Andrés Baglivo · CON LOS OJOS DEL RECUERDO
Fue jugador de fútbol profesional, peluquero, vendedor ambulante en semáforos y estudiante de publicidad hasta que encontró la manera artística de soltar su mundo creativo a través de su marca de ropa, Roberto Sánchez.

“Yo siempre fui un buscavidas”, dice Andrés, o Roberto, con una verborragia encantadora. Da igual como lo llamen, él responde a ambos nombres porque conecta con dos facetas que marcaron su vida: el jugador de fútbol criado en Villa Madero y el fundador y único empleado de una marca de ropa buscada por los artistas más importantes del mundo: Roberto Sánchez. “Vengo de un lugar muy humilde. A los once decidí probarme en un club de fútbol porque tenía cierta facilidad con la pelota. Había dos opciones por cercanía, y elegimos San Lorenzo. Quedamos dos de 700 pibes, y ahí arrancó una carrera futbolística que, sin haberlo planeado, llegó más lejos de lo que imaginaba y terminó más o menos para mis 29. El deporte a nivel profesional no es joda, es una carrera en la que si vos no das todo y no lo hacés con seriedad, automáticamente te quedás en el camino. Jugaba de volante central y tuve una carrera bastante buena, transité varios clubes, jugué un tiempo afuera y después volví.”
–¿Encontrás puntos en común entre tu profesión actual y el fútbol?
–Muchísimos. Por ejemplo, entendés que muchas cosas no sólo tienen que ver con tu talento sino con estar en el lugar justo en el momento indicado. Yo soy de esas personas que cree que la vida se encarga sola de ponerte donde finalmente pertenecés. Siempre fui feliz en el fútbol pero empecé a sentir muchas diferencias a nivel humano que, supongo, influyeron para que mi carrera de a poco vaya opacándose. Nada es casual, posiblemente no era lo que Dios tenía preparado para mí, y ya sobre la última etapa me tocó jugar en el ascenso o clubes donde vos no te das una idea lo que es terminar un entrenamiento y tener que bañarte con agua helada, o tomarte un tren y tres colectivos para ir a entrenarte o volver a tu casa.
–¿Y cómo te alejaste del deporte?
–Empecé a sentir que no era mi lugar. Es una situación muy complicada tener que reinventarte después de los 30, es una etapa donde por lo general las personas están direccionadas en la vida, y yo tenía que empezar desde cero. En la Argentina, los futbolistas se desvinculan como jugadores pero siguen en algo relativo a ese deporte, ya sea como intermediarios, representantes, DT, scouting de jugadores, y yo tenía otra apertura, otras cosas que me gustaban, no era el fútbol y nada más. Además, en ese entonces, el ambiente era bastante facho, cualquier cosa salida de lo normal generaba que te pusieran carteles como falopero o puto o que te la pasás de joda todos los días. Ahora cambió mucho pero me comí unos bullyings terribles por tener un arito o un tatuaje, y esa situación me empezó a pesar porque a mí me tenías que evaluar dentro del rectángulo verde y punto.
–¿Cómo te empezaste a vincular con la ropa?
–Conocí a una chica que me ofreció una entrevista de trabajo para una marca de ropa para la cual terminé trabajando ocho años y donde transité todos los puestos. Me encontré de un día para el otro con un mundo distinto, trabajando en un shopping, perfumado, bien vestido, con una rutina prolija donde tenía establecidos los días de vacaciones y los días en los que me depositaban el sueldo, atando vestidos de corsé de $80.000; una realidad totalmente distinta a la que yo había vivido toda mi vida. Había en mí algo natural para la estética, para la moda en sí, sin ser un tipo que la consume porque yo no leo revistas ni miro canales de moda, pero sí, desde muy chico, mi cuna fue el vintage. Después de un tiempo y en paralelo a este laburo, abrí un local en la galería Quinta Avenida, que siempre fue mi locura, en Santa Fe y Talcahuano, que era la cuna del vintage.

–¿Y cuándo nace Roberto Sánchez?
–Ese local, que primero fue un stand, ya se llamaba Roberto Sánchez. Yo siempre tuve muy en claro el proyecto en sí y cómo iba a ser. Era un espacio con una entidad visual muy particular que me ayudó mucho a darme a conocer en un ambiente donde circulaban artistas, actores, músicos, extranjeros y coolhunters. Ahí es donde me lancé a trabajar en vestuarios, videoclips, propuestas de escenarios e indumentarias y a girar con algunas bandas en los shows.
–¿Por qué “Roberto Sánchez” y no “Sandro”?
–Porque no es cien por ciento por él. A mí Sandro siempre me gustó, de hecho, el tío de mi mejor amigo era su mejor amigo y lo íbamos a ver en vivo. Pero a mí, lo que más me inspiraba de él es que es un ícono y un vanguardista, y creó un mundo y una actitud nueva acá en el país. Para mí la moda y la música se dividen en tres décadas, que van del 70 a los 90 o de los 80 a los 2000, y dentro de ese período se encuentra Sandro. Fue alguien que innovó, que se atrevió, y yo me identifico con la gente que crea un sistema nuevo, que quiere cambiar la historia. Además me gustaba cómo sonaba, sabía que el nombre iba a golpear fuerte y me doy cuenta de que fue un acierto. El proyecto tiene mucho de bizarro: es una marca de un flaco que todo el mundo piensa que es Roberto Sánchez y, si bien no lo soy, vive dentro de mí y es el lugar donde yo vuelco todo un mundo interior.
–¿Por qué te considerás un artista y no un diseñador o fabricante?
–En la moda argentina vos tenés dos tipos de proyectos, los dos son válidos y cada uno elige el que le sienta mejor. Uno es de tipo comercial, y el otro, de arte. El primero, básicamente, es uno o dos tipos con dinero que contratan dos diseñadoras, con una estructura mínima, mandan a esas pibas a un viaje de producto a Nueva York o Barcelona. Las chicas compran 150 prendas, las traen, en muchos casos las replican, en muchos casos las reformulan, y al cabo de un tiempo las llevan a China, las fabrican, traen el producto y te la presentan a vos como la nueva colección. Eso es un proyecto comercial, un tipo con dinero que si mañana se usa hacer choripanes, hará choripanes, donde prácticamente no se toman muchos riesgos porque hay que facturar. Un proyecto de arte significa que yo, a la hora de flashear una prenda, no me importa si se vende o no, porque no hago colecciones para ninguna temporada, no tengo local, no liquido. Creé mi estilo y mi mundo y no hay reglas en esto. ¿Por qué yo tengo que hacer colecciones de invierno o verano? ¿Por qué tengo que entrar en liquidación? Yo hago tiradas cortas, mientras pueda, porque mi marca se basa en la exclusividad y en la creación controlada. Yo no puedo poner algo que salió de mi corazón valuado en $4.000 y decir que ahora vale $2.000 porque liquido, bajo ningún punto de vista. Si yo saco una prenda y no se vende, quedará en mi casa.
–¿Tenés proyección internacional?
–Mucha. Mi objetivo ya no está en la Argentina porque ya llegué a la gente a la que yo quería llegar; no hay mucho más para mí, y lo que me interesa es conquistar el mundo. Mis posibilidades siempre fueron muy graduales. Esta nota que vos me permitís, para mí es un paso más, para que la gente entienda lo que soy, cómo me manejo, para que se conozca este proyecto que realmente tiene corazón y tiene lógica. Todos los pasos que yo doy están fundamentados. Para empezar a lograr mi objetivo, tengo que viajar a diferentes lugares y generar el arte allá, pero primero debo poner orden en la Argentina y luego empezar a armar los kioscos en todas las capitales del mundo donde yo sé que mi producto va. Yo ya tengo mi casa, mi auto, trato de ver si puedo viajar dos o tres veces al año y después ya está, no me interesa mucho más. Bueno, sí, conquistar el mundo.
Dante Spinetta, Emmanuel Horvilleur, Duki, Maluma y hasta Katy Perry son algunos de los artistas que utilizan los diseños de Roberto Sánchez para subir al escenario.
–¿Volvés con tu mente a aquella época en Villa Madero?
–Sí, mucho, y si bien hoy soy todo esto, también soy todo eso que fui. Un pibe de barrio afortunado que aprendió a expresar su mundo a través del arte. Si vos me decís que tengo la posibilidad de reescribir mi historia, no cambio nada. Cada paso que viví me permitió ser el que soy hoy. El fútbol me transformó en un guerrero y hoy puedo trabajar a diario de 7 a 2 de la mañana gracias a la disciplina del deporte. En el fútbol vos tenés un plantel de 30 jugadores, el sábado juegan 11, entonces vos todos los días le tenés que demostrar a un quía que estás dentro de los elegidos, y esa es la competencia más al límite que existe. Yo soy eso y voy por todo de verdad, no es joda.

Agradecimientos: Fu-King Bar (@fukingbar)