NUEVAS FORMAS DE HABITAR

La Pandemia cambió, literalmente, la manera en que vivimos. Más metros, más ambientes, más confort y nuevos espacios verdes cobran fuerza a la hora de elegir un hogar en esta nueva era.


En el artículo "Cómo las pandemias modificaron la arquitectura y qué cambiará en nuestras ciudades después del covid-19" publicado recientemente en el sitio de la BBC News, se explica cómo la teoría miasmática vino a cambiar la forma de habitar nuestros espacios. Esta creencia afirmaba que las enfermedades provenían del aire tóxico (miasma), pues contenía partículas de materia en descomposición suspendidas que producían un vapor viciado, con su consecuente dolencia.

Así surgieron, con las pestes, las primeras calles adoquinadas, las primeras casas con baldosas o los picaportes de bronce (considerado antiséptico para le época) en las puertas. También, se inventaron los placares para evitar el polvo en la ropa y la manera en que vivimos dio un salto inesperado.

Todo por la peste.

La periodista Dalia Ventura, autora del ensayo, indaga en el origen de ítems tan incorporados en nuestra vida cotidiana que jamás imaginamos que partían de situaciones relacionadas con la salud: “Ahora que pasas más tiempo en casa, mira a tu alrededor. ¿Tienes clósets en el cuarto, baldosas y azulejos en el baño y la cocina y agua corriente que, tras usarla, desaparece como por arte de magia? ¿Sabías que todo eso es así en gran medida debido a una u otra epidemia?”, lanza. Así como un placard, un piso o un mueble de cocina surgieron como necesidades sanitarias ante una gran Pandemia, el huracán provocado por el Covid 19 comienza a dejar arraigados cambios culturales y arquitectónicos en la manera en que habitamos nuestros hogares. ¿Concebimos hoy la vida sin ambientes separados para desarrollar diferentes tareas dentro de casa? ¿Valoramos más que nunca tener muebles confortables? ¿Nos hemos hecho adictos a  las plataformas de contenidos on demand en nuestras múltiples pantallas?  ¿Deseamos, hoy más que nunca, un pequeño balcón o espacio verde para ver crecer a nuestras plantas?

Las clases medias urbanas del mundo entero vieron quebradas sus costumbres cotidianas a causa de la Pandemia, y el plano arquitectónico e inmobiliario no fue ajeno a este huracán. La importancia del lugar donde vivimos modificó de manera tajante el mapa de costumbres y valores de los sitios que habitamos. Los operadores de Real State coinciden en una serie de cambios definitivos que vinieron a romper el mercado: la ubicación ya no es tan determinante como antes, y vivir en un mono ambiente en la mejor zona de la ciudad, con acceso a los cafés de moda, al gimnasio al que todos quieren ir o a buenas tiendas de ropa es un valor que parece estar en baja. Hasta hace seis meses, todo tenía que ver con la ubicación. “It´s all about location”, aseguraban los expertos en tendencias, avivando la idea de cobrar cientos de miles de dólares por un studio de treinta metros cuadrados en el Meatpack District de Manhattan o a pocas cuadras del Soho londinense. Esta locura de precios, una burbuja inmobiliaria que se desparramó por el mundo entero conforme avanzaba la globalización y los consumos culturales se unificaban en estereotipos de ciudadanos fashionistas y exitosos que vivían a pleno las bondades de una ciudad puertas afuera, hoy se desvanece cuando la Pandemia nos obliga a evitar las aglomeraciones, los espacios cerrados, los lugares comunes y la vida compartida. El modelo que dominaba la rutina urbana hasta fines del año pasado consistía en pasar de ocho a diez horas en la oficina, de ahí meterse en un gimnasio, pasar por casa para bañarnos y cambiarnos y seguir viaje a una salida con amigos en el último restaurante de moda de la ciudad, en una cata de vinos, un after office o cualquier evento en galerías de arte, centros de exposiciones o lo que sea que junte gente, que nos muestre uno al lado del otro. Hoy, con la exhibición atravesada por las redes sociales en una pantalla de celular y la imposibilidad de reunirse en manada, el habitante promedio de una ciudad cosmopolita replanteó sus creencias acerca del espacio que desea habitar. ¿Para qué queremos un lugar pequeño con acceso a todo si todo está cerrado? ¿Por qué necesitamos estar cerca del trabajo o del subte si ahora podemos hacer home office? ¿No resulta más atractivo tener un poco de sol, más metros cuadrados o una casa mejor equipada en términos mobiliarios y tecnológicos que un monoambiente prácticamente sin cocina “en la zona más cool de Palermo Hollywood”?

 “Por primera vez, de manera bastante global, estamos experimentando una nueva visión de nuestra esfera doméstica, que se ha tenido que volver nuestro gimnasio, la escuela de los niños, nuestro lugar de trabajo, nuestra área de reflexión y meditación y el espacio en el que tenemos que interactuar con los amigos”.

“No soporto más cocinar y que se llene la casa de humo, o ver los platos sucios desde el sillón”, dice mi amiga Andrea, una ejecutiva de marketing que ansía encontrar un nuevo departamento con cocina grande y separada, pues ahora casi todas sus comidas ocurren puertas adentro, una situación impensada antes de la odiada nueva normalidad. “Me mudo a Pilar porque necesito verde”, me confesó Carolina, mi psicóloga, que comenzó a atender a sus pacientes en línea a causa de la Pandemia y hoy ninguno quiere volver a las sesiones presenciales. “¿Para qué voy a mantener el consultorio cerca de mi departamento de Barrio Norte si puedo unir todo en una casa con jardín?”, reflexiona.

En un contexto como este, las demandas cambiaron de manera drástica, al punto de modificar el modelo de construcción de grandes proyectos edilicios que priorizaban la vida urbana en pocos metros bajo el lema Vivamos a pleno la ciudad. “La gente hoy quiere balcones, ambientes separados, ver el sol, que corra el aire, tener una pequeña oficina con excelente conectividad”, asegura el emprendedor inmobiliario Dario Rizzo.

La creación de espacios propios es otro de los requerimientos fundamentales en este nuevo escenario doméstico. Tener un rincón para hacer yoga o meditar antes era impensado y hoy puede parecernos completamente normal. La venta de mats o colchonetas de Yoga se incrementó en un 80% durante la Pandemia, mientras que el uso de bandas elásticas, pesas y todo tipo de artículos para hacer ejercicio en casa subió de manera exponencial, haciendo urgente la necesidad de tener un tercer ambiente que funcione tanto para home officce como para escaparnos a nuestra rutina de ejercicio o cuidado personal.

Jakob Brandtberg Knudsen trabaja en la Real Academia de Bellas Artes de Dinamarca y es dueño de una firma de arquitectos que puso en marcha la creación de casas de cristal rodeadas de verde como parte de un experimento para evaluar la evolución de niños criados en ese tipo de ambientes. Los resultados para la salud, asegura, serán notables dentro de veinte años. El arquitecto señala en el artículo antes citado de la BBC que “el coronavirus cambió el concepto de privacidad”, planteando nuevas necesidades en el esquema edilicio de las ciudades. “Por primera vez, de manera bastante global, estamos experimentando una nueva visión de nuestra esfera doméstica, que se ha tenido que volver nuestro gimnasio, la escuela de los niños, nuestro lugar de trabajo, nuestra área de reflexión y meditación y el espacio en el que tenemos que interactuar con los amigos”, explica, y concluye: "hasta que se logre encontrar un remedio a una epidemia, la única cura que existe es la arquitectura”.

La decoración y el diseño de interiores es otro de los booms edilicios que explotaron durante la Pandemia. El encierro, sumado al auge a veces obsesivo de la perfección instagramera, hizo que mucha gente quisiera decorar su casa como en una foto de Pinterest. Las cuentas de decoración sumaron seguidores de manera exponencial, las casas de muebles o revestimientos fueron de las industrias menos afectadas por la crisis económica mundial, e incluso las tiendas de plantas, los jardines verticales y las huertas en casa se convirtieron en otro de los objetos preciados en redes sociales -y en facturación-, desplazando a la moda o los restaurantes como bienes fundamentales de consumo. Algo similar ocurrió con la el boom de la gastronomía indoors: hoy queremos comprar mejores cafeteras y hacernos en casa ese latte que tanto nos gusta, como si fuéramos un barista. Ansiamos tener el mejor horno para seguir las recetas de nuestro youtuber de cocina preferido, queremos mejores vasos, platos, tazas más lindas, poner manteles y velas en una mesa a la que antes, en el apuro de la vida ocurriendo en las calles, no le dábamos importancia.

El streaming como centro de nuestro entretenimiento es otro de los fenómenos post Pandemia que vino a modificar el lugar en que vivimos. Con las plataformas de contenido como protagonistas absolutas de nuestra rutina, las nuevas viviendas priorizan los playrooms para los más afortunados y alientan la creación de un espacio de tv o gaming para los que solo disponemos de un living estándar. Una pantalla gigante y un buen sillón se convirtieron en objetos de culto frente a distribuciones de livings antes pensados para recibir gente, para que entren muchos invitados en un mismo ambiente o con muebles incómodos.

Nadie puede saber, al menos por ahora, ni cuál será la evolución exacta de la Pandemia ni si algún día volveremos a hacer todo lo que hacíamos. Lo que está claro es que el nuevo escenario cambió nuestros hábitos y valores con costumbres y necesidades que, muy posiblemente, llegaron para quedarse.

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