Pierre Fabre: Con acento francés
Un recorrido que va desde Toulouse hasta París da cuenta de la historia y el proceso de expansión que han convertido a Pierre Fabre en una de las firmas de dermocosmética más importantes del mundo.
Estamos en Cauquillous, al suroeste de Francia, en una de las oficinas más tranquilas y mejor ubicadas del mundo. Allí, entre cerros que recorren toda la gama de verdes y bosques que albergan especies en extinción, se ubica uno de los edificios de arquitectura bioclimática más moderno de Francia: la sede central de Pierre Fabre. Hombres de estricto traje oscuro y mujeres a la altura de la más exigente ele-gancia francesa recorren los luminosos halls del imperio dermocosmético que alberga marcas tan importantes como Eau Thermale Avène, Klorane, Galenic o René Furterer, sólo por mencionar algunas. Transitar esos espacios, conversar con los ejecutivos que allí trabajan y respirar el aire puro que envuelve aquel lugar nos deja inmersos en la atmósfera más representativa de esta compañía: un enorme respeto por el medio ambiente y sus recursos naturales, una mezcla de tradición y modernidad en cada una de sus acciones y una fuerte convicción por mantener el legado de su fundador.

Pierre Fabre comenzó esta aventura en 1961, cuando fundó la empresa que lleva su nombre en Castres, y le consagró su energía hasta los últimos días. “Fue un empresario visionario, dotado de una gran intuición y una capacidad excepcional de trabajo. Era capaz de conducir con talento y perseverancia inigualables su proyecto hacia el éxito”, nos cuenta con toda su amabilidad y elegancia francesa Martine Butault, responsable de Comunicación del grupo.

Castres es la cuna de Pierre Fabre y allí resuena su nombre a cada paso que damos. En la atmósfera medieval y romántica que caracteriza a esta comuna francesa, un altísimo porcentaje de sus habitantes trabaja para el grupo. Incluso, allí se conserva la primera farmacia de la firma, en una emblemática esquina castrense. Es que Fabre, antes que empresario, fue farmacéutico, y su pasión por la dermocosmética parte de una curiosidad única: tratar cada crema, cada producto, como si fuera un medicamento de farmacia, cuidando que el proceso de producción sea en su investigación y fabricación similar –y nunca menor– al de esta industria. Su primer gran descubrimiento fueron unas ampollas de origen natural que curaban la trombosis en las piernas de trabajadoras textiles en los años 50. Este producto, de origen botánico, fue un éxito inmediato y marcó un precedente para el camino a trazar de la compañía.

Actualmente, el Agua Termal Avène es el producto estrella de Pierre Fabre. Desde mediados del siglo XVII existe en el sur de Francia una estación termal en la que se tratan exclusivamente afecciones dermatológias. Al adquirirla Pierre Fabre en el año 1975 se inicia una nueva etapa: el termalismo empírico pasa a ser científico, avalado por numerosos estudios. Con esta premisa y una gran visión de futuro, se crea una línea dermocosmética cuyos productos, en su totalidad, están formulados con Agua Termal de Avène. Desde sus inicios, Avène ha seguido una trayectoria de crecimiento continuo, dando respuesta a todo tipo de pieles. “Avène satisface las expectativas de los distintos tipos de consumidores, desde los que buscan productos e caces y éticos hasta los que priorizan el bienestar y la armonía, pasando por aquellos para quienes lo natural es prioritario”, nos explica su vocera. “Nuestra seña de identidad es el Agua Termal de Avène. Sus propiedades calmantes, desensibilizantes y antiinflamatorias aportan un carácter exclusivo y único a la marca.”
Visitar el pueblo de Avéne –de apenas 80 habitantes– y alojarse en el hotel Eau Thermale Avène supone un viaje de relajación absoluta y curación de la piel que nosotros, privilegiados testigos de la actualidad, hemos podido experimentar en primera persona e intentamos transmitir a través de estas páginas. Presenciar la fabricación de estos productos de alcance mundial que sólo se producen en el suroeste francés de manera natural y responsable convierte a cualquier visitante en un el seguidor de Pierre Fabre, cuyo legado se mantiene intacto con el indefectible paso del tiempo.