Kórsafn · EL CANTO DE LOS CIELOS

Con inspiración climatológica y la inversión de un grande de la tecnología, la vanguardista Björk compuso música asistida por inteligencia artificial para el lobby de un hotel neoyorquino.


El detalle, que no es ningún detalle, por tanto no se escapa nunca, es que las máquinas no son creativas. O, al menos, no lo son en el sentido más estricto del término. Y la verdad es que, de fondo, existen pocos motivos para creer que puedan llegar a serlo algún día. Sin embargo, aquello no impidió que la inteligencia artificial (IA), en sintonía con un gigante tecnológico como Microsoft, con el dinero de una cadena hotelera neoyorquina y de la mano de una artista marciana como Björk, pueda desarrollar una banda sonora peculiar. Unos sonidos que interpretan el cielo, una inteligencia que ve, lee y devuelve música.

En este experimento, la islandesa Björk compuso música asistida por inteligencia artificial para el lobby del Sister City, un hotel boutique de Manhattan. Bautizado “Kórsafn”, este proyecto utiliza tecnología de Microsoft para crear una selección de arreglos corales. Y, por caso, la obra tiene un antecedente inmediato: en 2019, Björk ya había asomado con un trip similar, emplazándose en el mismo hotel, aunque con la ayuda de la compositora estadounidense Julianna Barwick.

“Lo que hicieron fue hacer secuencias musicales que respondían a imágenes. Básicamente, miraban el cielo y, a través de unos algoritmos de reconocimiento, detectaban distintas cuestiones, como el paso de los pájaros, el cambio de las nubes o si oscurecía o amanecía”, explica Valentín Muro, especialista en inteligencia artificial.

A la sazón, esta colaboración nació el año pasado, cuando Björk, el Hamrahlid Choir y su directora, Thorgerdur Ingólfsdóttir, se hospedaron en el petitero Sister City durante un mes. Así, el cielo de la ciudad de los rascacielos terminó poniéndole música al hall del hotel. En rigor, a partir de una cámara situada en la terraza del lugar, capaz de detectar e interpretar todo lo que ocurre en el cielo, se generan arreglos corales que provienen de los archivos que la propia Björk trabajó. “Se puede entender que lo que está haciendo la computadora cuando ‘mira’ el cielo y genera una secuencia musical es, de algún modo, componer una pieza”, sugiere Muro. Pero, claro: este no es el modo en el que entendemos la composición de la creativa humana.

No obstante, desde aquí, una duda: ¿la IA reemplazará en algún momento la capacidad artística del hombre? “La inteligencia artificial puede componer desde patrones musicales hasta obras de literatura o poesía. De hecho, lo que hace es estudiar de qué manera están hechas esas composiciones para luego replicarlas. Y a veces lo hacen de formas que aparentan ser creativas. Lo que pasa en Kórsafn no es lo mismo que sucede en la mente humana cuando se está creando una obra”, explica Muro. Y el dilema tiene una aproximación profunda: “No tenemos ningún motivo para pensar que una máquina tenga intenciones, siendo estas cruciales al arte. Esa sería una diferencia fundamental”.

Como en el lobby del hotel, constantemente estamos interactuando con algoritmos de inteligencia artificial que resuelven cuestiones de la vida cotidiana, sólo que no nos damos cuenta. Por eso, de pronto, se advierte que delirios como Kórsafn expanden y ensanchan el último renacer de la industria de la IA: ahora pueden hacerse un montón de cosas que antes no se podían. ¿Por qué? Porque la capacidad de las computadoras es mayor que nunca y porque tienen un bajo costo de desarrollo.

Entonces, ante este nuevo escenario, grandes de la tecnología, como Microsoft, Google, Facebook o Apple, están desenvolviendo cuestiones de apariencia sencilla: desde sugerir cuál es la mejor ruta, pasando por automatizar cuestiones hogareñas, hasta traducir automáticamente textos. Entretanto, ahora con Björk, mañana vaya a saber con qué cosa, casi todas las ofertas de la industria tecnológica están ancladas en las propuestas (frescas, dinámicas, millennials… ¡creativas!) de la inteligencia artificial.

Planeta Björk

Nuevos gadgets electrónicos. En 2007 incorporó el Reactable, un instrumento desarrollado por el Grupo de Investigación en Tecnología Musical de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona que supuso toda una revolución. Aquí, se adelantó a las interfaces tangibles con las que estamos familiarizados con los celulares y tablets.

Realidad virtual. Björk Digital fue una experiencia en la que los visitantes pudieron sumergirse dentro de su disco Vulnicura. La obra incluyó unas instalaciones de video panorámico y 3D y pudo verse en nuestro país, en la Usina del Arte, en 2017. Además, pasó por Tokio, Sídney, Montreal, Londres, Los Ángeles, Barcelona y otros.

Dogma 95. La artista protagonizó Dancer in the Dark, largometraje escrito y dirigido por el danés Lars von Trier. Allí, filmaron con cámaras digitales de mano (de gama baja) para crear una apariencia de estilo documental y, de paso, para plantarse en contra de los efectos especiales. El Dogma 95 fue el manifiesto pautado para hacer “películas más creíbles”.

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