Me verás volver
Publicadas hace 10 y 30 años, dos novelas reaparecen en las librerías con la fuerza de los que volvieron para quedarse. Un policial argentino y una historia distópica en unos Estados Unidos cercanos atrapan con lo mejor de la literatura de género.
Una historia de cowboys conurbanos. Una road novel por las rutas del litoral. Un policial frenético que se acelera a medida que la trama avanza y que va dejando un muerto por página. En Chamamé, la novela que consagró al escritor argentino Leonardo Oyola, hay casi tantos cadáveres como en un capítulo de Game of Thrones, pero al ritmo del pop y el rock and roll. Conocido por muchos por su novela Kryptonita, que fue llevada al cine, Oyola ganó con Chamamé el prestigioso Premio Hammett a la mejor historia policial en 2007. Aunque circuaron pocos ejemplares de ediciones españolas, recién este año fue publicada en la Argentina. Su protagonista, Manuel Ovejero (alias “el Perro”), está preso en el pabellón de los evangelistas, donde conoce al Pastor Noé, un fanático convencido de que Dios le envía mensajes a través de las canciones de la radio. Después de pasar una temporada en la cárcel en la que ambos ganan unos cuantos enemigos, deciden dar un último golpe y secuestrar a la hija de un empresario. Pero como en todo buen policial, las cosas salen mal: el Pastor Noé se escapa con toda la plata del rescate y el Perro está dispuesto a dejar la vida en la ruta con tal de encontrarlo y vengarse. Chamamé es un libro de traiciones, ajustes de cuentas, persecuciones y desencuentros (amorosos y de los otros) en el que Oyola captura como nadie la picardía del lenguaje de la calle para volverla literatura; un estilo muy propio que lo consolida como una de las voces más originales del género policial.
Además, la novela tiene como telón de fondo una historia de amor triste y a la vez luminosa, de un sentimiento correspondido pero siempre trunco, que hace del Perro un antihéroe reconocible, querible, porque genera la empatía de los personajes que escapan del estereotipo de “el bueno” o “el malo” (aunque se mueva en los márgenes, y hasta se caiga de ellos). Otro aspecto para disfrutar de Chamamé es su “banda de sonido”. Cada capítulo tiene como epígrafe un verso traducido de la canción “Blaze of Glory”, de Bon Jovi, que funcionan como anclaje perfecto tanto para los que lo conocen como para quienes nunca lo escucharon (eso sí, si siguieron a la banda en los 90, prepárense para terminar la novela y querer volver a cantar a los gritos todos sus temas).
De hecho, en el libro aparecen varias referencias musicales, con bandas como Los Fabulosos Cadillacs, Miguel Mateos, Los Pericos, Turf, Queen, Guns and Roses y hasta Shakira, porque como dice Ovejero: “Corte que no puede ser rock and roll todo el tiempo”.
UN NUEVO CLÁSICO
A mitad de la década de 1980, hacia el final de la Guerra Fría, la escritora canadiense Margaret Atwood imaginó un futuro cercano en el que los Estados Unidos son gobernados por una teocracia cristiana que toma el poder cuando, por una grave crisis ambiental, el descenso de la fertilidad amenaza con la extinción humana. En el nuevo régimen, las mujeres perdieron todos sus derechos: son despedidas en masa de sus trabajos, su dinero es transferido a los varones de su familia, se les prohíbe leer y ya no disponen ni de independencia económica ni de libertad sobre sus cuerpos. En esta nueva sociedad totalitaria fueron divididas en “casas”: están las criadas (que todavía pueden concebir), las Marthas (que hacen tareas de cocina y limpieza), las Tías (una suerte de celadoras que las controlan) y las esposas de los jerarcas (que dependen de las criadas para ser madres).
La protagonista es una mujer casada, con una hija que, como el resto de las mujeres aún fértiles, fue secuestrada por el gobierno y puesta como criada al servicio de las familias de los gobernantes que no pueden tener hijos. Su tarea es quedar embarazada del dueño de casa, con el que tiene sexo recostada sobre los brazos de su esposa, en una violación apenas disfrazada de ceremonia.
En 2017, tras ser adaptada como serie de televisión, en el contexto de la presidencia de Donald Trump y de las manifestaciones de mujeres en contra de su machismo y misoginia, la novela volvió a las librerías y se convirtió en un fenómeno de ventas. Al igual que con 1984, la distopía que George Orwell publicó en el 49 y que se convirtió en uno de los libros más vendidos tras el triunfo de Trump, la novela de Atwood alerta sobre los peligros del presente. En especial, cómo el terrorismo y sus fantasmas funcionan para imponer políticas represivas y cómo los cuerpos femeninos vuelven a ser territorio de disputa, en un escenario que no dista mucho de la realidad que hoy padecen miles de mujeres en Medio Oriente y de las discusiones sobre la educación religiosa en las escuelas o la legalización del aborto y la potestad de las mujeres sobre sus propias vidas. Una novela dura, que atrapa desde el comienzo y se lee con el miedo sordo de una profecía autocumplida.