Benito Cerati: Un principe rebelde

El hijo de Gustavo Cerati no hace otra cosa que buscar su propio camino. Con 23 años, estudió Antropología, sigue sus instintos musicales y asegura que “el feudalismo del apellido quedó en la antigüedad”.

Benito Cerati podría haber elegido el camino fácil. Su apellido le hubiera abierto muchas más puertas que las que efectivamente abrió, pero su propia determinación a hacer las cosas a su modo lo llevó –por capricho, por confianza o por quién sabe qué– a renunciar a lo obvio. Cuando la burbuja del colegio privado explotó, Benito quedó libre y no hizo nada de lo que un chico de 17 años pueda presumir. No hubo viaje de egresados ni una continuidad heredada: el hijo mayor de los Cerati se anotó en la UBA para estudiar Antropología, una carrera que lo ayudó a abrir la cabeza, a sociabilizar y a –en sus propias palabras– conocer otras realidades. “¿Por qué actuamos como actuamos? ¿Por qué nos movemos como nos movemos? ¿Por qué re- accionamos como reaccionamos? Debe de haber más que esto”, dice, mostrando las palmas de sus manos.

 

“Cuando me regalaron mi primera pelota yo la tomé como si fuera un PLANETA, la pinté y la usé para otras cosas.”

 

Metido y oculto en Zero Kill, el proyecto musical con el que ya editó dos discos, Benito parece haber definido su futuro en la música, aunque sin responder a las expectativas ajenas que quieren convertirlo en el heredero de alguien que, como todos, resulta irremplazable. Benito no hace concesiones, y asegura: “Encuentro más satisfacción en conseguir y usar lo que yo me gané”.

 

–¿Fue la universidad pública la que provocó el gran cambio?

–Sí, totalmente. Ahí encontré los amigos más sólidos que tengo hasta el momento. Cuando era más chico era más retraído, no me gustaba mucho estar con gente, estaba muy metido en mis cosas. A partir de ahí se me abrió el panorama social, me di cuenta de que quería estar con ese tipo de gente y que era el lugar donde más cómodo me sentía.

 

–Teniendo un apellido conocido, ¿hay que filtrar de alguna manera a la gente que se te acerca?

–Un poco sí. No es difícil darse cuenta, pero sí es difícil aceptar que haya gente así. Hay mucha gente oportunista, que se acerca por equis motivo y no porque realmente pega onda o te quiere conocer. Ahí también me volví más tajante.

 

“Eso del FEUDALISMO del apellido es algo que quedó en la antigüedad, ya no vale esperar mucho del sucesor. Yo nunca sentí que hubiera una monarquía y MI VIEJO jamás me dijo ‘vos tenés que sucederme, te voy a preparar para que seas un buen rey’. Siempre tuve la LIBERTAD de hacer lo que quisiera, aunque HOY esté todo muy ligado.”

 

–¿Sabés que das una imagen distante? Resulta difícil saber qué esperar de un encuentro con vos.

–Es que si uno hace música es para hablar de eso y no de otra cosa. La vida privada vale para contarla cuando ayuda a explicar algo de lo que se está haciendo. Yo soy cero mostrar por mostrar, no me interesa alimentar nada por fuera de mi música.

 

–Hablemos de música, entonces. ¿Te gusta contarla y explicarla o preferís que hable por sí misma?

–Creo que va más por el lado de dejar que escuchen. Es muy inconsciente mi inspiración. Tengo una lista mental de cosas para probar, cosas que me gusta hacer, y voy eligiendo. No me limito a nada, intento contrastar y ponerme pautas para guiarme y que no todo sea tan disperso. No sé si puedo identificarme a mí mismo dentro de un género musical, es lo que me nace hacer. No hay nada en especial de la música que no me guste. Encuentro algo lindo en todo. No hay nada totalmente detestable.

 

–¿Ni siquiera ese reggaetón romántico o bachata que escuchan los adolescentes ahora?

–Lo que me molesta del reggaetón no es que canten en inglés ni el ritmo: son las letras. Son básicas, no ayudan al mundo tal como está hoy. Veo a mujeres bailando eso y no puedo creer que no presten atención a lo que están diciendo. Alimentan esa cultura machista de la mujer como objeto. La cumbia, por otro lado, tiene un trasfondo social importante. La antropología me ayudó a entender de dónde viene, al igual que con el rock chabón. Todo tiene algo interesante que puede no gustar, pero sí se puede entender y respetar.

 

“Para mí, ROCK no es sinónimo de guitarras, sino una forma de encarar la MÚSICA. Pareciera que si no podés poguear no es rock. Es parte de esta sociedad superfutbolera. SODA STEREO nunca tuvo nada malo en contra de los REDONDOS, fue algo del público, una necesidad de armar quilombo.”

 

–Cuestiones sociales y universidad pública, pero con un apellido de los más pesados de la música argentina. ¿Cómo se combinan?

–Eso del feudalismo del apellido es algo que quedó en la antigüedad, ya no vale esperar mucho del sucesor. Yo nunca sentí que hubiera una monarquía y mi viejo jamás me dijo “vos tenés que sucederme, te voy a preparar para que seas un buen rey”. Siempre tuve la libertad de hacer lo que quisiera, aunque hoy esté todo muy ligado.

 

–Era impensado que pudieras elegir ser jugador de fútbol.

–En mi casa nunca se veía fútbol, así que no lo sé. En principio soy malísimo, pero si hubiera tenido la aptitud y me hubiera divertido, quién sabe. Cuando me regalaron mi primera pelota yo la tomé como si fuera un planeta, la pinté y la usé para otras cosas. Y por eso tenía el estigma de que me eligieran último. Eso, cuando uno es chico, es muy condicionante incluso para tener amigos, porque esas actividades son todo. Los chicos pueden ser muy crueles sin ser conscientes de esa crueldad. Pero no me importaba porque yo tenía ganas de hacer lo que yo quería, no lo que los demás querían. Yo no los había elegido para mí.

 

–En muchas de tus entrevistas terminás, de una u otra manera, hablando de tu papá. ¿Cómo te llevás con esa parte casi psicoanalítica de hacer notas?

–Yo siempre trato de hablar de mí, pero a veces resulta medio difícil. Aun así intento ser amable y responder. Estoy en un momento para hacerlo, porque recién ahora estoy empezando y doy notas. Con el primer disco me negué porque lo que quería era sacarlo y que actúe como filtro. A veces las preguntas sobre la herencia, el legado y la sucesión se pueden patear, pero otras no. Igualmente, no me molesta hablar de mi viejo, pero siempre intento hablar de lo mío. Ahora está bien, pero ya va a pasar que pueda decir “eso ya lo respondí”.

 

–¿Y la herencia material? ¿Te quedaste con sus instrumentos?

–Sí, y algunos los uso, pero encuentro más satisfacción en conseguir y usar lo que yo me compré, lo que me gané. No me gusta mucho que me den, porque ya viví mucho eso. No me genera nada tener 24 guitarras ahí si no las elegí yo. Y tampoco la guitarra es mi instrumento, por eso lo primero que me compré fue un controlador.

 

–Puede parecer obvio porque tenés 23 años, pero tu música suena moderna. ¿Es algo natural? ¿Hay una búsqueda en ese sentido?

–Es algo natural. Yo no tengo problema en admitir que tengo influencias, porque todo el mundo las tiene y todo lo que está hecho utiliza otra cosa como base. No busco la modernidad, pero quizás la  conjunción de cosas que hago o que tomo como referencias crea algo nuevo que suena moderno. Es más, el hecho de haber crecido en los 90 hace que vuelva mucho a esa época. Hay algo de ese sonido que me gusta, una cosa medio sucia y electrónica a la vez.

 

–¿Cómo te llevás con eso llamado rock nacional y que incluye a tantos artistas tan diferentes?

–Para mí rock no es sinónimo de guitarras, sino una forma de encarar la música. Rock no es un power trío. A mí la verdad es que me han gustado todas las generaciones del rock nacional, desde Spinetta hasta Babasónicos. Pero también hay cosas que me parece que quedan afuera justamente por no tener tantas guitarras, como Melero o Miranda! Creo que falta un poco de sensibilidad para darse cuenta de eso. Pareciera que si no podés poguear, no es rock. Es parte de esta sociedad superfutbolera. Soda Stereo nunca tuvo nada malo en contra de los Redondos, fue algo del público, una necesidad de armar quilombo.

 

–La necesidad del público de ser protagonista.

–Exacto. Hay gente que va a ver al grupo que le gusta y hay gente que va a pertenecer a algo. Hay bandas que intentan mostrar que somos todos iguales, pero lo que yo sé es que somos todos distintos.

 

–¿Te analizás?

–Sí, porque me gusta. De chico le tenía miedo y ahora lo hago todo el tiempo. Las canciones también son como un análisis, o las entrevistas. Ahora que estoy hablando con vos me estoy escuchando y entendiéndome a mí mismo.

 

–Tus letras son muy personales, y por el otro lado están los artistas que son abiertamente sociales. ¿No te inspira eso para escribir, eso que decís que ves y que te preocupa?

–Sí, pero yo creo que abordo los temas más desde un costado social que político, que son cosas diferentes. No sé si hablaría de gobiernos, sobre qué hacen bien o qué hacen mal, porque tampoco es mi parte favorita de la vida.

 

–Ya se sabe mucho quién sos, de dónde venís y qué hacés. Se sabe mucho de tu pasado, ¿pero qué viene ahora?

–Yo valoro mucho a los artistas que mutan permanente- mente, cuyos discos son todos distintos, como David Bowie o Primal Scream. Como te dije antes, yo tengo una lista de cosas que hacer y mi idea es ir hacia ahí. Sigo componiendo, hay muchas canciones para un nuevo disco, giras internacionales planeadas. Creo que la meta es siempre empezar desde cero, y quiero que mi obra sea lo que perdure.

 

 

Producción: Gimena Bugallo

Make up: Ale Regueira para Spa Belgrano - Susana Noguera

Agradecimientos: Bolivia, Converse

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