupa en un debate de ideas”, ejemplifica. Igual que sucede con los artículos científicos, que se someten a juzgamiento de los pares, para dilucidar si la información es o no válida. “El espíritu es el de chequear la información, que no salga simplemente porque alguien vio algo por Internet y copia y pega –se extiende Sorlino–. Buscamos algo de rigor, aspiramos a realizar investigaciones, y como somos muchos, con diferentes afinidades, podemos abarcar diferentes disciplinas dentro del cannabis. Habrá quien esté interesado en su ecofisiología, en el manejo del cultivo indoor, en el manejo del cultivo a campo, en la producción de resina medicinal, de fibras de tallo o de harina proteica de las semillas. O también, en cuestiones sociológicas, políticas, económicas, analizadas con visión agronómica. El denominador común es Cannabis sativa”.
Entre los intereses e interesados hay, por ejemplo, casos como un profesional recién recibido de la cátedra de Sociología Rural que quiere estudiar los aspectos sociológicos o un licenciado en Administración y Economía Agraria al que le atrae la cuestión económica alrededor del cannabis.
Se trata del estudio específico en cuestiones agronómicas, un trabajo que puede llevar de la producción primaria al tratamiento post cosecha y el transporte. “Ahí ya es la tarea de otros”, aclaran. “No investigamos sobre extracciones ni usos terapéuticos. En todo caso podemos articular con otros grupos de investigación”, coinciden.
Una particularidad del GET es que no existen antecedentes de otros grupos de investigación universitarios en los que se trabaje horizontalmente. En general, este tipo de estudios universitarios tienden a ser piramidales, con un profesor que lidera. “Buscamos algo interactivo, discutir las cosas, ponernos de acuerdo”, especifica Sorlino.

Sentar las bases
¿Puede el GET sentar precedentes para una nueva ley, o para incluir reglamentaciones a la que ya está en vigencia? ¿Es la academia una manera de visibilizar sus atributos? ¿De alejar tabúes?
Sorlino cree que sí. “Suele suceder que, en la medida en que instituciones con miradas serias traten un tema, se genera un respeto por la metodología científica de las cosas. Ante el desconocimiento, la gente deposita su fe en quienes desde la academia están tratando de generar conocimiento e información”. Cecilia García Sampedro cree que la Ley 27350 de uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados necesita modificaciones, ya que deja la investigación exclusivamente en manos del INTA y el Conicet. “Hay un mundo universitario que no está contemplado en la ley actual y que tendría que estarlo”, reclama. Actualmente, las investigaciones se amparan en esta ley, que es la única que avala la investigación. Mientras tanto, se espera por una nueva reglamentación, que incorporaría otras instituciones.
Al mismo tiempo, desde el GET creen que haría falta una nueva ley. Pero son conscientes de que esa jugada requiere de la aprobación de ambas cámaras, y ese mecanismo tiene sus tiempos. Entonces, la solución de coyuntura es la de reglamentar distintos artículos de la ley que rige hoy en día. “Incorporar lo que se pueda, que la reglamentación ampare lo que se pueda amparar. Y lo que no se pueda, se incluirá en una nueva ley", sugiere García Sampedro.
“Ojalá que pueda ser un un órgano de consulta para el desarrollo de futuras leyes”, anhela Turiansky. Y de hecho, el 15 de octubre se presentó en la Cámara de Diputados un proyecto impulsado por la diputada Mara Brawer (FdT) que busca impulsar el uso de cáñamo industrial. El objetivo es generar las condiciones para que se desarrollen diferentes proyectos productivos, tanto estatales como privados. Así, se habilitaría el cultivo, cosecha, almacenamiento, transporte, industrialización y comercialización de las semillas de cáñamo y de las diferentes partes de la planta y sus extractos. Y fue justamente Sorlino, uno de los asesores. Entonces, en ese sentido, el GET ya estaría funcionando como un órgano de consulta.
El cáñamo industrial es del mismo género y especie que el Cannabis sativa, pero tiene otros usos menos conocidos a los que estamos acostumbrados. La versatilidad de esta planta hace que las semillas se puedan extraer y obtener aceites fijos como el aceite de cocina, aceite comestible, de uso nutracéutico. Con el remanente se produce harina proteica que puede usarse para alimentación animal y humana, sin cannabinoides, pero que en Europa ya se comercializa. También, se pueden usar para productos textiles y hasta reemplazar la fibra de vidrio con fibra de cáñamo. Además, se pueden fabricar paneles para autos, computadoras, celulares y hasta tablas de surf. También se pueden hacer ladrillos de cáñamo para la construcción y pulpa para papel. “Se usa cada vez más, pero necesitás un marco regulatorio para acceder a estas materias primas”, advierte Turiansky.
La prohibición
Durante siglos, el cannabis se usó sin ninguna prohibición, ya sea medicinalmente como recreativamente e industrialmente. Sin embargo, del siglo pasado para acá sufrió una demonización y consecuente prohibición. “El origen de la prohibición fue claramente comercial –opina García Sampedro–. A algunos no le convino y se incluyó en la lista de drogas peligrosas, y con ese rótulo se llegó hasta nuestro días. Pero aun siendo ilegal, se fueron conociendo sus beneficios y hay gente que la va aplicando de hecho”.
Sorlino cree que la demonización vino, en parte, con el movimiento hippie, que derivó en algo reaccionario. “El hecho de no entender el porqué hace falta una sustancia para estar mejor, genera temor en quienes no lo entienden o lo asocian con drogas más pesadas y ahí se genera una prohibición. Generada la prohibición, los mismos funcionarios tienen miedo de ser cómplices de algo presuntamente ilegal y se forma una bola de nieve que la hace prohibir por las dudas. Se generan situaciones extremas como encontrar una persona con una planta en el fondo de la casa y generarle un problema legal”.
Turiansky coincide, y agrega que de un siglo para atrás, el cannabis fue una de las cinco plantas más importantes en la historia de la humanidad. “No hubiese existido la navegación, y no solo por las velas, sino que las cuerdas, la impermeabilización y hasta las lámparas de aceite. También los usaban las lonas que cubrían las carretas para colonizar el Lejano Oeste en los Estados Unidos. Hay antecedentes de su uso hace miles de años. Aparece en la farmacopea china hace 5700 años, y acompaña a la humanidad hace muchísimo. Esta interacción entre la planta y el ser humano tal vez pueda hablar de un tipo de coevolución entre las especies. Desde el punto de vista de la salud parece una planta diseñada para mejorar la calidad de vida del ser humano”.
No existen antecedentes de otros grupos de investigación universitarios en los que se trabaje horizontalmente. En general, este tipo de estudios universitarios tienden a ser piramidales, con un profesor que lidera.

Que sea ley
La diputada nacional Carolina Gaillard (FdT) presentó recientemente un proyecto de ley para la Regulación del Cannabis para la Salud, en el que se busca generar un marco legal para el acceso al cannabis y garantizar el derecho al autocultivo, el cultivo solidario, los clubes de cultivo y el cultivo con fines productivos. El Instituto de Regulación del Cannabis sería un organismo descentralizado dependiente del Ministerio de Producción de la Nación y se ocuparía de un sistema único de licencias para autorizar desde el cultivo personal y colectivo al comercial y la exportación de cannabis. También garantizaría la producción y provisión de semillas, creando un banco de semillas en coordinación con el Instituto Nacional de Semillas (INASE). El proyecto hace hincapié en la importancia de promover un marco legal que contemple tanto a las personas que usan y cultivan cannabis como el desarrollo de una industria nacional. Las personas podrían tener sus propias plantas, cultivar con otras personas o recibir la ayuda de otra persona que cultiva, al mismo tiempo se buscaría promover proyectos productivos que privilegien a pequeños y medianos productores, y permitirles a las provincias tener sus propios planes en el marco de una ley común. En la redacción de la ley trabajaron con Mamá Cultiva, con la Red Argentina de Cannabis Medicinal (RACME) -conformada por científicos del CONICET- y con La Cámara Argentina del cannabis (ARGENCANN).