MARTÍN GARABAL · EL CIUDADANO ILUSTRA

A sus 36 años, el comediante, guionista, dibujante, conductor de radio e influencer anda más en foco que nunca: disfruta su trabajo, es consciente de sus privilegios artísticos y se encontró como adulto.


Martín Garabal prende la cámara de su celular, se peina y pide permiso para ir al baño. Y estas mismas acciones, llevadas adelante por cualquier otra persona, podrían ser simplemente un acto natural, pero con Garabal parecen un acto performático: es gracioso peinándose y pidiendo ir al baño.

“Siempre me interesó ser conocido por mi laburo”, dice. Este año, la vida lo puso una vez más al frente de Últimos cartuchos, el programa que conduce junto a Migue Granados y es un éxito en Vorterix (¡e internet!). Además, está llevando adelante acciones para marcas de primer nivel y posproduciendo la tercera temporada de Famoso, una de sus series. “Me interesa ser conocido por lo que hago, que a la gente le gusten mis cosas”, insiste, mientras emprolija su cabellera.

En Famoso, el proyecto que lo catapultó a la fama, su personaje homónimo busca la popularidad a través de entrevistas “sin concesiones”. Ahí se cruzó con Vicentico, Esteban Lamothe, Martín Piroyansky, Lali Espósito y Ricardo y el Chino Darín, entre otros. “La lógica de esta temporada es similar: mi personaje usa las entrevistas como excusa para filmar lo que él cree que es una película y quiere convencer a los actores de que participen. Serán ocho entrevistas y un cortometraje. La historia se basa en si lo logra o no”, explica.

Por caso, Famoso es de esas series que resisten maratón. A lo largo de sus temporadas se ve una especie de rise and fall de un personaje incómodo, que se yergue entre la intimidad de The Office y su diálogo con la cuarta pared y la matriz sinvergüenza de Sacha Baron Cohen en Borat. “La idea es ver qué pasó con este pibe en estos años, que dijo que después de entrevistar a Darín se retiraba”, completa.

Mientras tanto, Garabal sueña con armar su propio programa de entrevistas. Consumidor audiovisual omnívoro (por estos días está revisando clásicos estadounidenses de los 70 a los 2000), flashea con hacer una especie de roundtable como las de The Hollywood Reporter bajo algunas temáticas específicas y personajes singulares: animadores, youtubers, humoristas, músicos y demás. “El género entrevista me vuelve loco. Me gusta escuchar y aprender de la gente que sabe mucho sobre algo, no importa qué”, desliza.

Como a mucha gente, el encierro lo invitó a la búsqueda formativa. A consumir contenidos nutritivos, a ver para aprender. “En mi caso, hay un par de canales de YouTube de análisis de cine que me gustan mucho. Hay uno de un chabón que se llama Tomás García, que debutó como youtuber a los 40 años y está buenísimo. Lo que hace es explicar conceptos sobre animación, realidad aumentada, inteligencia artificial; me recontraceba. Me gustan los canales que tienen una función social piola. Los que bajan data para ser mejores consumidores y dan herramientas para separar la paja del trigo.”

Multitasking desde siempre, Garabal está escribiendo vía Zoom un guion para una serie de comedia, junto a Santiago Korovsky, Ignacio Sánchez Mestre y Flor Percia. Asimismo, parte de su actividad profesional se mueve gracias a lo que llama “el mundo influencer”. De sus labios: “El contenido medio efímero que paga las cuentas”. Después de un largo tiempo involucrado en el mundo autogestivo (de editar sus propios libros de ilustración, de producir sus propias series), ahora celebra las estructuras más grandes: “Está bueno poder relajar un poco, delegar, ponerme al servicio de los proyectos”.

Desde 2006, con Grandes éxitos, su primer trabajo editorial en colaboración con su amigo Ariel Martínez Herrera, Garabal venía moviendo todo a pulmón. Después llegaron las series en formato hogareño (Famoso y Cúmulo y Nimbo), proyectos que, más allá del resultado artístico, siempre iban a pérdida. De hecho, el punto de estabilidad en su carrera se lo dio la radio: tras su experiencia underground con Estreno mundial, la vuelta de Últimos cartuchos a la radio mainstream le dio una cierta tranquilidad.

“Siempre me pasaba que yo tenía que traccionar público a mis proyectos. Últimos cartuchos se mueve solo, independientemente de nuestra difusión. No tengo que estar diciendo ‘mírenlo, mírenlo’”, comenta. Hoy por hoy, el canal de YouTube del programa explota de views, viraliza anécdotas de famosos (desde la vez que Piñón Fijo persiguió a unos ladrones vestido de payaso hasta la confesión de Abel Pintos de desconocer cómo se hace una fatality en el Mortal Kombat) e instaló su propio lenguaje: “Libi, kinga, UT UTUT”.

Después de dos temporadas en Blue 100.7 (y de un final tan inesperado como intempestivo), la plataforma de Vorterix le dio certidumbre profesional: “Le sumó una estética, un formato nuevo. Y se generó una situación de doble ganancia, tanto para la radio como para nosotros. El programa se instaló muchísimo y crece todos los días”, revuelve.

"El género entrevista me vuelve loco. Me gusta escuchar y aprender de la gente que sabe mucho sobre algo, no importa qué."

Espíritu lúdico, energía transparente: en su éxito, el boca a boca resultó crucial. De hecho, la maquinaria de Últimos cartuchos funciona, principalmente, por su sinceridad y horizontalidad. Lo explica Garabal: “No se puede planificar mucho eso. Algo de lo que hicimos les tocó una fibra a varias personas en simultáneo. Es la necesidad de divertirse un poco, de jugar y de pertenecer a una comunidad. El programa interpela desde ese lugar. Se nota que Migue y yo somos personas muy diferentes, que vamos formando nuestra opinión en vivo, y esa honestidad intelectual es agradecida”.

Y en las mil ventanas abiertas de su cabeza, el sueño de filmar su propia película, anhelo que lo persigue desde joven. Sin embargo, Garabal sabe que no es fácil: “¿Quiénes producen con guita? Son siempre los mismos. Las historias son las mismas y eso se ve cuando aparece algo que llama medianamente la atención. Por ese motivo, la misma vara de crítica que tengo para darme cuenta de que algunas películas son malas, la uso para medirme a mí. Por ahí, el día que hago una película es una basura, pero voy a tratar de que sea buena”.

A la sazón, desde hace tiempo que sus conocidos y seguidores le dicen: “Vos tenés que hacer un late night”. No obstante, él sabe que es difícil y, de hecho, se permite una reflexión: “Cuando hice Famoso, medio que se me bajó bastante la ansiedad. A veces te vas a dormir y te imaginás haciendo una serie en los Estados Unidos o un programa en Adult Swim, pero cuando viajás por turismo te das cuenta de que hay tanta gente muy formada para hacer eso que terminás diciendo… ¡qué sé yo!”.

Y sigue: “Mi objetivo real es trabajar de lo que me gusta. Quiero disfrutarlo, a veces más. Me pasa que por momentos me encuentro enajenado y me digo: ‘Esto es para disfrutar’. El día a día me va llevando. Sé bien que tengo que ser bueno y disfrutarlo. No puedo delinear demasiado. Nunca funciona así. No sé a quién le funciona así, pero a mí no”.

"Creo que estamos muy acostumbrados al relato del éxito. Nos están vendiendo una alegría azucarada que hace que todo el mundo se sienta mal."

Sobre su humor, que traza una fina línea entre lo delirante y lo brillante, entre lo ambiguo y la emoción superpuesta, Garabal planta una distancia: ya no quiere mostrarse melancólico. Durante un tiempo, su gracia tenía un grado de tristeza, de hastío cotidiano, pero nunca jugó a la depresión. Por eso, tomó una decisión: “Este año dejé de hacerlo. Ahora tiro data más luminosa. Me pasó que, en un par de charlas, me preguntaron: ‘¿Cómo superaste la depresión?’. Y yo no sufrí depresión, la gente toma al bajón como una patología”. Y concluye: “Creo que estamos muy acostumbrados al relato del éxito. Nos están vendiendo una alegría azucarada que hace que todo el mundo se sienta mal”.

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